Los intereses que encubre la guerra en Medio Oriente
El primer ministro de Israel, Ehud Olmert, dijo en ocasión de una de tantas explosiones contra una zona de habitaciones civiles y comerciales del sur de Beirut -que fue una de las ciudades más bellas, considerada la puerta de entrada a Oriente, Africa y Europa-, que los judíos reconocen el fracaso que significaba la muerte de civiles en cualquier acción de guerra; que lo lamentaban, mientras los árabes lo celebraban y lo tomaban como un triunfo cuando esto llegaba a suceder con los civiles judíos. Lo cierto es que, celebrando o lamentando, la guerra de Medio Oriente entre Israel y Hezbollah ha involucrado a la población civil en general, y ha hecho gran cantidad de víctimas entre viejos, mujeres y niños, al grado de que, según cifras de las agencias noticiosas, parece que mueren más civiles que soldados cada vez que estalla un misil, lo mismo en Líbano que en Israel.
Las repercusiones se han dado en todo el mundo, pero nos referiremos a lo sucedido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a los intereses que están siendo afectados en los mercados petroleros internacionales, acerca de los cuales las grandes potencias reaccionan, según el caso, de manera diferente, lo que las hace participar alineándose con uno u otro protagonista de esta guerra tan cruel y absurda como inesperada.
Los 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas asumen posiciones conforme a sus intereses económicos y políticos en el gran mundo que se da fuera del edificio de la ONU en Nueva York, sin tomar en consideración las tibias recomendaciones del secretario general Kofi Annan, lo cual no es nuevo, pues así sucede siempre que ha habido alguna crisis mundial en la que se llega a la violencia y se establece formalmente una guerra, como en este caso. Cualquier guerra en nuestros días es grande e importante, y muy frecuentemente es provocada, o sostenida, por los grandes intereses económicos que se trata de mantener debajo de la superficie del conflicto aun cuando, como dice el dicho, esté "el gato escondido y la cola de fuera". De inmediato se pueden detectar qué potencias o superpotencias están involucradas.
George W. Bush no se ha preocupado por ocultar su preferencia hacia Israel y ha manifestado con toda claridad que éste tiene todo el derecho de defenderse y, aunque durante la gira de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, por Medio Oriente, mostró algún interés por que se declare una tregua, el primer ministro de Israel, Ehud Olmert, se ha negado tajantemente a suspender los ataques a Líbano, mientras no se considere completamente liquidado el poder de fuego de la organización considerada terrorista, Hezbollah, como consecuencia del secuestro de dos soldados israelíes, que fue lo que aparentemente desencadenó el conflicto.
El presidente estadunidense y el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, anunciaron el pasado 28 de julio en la Casa Blanca un plan muy general mediante el cual una fuerza internacional debería insertarse entre las dos partes en guerra para ayudar a la débil fuerza libanesa a tomar el control de la región sur de Líbano, controlada por Hezbollah, y por este camino lograr la paz progresivamente, según el criterio de los dos gobernantes.
Simultáneamente, Rice salió en misión urgente a sostener reuniones en Medio Oriente para definir detalles del plan, presentado la siguiente semana en Naciones Unidas, pero con poco éxito, pues en el Consejo de Seguridad el delegado de Israel se opuso terminantemente a que se formara una fuerza de cascos azules antes de que Israel dé fin a Hezbollah. Por otra parte, la iniciativa no fue acogida con mucho entusiasmo por los cinco miembros con derecho de voto y de veto, que son -además de Gran Bretaña y de Estados Unidos- Francia, China, y Rusia, y parece ser que tampoco por el consejo ampliado de 15 en total.
Los mercados petroleros sobrecalentados están siendo afectados también por este conflicto, y dado que Irán está involucrado, aun cuando no sabemos con certeza en qué grado, pero sí se sabe que el presidente iraní Ahmed Ahmadinejab ha expresado una advertencia, apoyado por todo el Islam, de que si se llegara a atacar a Siria, Irán, y el Islam en su conjunto, habrían de incorporarse al conflicto en apoyo de Líbano y del mismo Hezbollah, que si bien en el principio del conflicto fue visto con reservas por el Islam, considerando que se había metido en un problema que le quedaba grande al secuestrar a los soldados israelíes, ahora parece haber ganado el apoyo del Islam, y por todo ello han quedado muy ligados al conflicto, que de esta manera se ve ampliado a los países productores y exportadores de petróleo de mayor importancia en el mundo, y esto, desde luego, tuvo ya consecuencias en el mercado internacional, que se sobrecalentó y llegó a niveles nunca siquiera previstos, tanto que ya se habla de petróleo de 100 dólares, lo cual tendría un efecto devastador sobre la economía mundial, que afectaría a México indudablemente.
Por otra parte, no hay que olvidar que Irán tiene ya su propio problema con Estados Unidos a consecuencia de que rechazó las limitaciones que le impuso inútilmente, en el ámbito de la ONU, en materia de desarrollo nuclear para uso pacífico.
Así es como lo que fue originalmente un conflicto entre Israel y Hezbollah se ha complicado hasta dimensiones incalculables, y no se ve, hasta ahora, alguna solución a corto plazo. Mientras tanto, unos están sintiéndolo mucho y lamentándolo, y otras celebrándolo triunfalmente, pero todos siguen matando civiles que no tienen que ver con la guerra: hombres, viejos, mujeres y decenas de niños. ¿Hasta cuándo?