Usted está aquí: lunes 7 de agosto de 2006 Política México insiste en construir más presas, pese a sus comprobados inconvenientes

En países desarrollados se han frenado los proyectos por los daños colaterales

México insiste en construir más presas, pese a sus comprobados inconvenientes

Denuncian que estas obras dan prestigio a los políticos y benefician a empresas de ingeniería, pero es mínimo su aporte a las necesidades de los más pobres

ANGELICA ENCISO L. /I

Ampliar la imagen La presa El Cajón, en Nayarit, enfrenta graves problemas, pues está a punto de concluirse, pero no se ha indemnizado a los pobladores afectados Foto: Notimex

Pese al desplazamiento de las comunidades, el daño ambiental comprobado y que las presas han dejado de construirse en países desarrollados, en México hay 52 proyectos de hidroeléctricas previstos para realizarse los próximos años. Actualmente existen 19 en estudio y serían las próximas en levantarse, por lo que la resistencia de los afectados ha cobrado impulso.

Desde Guerrero, donde hace tres años los perjudicados por el proyecto La Parota se han opuesto a la construcción, hasta Nayarit, donde están por concluir las obras de El Cajón, sin que aún haya indemnización a los afectados, la inconformidad de las comunidades se ha traducido en una organización unificada de resistencia a estas obras.

Encabezado por el Banco Mundial, el grupo que impulsa las represas "está llegando a México con la intención de presionar por un agresivo resurgimiento de inversiones en megaproyectos hídricos", señala Patrick McCully, director de la Red Internacional de Ríos.

Sostiene que las grandes represas y trasvases de agua ayudan a que los bancos de desarrollo desembolsen enormes préstamos. "Estas tremendas obras dan prestigio a los políticos y a la burocracia de los ministerios de recursos hídricos y pueden dar grandes beneficios económicos a las empresas de ingeniería y construcción. Pero no podrán aportar sustancialmente a cubrir las necesidades de la gente más pobre del mundo en materia de agua, alimentos y energía."

En todo el mundo se estima que se han construido alrededor de 40 mil grandes presas, de las cuales unas 100 son "verdaderos monstruos", porque sus cotas miden más de 150 metros de altura -La Yesca tendría una cortina de 210 metros- y también hay unas 800 mil pequeñas.

La nación con mayor número de presas es China, seguida de Estados Unidos, Japón e India, "lo cual ha llevado a que 60 por ciento de los ríos del mundo sean aprovechados; en EU sólo 2 por ciento de ellos corren libremente", señalan Tony Clarke y Maude Barlow en el libro Oro azul.

Indica que entre 1944 y 2000 el Banco Mundial gastó cerca de 58 mil millones de dólares en la construcción de 527 presas en 93 países, por lo que se calcula que el número de personas desplazadas oscila entre 60 y 80 millones.

El Plan Puebla-Panamá, impulsado por el gobierno federal -que no se concretó en este gobierno- prevé la construcción de 330 presas, de las cuales 52, 16 por ciento, corresponderían a los estados de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán; afectarían alrededor de 170 ríos, además de los respectivos ecosistemas, especies de plantas, animales y peces únicos en el mundo.

Tan sólo en Chiapas, donde se genera 45 por ciento de la energía eléctrica del país, se estima que el potencial hidroeléctrico permitiría la construcción de 75 presas, de las cuales 40 estarían en la zona de la selva, área de conflicto, indica Gustavo Castro en el estudio El movimiento social en Mesoamérica contra las represas, divulgado por el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria (Ciepac).

El especialista sostiene que las comunidades indígenas y campesinas lograron detener en 2004 la construcción de la represa Itzantún, en Chiapas, la ampliación de la hidroeléctrica Benito Juárez, en Oaxaca, y continúa la resistencia contra La Parota, en Guerrero.

Las consecuencias de estas obras son tanto sociales como ambientales. Los desplazados por las presas padecen pobreza al desaparecer sus medios de subsistencia por la alteración de los ecosistemas, además de que los gobiernos no han cumplido con los proyectos de reubicación y las indemnizaciones son injustas, a lo que se suma que "no han contemplado los costos de reparaciones ni desmantelamiento de las represas al cumplir sus 50 años de vida útil", indica el Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (Mapder).

Clarke y Barlow señalan que "tradicionalmente los pueblos indígenas han sido desalojados de sus tierras para dejar vía libre a los proyectos de construcción de presas. En todo el mundo sus medios de vida se han visto afectados de forma desproporcionada".

El Mapder señala que "70 por ciento de las presas para abastecimiento no lograra el objetivo de suministrar agua en grandes cantidades; 33 por ciento de las presas para irrigación que financió el BM en décadas pasadas no cumplieron con su propósito".

Sumado a ello, las obras para el control de inundaciones no han funcionado, por lo que 65 millones de personas en el mundo se han visto afectadas. Asimismo, mientras 55 por ciento de la energía mundial proviene de ellas, sólo 10 por ciento de la población mundial consume 80 por ciento de esa energía, indica el Mapder.

Refiere que mientras en Estados Unidos se desmantelan y se estudia la forma de retirar las grandes presas, en México el gobierno se empeña en construirlas. De acuerdo con la Comisión Mundial de Represas de Naciones Unidas, en sus recomendaciones de 2000, esta infraestructura sólo se podrá concretar si en la toma de decisiones se incluye a los miembros de las comunidades afectadas, y ese proceso se debe hacer de forma transparente, además de asegurarse la reubicación de las poblaciones con justicia y sensibilidad sociales.

Efectos en el medio ambiente

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) señala que estas obras han provocado "un considerable daño al medio ambiente y, junto con actividades asociadas, como la irrigación en la agricultura, han sido uno de los factores que más han contribuido a la pérdida observada en las recientes décadas de la biodiversidad del agua dulce".

Advierte que "mientras las presas aportan beneficios socioeconómicos, a menudo amenazan también el sustento de las poblaciones que habitan la cuenca al perturbar los servicios medioambientales de los ecosistemas de agua dulce".

Agrega que se considera la opción más sencilla para resolver las crecientes demandas de energía y agua de una población mundial en aumento; sin embargo, esto "es cuestionable si se tienen en cuenta sus impactos y la disponibilidad de alternativas más sostenibles, baratas y limpias, especialmente en un mundo que necesita fuentes de energía más limpias y puede que necesite gestionar una mayor variabilidad de suministro de agua debido al cambio climático".

El WWF indica que al erigirse una presa se deben considerar los impactos en la cuenca correspondiente y optar por lugares donde el daño al medio ambiente sea mínimo: "no deberán construirse en lugares donde se generen impactos negativos sustanciales sobre áreas de importancia ecológica, como por ejemplo en los sitios de humedales y áreas protegidas, así como en los ramales principales de ríos considerados importantes en términos de biodiversidad global".

Patrick McCully, director de la Red Internacional de Ríos, asevera que las zonas inundadas por las presas crean el hábitat requerido por las bacterias que absorben el mercurio que puede estar depositado en el suelo, y los pantanos lo transforman de forma que los peces lo ingieren y así ingresa en la cadena alimentaria.

Las presas, al multiplicar varias veces el área de la superficie expuesta al sol, especialmente en los climas cálidos, pueden provocar la evaporación de grandes cantidades de agua y se estima que cada año se pierden por este fenómeno unos 770 kilómetros cúbicos de líquido, casi 10 por ciento del agua dulce que se consume en las principales actividades humanas en el mundo.

Sumado a ello, el peso del embalse en una cuenca que no estaba diseñada para retenerla deforma la corteza terrestre que la sustenta, dando lugar a terremotos, y existen pruebas que vinculan algunos temblores de tierra con unas 70 presas, indican Barlow y Clarke.

 
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