Internos de la penitenciaría de Santa Martha formaron la compañía El Mago
Presos portadores del VIH ejercen el teatro como medio de expresión
También hubo música y lectura durante la presentación de un libro testimonial
Ampliar la imagen Actuación de internos de la penitenciaría de Santa Martha en la obra ¿Sida yo? ¿Qué es eso?, durante la presentación del libro Historias de Vihda. Testimonios desde el encierro Foto: Aez
Son reclusos y además portan el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). La mayor parte de ellos aún son sólo seropositivos; es decir, su sistema inmunológico todavía es capaz de defenderse, pero también hay quienes presentan cuadros terminales.
Algunos ejercieron su sexualidad con personas del mismo género, otros son heterosexuales y también están los que no hacen diferencia.
El prejuicio por ser convictos se suma a la circunstancia de ser "sidosos", pero han aprendido a sobrellevar las agresiones y la falta de comprensión de los demás reos.
Ayer se les brindó un espacio que si bien era cerrado y ajeno al resto de la población de la penitenciaría de Santa Martha Acatitla, lo supieron aprovechar.
Libres de prejuicios, tanto de los ajenos como de los propios, alrededor de 20 de los 64 reclusos portadores del VIH que existen en todo el sistema carcelario de la ciudad de México -59 hombres y cinco mujeres- acudieron a la presentación del libro Historias de Vihda. Testimonios desde el encierro, que se realizó en el área de gobierno de la penitenciaría capitalina.
El resultar positivos en la prueba de Elisa (procedimiento que detecta los anticuerpos que el organismo produce en presencia del VIH) no les impide expresarse, y para ello crearon la compañía teatral El Mago.
En la presentación se intercalaron piezas musicales, obras teatrales, lecturas de los testimonios publicados y los discursos de servidores públicos y representantes de la sociedad civil.
"Caí en el Reclusorio Femenil Norte, me sentenciaron por robo a transeúnte y por asociación delictuosa pero en la apelación quedé con robo específico.
"Trabajaba en el taller de guantes y cada seis meses debía hacerme el Elisa. Fui a pedirlo y después llegaron unos custodios para decirme que me llamaban en el servicio médico. Me preguntaron si quería que me pusieran un sedante, y les dije: ¿para qué, para decirme que estoy sidosa?
"Me trasladaron a Tepepan (...) sólo una vez me puse mal y me llevaron al aislado; no me gustó estar ahí, ni te van a ver, nada más te van a botar la comida como a un perro.
"Antes el dormitorio de VIH estaba en el sótano, junto al apando (...) Teníamos algunos privilegios por ser portadoras porque éramos sólo cuatro; teníamos cuarto con baño y regadera para cada una, teníamos médico y tratamiento, pero las medicinas siempre faltaban, porque las mandan de Santa Martha y ahí son más los infectados.
"Pero también teníamos contras, sobre todo para trabajar; para entrar a la lavandería teníamos que meter escritos, y a la cocina no nos dejaban entrar por eso de las cortadas. Por parte, de las compañeras también había desprecio, porque nos gritaban pinches sidosas".
Es uno de los testimonios publicados en Historias de Vihda. Su autora, una interna de nombre Diana, que enfrentó situación de calle durante su vida, y finalmente falleció en libertad.
Un cuarteto de cuerdas abrió y finalizó la presentación del libro. Está integrado por estudiantes de la Escuela Nacional de Música y del Conservatorio Nacional. Interpretaron Tierra Mestiza y el Huapango de Moncayo.
Entre cada lectura se presentaron dos obras teatrales; la primera fue escrita por un interno seropositivo condenado a 22 años de prisión por delitos sexuales.
Titulada ¿Sida yo? ¿Qué es eso?, fue representada por cuatro actores vestidos de azul. Como el autor es "de casa", hubo margen para los chistes: cuando en uno de los diálogos se mencionó a un custodio fornido y jacarandoso de nombre Brenan, se rieron todos los miembros de la compañía teatral y hasta un integrante del Grupo Táctico Tiburón que se encontraba en el lugar.
Después se puso en escena la obra Negra y tenebrosa, del dramaturgo mexicano Alejandro Licona. Sobresalió Francisco Castellanos Rivera, que tenía el papel principal: un joven que por ser homosexual y seropositivo enfrenta el rechazo de sus vecinos.
Durante su actuación, Francisco, también seropositivo y acusado de privación ilegal de la libertad, asumió con naturalidad el papel de homosexual e interactuó con el auditorio, provocó risas e invitó a la reflexión.
La compañía teatral El Mago ensaya dos veces a la semana. Sus presentaciones son pocas y la mayor parte de ellas no se realizan ante la población de la penitenciaría.
Pero ayer la presentación del libro, editado por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, la Universidad Iberoamericana y la Asociación Civil Investigación y Desarrollo Educativo para la Acción Social, les brindó la oportunidad de actuar en casa.