Usted está aquí: viernes 4 de agosto de 2006 Opinión En tiempos de crisis no hay matices

Jaime Martínez Veloz

En tiempos de crisis no hay matices

Las primeras manifestaciones del fraude electoral maquinado desde las entrañas del poder están a la vista, con las consecuentes molestias y obvias repercusiones políticas. Terminó la etapa del marketing y empieza la de la lucha y la organización popular. Hay dos Méxicos: el de las televisoras y el de las luchas populares; el de las castas y el de las masas empobrecidas. "En tiempos de crisis no hay matices", nos dijo un día el subcomandante Marcos a los miembros de la Cocopa en los días de los diálogos por la paz en San Cristóbal, Chiapas.

La última posibilidad de recuperar la institucionalidad de la República está en manos de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), quienes cuentan con un marco jurídico inacabado, cuya interpretación y resoluciones a las que lleguen deberán abarcar el conjunto de factores objetivos y subjetivos que intervinieron en el proceso electoral.

Durante el proceso electoral, el conjunto de fuerzas que apoyamos la candidatura de AMLO cometimos errores tácticos y estratégicos, que en su momento habrán de valorarse para tener claridad en dónde fue que fallamos y dónde hay que corregir, para no fallar en el logro de nuestros objetivos. Hay muchas cosas que habremos de discutir de manera autocrítica y cada quien asumir la parte alícuota de corresponsabilidad en los errores, empezando por Andrés Manuel. No obstante, ningún error nuestro justifica la acción criminal del gobierno y la casta de millonarios que orquestaron el fraude electoral que tiene al país al borde de la confrontación social.

Con la doble moral que los panistas traen untada en la piel, repiten, como si lo creyeran, que la resistencia civil del PAN se justificaba, no la de ahora, y que 2006 no es lo mismo que 1988. Quizá tengan razón en que no es lo mismo, porque ahora es peor y las consecuencias de sus acciones fraudulentas ni siquiera nos las imaginamos. Ni el PRI con toda su carga autoritaria se atrevió a tanta vulgaridad como la realizada por panismo en el poder. Ninguna esposa de un presidente de México del PRI puso en vergüenza a la República como ha hecho Marta Sahagún.

Quienes orquestaron el fraude y pretenden consumarlo a cualquier costo se olvidan de la historia y cierran los ojos ante una realidad, cruel e inhumana, en la que viven millones de mexicanos dispuestos hoy a luchar por conquistar, cuando menos, un pedazo de esperanza. De la mano de la ilegitimidad electoral viene la movilización social y más tarde, o más temprano, se hará presente la insurgencia popular. Esto no es un deseo ni una aspiración, mucho menos un llamado, simplemente consecuencia natural y una constante en todos los casos de imposición de gobernantes surgidos de procesos antidemocráticos, con el agravante de que en nuestro país, después del fracaso de la negociación en Chiapas y la traición a los acuerdos de San Andrés, y de consumarse el fraude electoral, los grupos insurgentes renovarán sus mecanismos de defensa y organización militar por razones lógicas de su propia supervivencia.

En paralelo al conflicto electoral, los órganos que tienen en sus manos la seguridad nacional están perdiendo la batalla contra el crimen organizado, cuya capacidad de fuego, financiera y organizativa tiene a las policías del país contra la pared o trabajando para él. La única institución que ha permanecido cohesionada ante el embate de los criminales ha sido el Ejército Mexicano, que, dicho sea de paso, su conformación popular nada tiene que ver con el nivel de vida y la frivolidad de quienes quisieran utilizarlo para reprimir las acciones populares derivadas del fraude electoral. ¿Te imaginas vos a los defraudadores del Fobaproa o a los niños Bribiesca, pidiéndole a un humilde soldado que arriesgue su vida combatiendo contra sus propios hermanos? ¡Por favor, con qué cara!

Las condiciones para un estallido social no fueron producidas por la izquierda ni por el pueblo mexicano: son resultado de un modelo económico y forma de gobierno que fracasaron y generaron enorme desigualdad social. El campo mexicano está deshecho: la baja sostenida de los precios del café -principal cultivo de los campesinos del centro y sur de México-, los estragos en cientos de miles de hectáreas a causa de los huracanes y ciclones de 1998 a la fecha, la falta de crédito oportuno, la ausencia de precios de garantía y de una política de Estado para el campo han producido millones de pobres, dispuestos a cualquier cosa para salir adelante. Muchos emigran a Estados Unidos, otros a las grandes ciudades, algunos se deslumbran con los billetes del narco y muchos otros estarían dispuestos a acompañar las acciones de una insurrección popular. El desempleo campea en todas las zonas urbanas, suburbanas y rurales del país.

Quienes tienen en sus manos la última posibilidad de detener la confrontación social pueden contribuir con lo mejor de su sabiduría para emitir un dictamen que favorezca la reconciliación nacional. Ningún enfrentamiento produce cosas positivas para la nación, pero la base para la reconstrucción nacional pasa por el rencuentro con la institucionalidad democrática que Vicente Fox y los intereses que lo acompañan se encargaron de destruir. Como nunca en la historia del país, los ojos de la nación y del mundo están puestos en la decisión de los magistrados del TEPJF.

Por ello, a quienes hoy se molestan por el bloqueo a Reforma, les recuerdo que la Reforma (electoral, no la avenida) fue bloqueada desde que Elba Esther Gordillo y Fox impusieron a su acólito Ugalde en el IFE y desataron la campaña electoral más ignominiosa de los últimos tiempos. Ojalá que en los próximos días tengamos noticias positivas para que se abra avenida Reforma y se cancele la posibilidad de abrir la Revolución (no la avenida).

 
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