El discurso de lo cuantitativo
En doctrina de contrainsurgencia se dice "subirle de calor al horno", es decir, extrapolar las tendencias y llevar una situación a que haga implosión por ella misma con base en sus errores.
Situación semejante fue la que constituyó una provocación al movimiento estudiantil de 1968, cuando en el mitin del 28 de agosto Amado Sócrates Campos Lemus pidió en un albazo y golpe de micrófono que se "quedaran en campamento en el Zócalo", justificando la represión del ejército y los actos gubernamentales de "desagravio al asta bandera" organizados por el regente Alfonso Corona del Rosal. Ahí mismo, desde el mitin, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) reaccionó a la provocación de Campos Lemus y llamó a regresar a las escuelas. Campos Lemus era agente gubernamental y pretendió subirle el horno al movimiento.
Felipe Calderón y el panismo han de estar felices con este llamado a instalar 37 campamentos, que ya desde la llamada tercera asamblea fueron la estructura que se impuso desde Chapultepec hasta el Zócalo y con bloqueos hechos con camiones, contingentes y pantallas gigantes, distribuidas y rigurosamente controladas a lo largo del recorrido Chapultepec-Zócalo.
Por tercera ocasión poselectoral, Andrés Manuel López Obrador ha sido víctima de su propio discurso "contra los que se rajaron en 1988". Su aumento gradual de "resistencia civil" podría coincidir con el "subirle calor al horno" si comete el error de no acompañar la medida con una salida política, más allá de la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), el cual es previsible en 99.9 por ciento que ratificará el resultado reportado por el IFE. ¿A qué llamará López Obrador una vez que el TEPJF declare a Felipe Calderón "presidente electo"?
La medida tomada carece de una visión estratégica del momento poselectoral, hablando en términos políticos y programáticos, que haga valer la fuerza expresada en las urnas y en las calles para impedir las reformas neoliberales de tercera generación, como es la privatización de la energía e impedir una reforma fiscal de corte oligárquico, así como reformas educativas, económicas y sociales conservadoras. El discurso de anteayer no hace valer la fuerza en las urnas y no convence a otros sectores para sentar a Calderón y a todas las fuerzas políticas a debatir y procesar un nuevo proyecto constitucional y las reglas políticas para el futuro. Así, se repetirá el error de los diputados al inicio de la actual legislatura, cuando se dejó al PRI y al PAN elegir solos y a su conveniencia a los consejeros "ciudadanos" del actual IFE.
Víctima de su "radicalidad", López Obrador propuso una medida que es subir para abajo, bajo el discurso de lo cuantitativo, sin menaje para el país, luego de haberse considerado presidente de México y diciendo centralmente que "somos el doble de la otra manifestación".
Con esta subida de calor al horno se aísla y deja afuera su fuerza política del momento, donde podrían estarse definiendo las reglas y condiciones de México hacia el futuro. Es el mismo error que cometió en 1999 el Consejo General de Huelga al tomar el Periférico.
El discurso de lo cuantitativo lleva la movilización del Zócalo a un callejón sin salida: el TEPJF se tomará su tiempo, pero mientras habrá una demostración de debilidad y de confrontación con la ciudadanía por razones de cotidianidad. Luego de la resolución del TEPJF sobrevendrá una gran frustración.
Si la derecha está en el PAN, la contrainsurgencia priísta anidó en el PRD con una carga adicional: la factura se la pasarán a la izquierda, que hoy navega a la deriva en el mar de las decisiones lopezobradoristas, mientras guarda un silencio ominoso tras lo dicho por el periódico francés Le Monde de que "Marcelo Ebrard es el nuevo representante de la izquierda mexicana", cuyo discurso el domingo pasado en el Zócalo se concretó a pasar lista a diputados, senadores, jefes delegacionales y asambleístas "electos" a manera de legitimar y separar del escenario del fraude a la estructura conformada por los grupos y corrientes que hoy, al igual que él, viven no una derrota, sino sus victorias personales.
Jesús Reyes Heroles, jefe de la contrainsurgencia, decía: "lo que resiste apoya", y luego de que para el sector más derechista del país Vicente Fox fue un débil que se dobló frente a López Obrador en el tema del desafuero, hoy Felipe Calderón se fortalece como el líder que esperaban los conservadores.
La tarea para la contrainsurgencia no es solamente hacer uso de la represión, sino conducir a la frustración, la debacle, el descrédito. La falta de memoria, el desprecio de la historia y las experiencias, la negación a defender no sólo el voto para presidente, sino las razones y motivos para votar por una opción que debería ser considerada programáticamente diferente, hacen que esta movilización, en vez de demostrar fuerza, exprese debilidad y aislamiento político.
Una sugerencia a los animadores: no atacar mucho a Ugalde, a Elba Esther o a López Dóriga, pues en seis años podrían ser candidatos del PRD al Senado o a una diputación u ocupar la posición que hoy ostentan Núñez o Monreal.