Usted está aquí: lunes 31 de julio de 2006 Deportes Lo mejor de ayer en la Plaza México: la ovación del público a José Tomás

Más novilleros que "merecen venir" desperdician encierro, ahora de Felipe González

Lo mejor de ayer en la Plaza México: la ovación del público a José Tomás

Salvo El Canelo, no valoraron la oportunidad

Reacción ante el grito "voto por voto"

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El novillero Juan Chávez, cogido por su enemigo Foto: Jesús Villaseca

¿Ya viste quién está en la mesa de atrás?, me preguntó sin alarde el gran fotógrafo Armando Rosales, El Saltillense.

Delgado, por no decir casi en los huesos, con una playerita gris, unos pantalones de mezclilla, una barba crecida apenas y una sencillez rayana en la humildad, departiendo con una pareja amiga, estaba sentado uno de los toreros más importantes de la historia reciente de la tauromaquia, el maestro madrileño José Tomás.

Sin pensarlo siquiera, impulsado por una fuerza muy superior a la consideración que me merecían las queridas amistades con las que estaba, de inmediato me paré a saludar a tan extraordinario matador, a tan excepcional exponente de la intemporalidad vestida de luces, con la emoción infantil de volver a estrechar la mano de uno de los diestros más verdaderos, intensos y ejemplares que he visto.

Aún no empezaba el desfile de admiradores, cazautógrafos, por lo que pude decirle: "Admirado José Tomás, quizá ya te lo habrán dicho, pero en nombre de miles de aficionados mexicanos quiero darte las gracias por tu torerismo, entrega, pundonor y tu arte en tus memorables y gloriosas temporadas españolas, así como por tu congruencia para retirarte de los ruedos cuando lo consideraste conveniente. Una lástima que el público de esta plaza no haya podido volver a verte luego de que el anterior empresario asegurara en dos ocasiones que ya estabas firmado".

-¿Volverás a vestirte de luces? -le disparé con una emoción que creía cancelada.

-Bueno, todo es posible -respondió sonriente y sereno. Yo toreo muy seguido en el campo, por lo que quizá un día...

-Matador, ¿una entrevista larga, sobre el tema que quieras, inclusive de toros, para La Jornada? -le propuse esperanzado.

-No, mira, vengo sólo de vacaciones, sin intención de declarar nada, por lo que en verdad no me interesa hablar para ningún medio -contestó con segura llaneza.

En vano le recordé lo que su heroica actuación me había dictado en la crónica de la inolvidable tarde de su alternativa en la Plaza México, o que su entonces apoderado Santiago López me pidió autorización para transcribir algunos párrafos de la misma con miras a su publicidad en España. Serenamente tajante, reiteró su negativa.

Así son los emperadores, pensé, y me despedí con un fuerte abrazo.

Minutos después, el debutante queretano Luis Manuel Pérez El Canelo, le brindaría a José Tomás la muerte de su primero, el sustituto Taurino, un bien presentado novillo del hierro tlaxcalteca de Felipe González con 429 kilos. La esbelta, casi insignificante figura del enorme diestro poco a poco fue identificada por el inadvertido público, cuya ovación creció hasta convertirse en la más cerrada y emotiva de la tarde.

Ah, sí. La tercera novillada de la temporada en la México a cargo de la nueva empresa. Con la emoción casi se me olvida.

Bueno, independientemente de los criterios que la misma esté aplicando para seleccionar "toreros con cualidades, afición y conexión con el tendido", como me dijo Curro Leal antes de arrancar con las corridas toristas, salvo el citado Canelo, los otros alternantes -Juan Chávez y José Manuel Montes, no demostraron corazón suficiente para llegar a ser alguien en esto o se tardan mucho en calentar.

Dos grandes cualidades toreras demostró El Canelo: valor sereno y quietud, con las que supo honrar a su ilustre brindado. Pero de colocación, temple, mando, ligazón y expresión, muy poco o casi nada. Aun así fue sacado al tercio con fuerza en su primero y oyó palmas en su segundo, que lo tuvo más tiempo en el aire que en la arena.

Ni él ni su compañero Montes, a quien correspondieron los novillos más toreables, están, todavía, para la México. Y Chávez...

Por cierto, durante la faena al sexto de la tarde se escuchó desde general un grito a coro: "¡Voto por voto, casilla por casilla!", y la rechifla de la reacción fue sonora, aunque no tanto como los aplausos a José Tomás.

 
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