¿Fascismo larvado?
Los anónimos insultos a Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Luis Mandoki, además de la infame condición de quienes los profieren, revelan una actitud que ha estado latente a lo largo del conflicto electoral: la condición, la mentalidad fascista de muchos que se inscriben en la extrema derecha que también votó por Felipe Calderón. No digo ni de lejos que todos los votantes por Calderón sean fascistas, consciente o inconscientemente, pero habrá muchos ingenuos que, si es el caso, despertarán a la realidad con esa siniestra sorpresa cercana y frente a sí.
Cuando se habla de la extrema derecha que defenderá con Felipe Calderón, a capa y espada, el status quo, la referencia es a un núcleo duro que en la historia mexicana ha sido altamente intolerante, excluyente, antidemocrático, de una rigidez amarga que envidiarían otros fundamentalismos.
Sí, hablamos de la larga tradición oscurantista de los conservadores entreguistas del siglo XIX, pasando por los cristeros de las primeras décadas del siglo anterior, por las abundantes afinidades nacionalsocialistas y franquistas de los años 30 y 40 y por la variedad del anticomunismo que en México ocupó buena parte de la segunda mitad del siglo anterior. Las tradiciones de esa fauna parecen anidarse ahora en el "núcleo duro" del panismo que apoya a Calderón (¿y cercano a él ideológicamente?).
Hoy se ha manifestado en contra de Poniatowska, de Monsiváis y de Mandoki que, con todos sus derechos y libertades, han decidido expresarse en favor de un recuento escrupuloso de los votos ciudadanos del 2 de julio.
Exigencia que es también un derecho de la ciudadanía en su conjunto, y que implica la correlativa obligación de las autoridades de satisfacerla. Sobre todo porque se trata de un mandato constitucional (artículo 41) que dispone, sin falta, como principios rectores de las elecciones en México la certidumbre, la legalidad, la independencia, la imparcialidad y la objetividad. El Tribunal Electoral de la Federación está inexcusable, es decir, constitucionalmente obligado a asegurar el cumplimiento de esos principios y, a estas alturas, sólo hay una manera de hacerlo: procediendo a un nuevo conteo del voto por voto en todas las casillas.
Porque de otra manera ¿adónde vamos? ¿A un grave tiempo de enfrentamientos, conflictos e inestabilidad en la nación? Por lo demás, la otra gran preocupación es que más allá de la democracia expresada en las urnas, que debe esclarecerse rigurosamente, se niegue la democracia que por definición es tolerante, incluyente e inclusive defensora de los derechos fundamentales de todas las personas. Pero esto es precisamente lo que ha faltado y se anuncia ominosamente en los arteros ataques a Poniatowska, Monsiváis y Mandoki.