Usted está aquí: lunes 24 de julio de 2006 Deportes La muerte se defiende con la vida

José Cueli

La muerte se defiende con la vida

Decía en mi artículo anterior que los encierros que corren por las calles de Pamplona detrás de los mozos resuman con exudación enfermiza la escencia lúgubre de la raza española. La muerte como algo cotidiano para andar por casa.

Los toros en medio de los mozos pamplónicos en la famosa feria de San Fermín. Toros que en ocasiones se clavan en el cuerpo de los toreadores y dejan ver el drama de la muerte envuelto en jolgorio festivalero.

Este año los cornados fueron pocos y sus heridas menos graves. Aire de fiesta y muerte que año con año se singulariza y encuentra su eco y trascendencia por el cachondeo con que se mira y admira la fiesta que esconde la muerte y la torna universal.

Máxime si la fiesta brava va a la baja: "corridas oficiales" que se fueron al desfiladero, cargadas de vulgaridad, esclerosis y rutina, con un público festivalero cargado de emoción que encuentra una salida a lo contenido en los encierros.

Salvo los "victorinos", el resto de los encierros repitieron el ciclo; escasos de fuerza, descastados y toreros acelerados, "valentones", sin nada de toreros.

Inclusive, Enrique Ponce y El Juli, con sus corridas escogidas, se fueron como entraron: sin que nadie se enterara. Los mozos siguieron la tradición con sus cantos, comidas, amoríos y su gusto por beber y beber.

Hay que esperar el correteo del año entrante en que la muerte se esconderá en el cachondeo. La muerte que se defiende con la vida.

 
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