Limpieza étnica en territorio fronterizo libanés, la intención de Israel, acusan
Llueven mentiras y bombas sobre Líbano
Autoriza Tel Aviv en la ONU un corredor humanitario hacia Chipre que hace rato existe
Ampliar la imagen Un fotógrafo de la prensa internacional corre en un suburbio del sur de Beirut entre los restos de edificios destruidos por la aviación israelí Foto: Ap
Beirut, 21 de julio. Ahora caen sobre Líbano tantas mentiras como bombas. Las explosiones son fáciles de contar: tres en los suburbios del sur de Beirut la mañana de este viernes y muchas en la carretera principal a Siria, que destruyeron más el gran viaducto de Mdeirej junto con tres autobuses que regresaban a Líbano después de llevar extranjeros a Damasco. Las mentiras fueron obvias, pero igual de poderosas.
La primera fue de Ehud Olmert. Horas después de que el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, había llamado a un cese del fuego y solicitado que se abrieran "corredores" para permitir el traslado de ayuda humanitaria para la población civil atrapada, el primer ministro israelí dijo a la prensa que autorizaría dicho "corredor humanitario"... entre Chipre y Líbano.
La promesa, por supuesto, llegó a los titulares matutinos. Pero ya existe un pasaje marino libre entre Chipre y Beirut: lo que el secretario general demandaba eran "corredores" entre Beirut y los poblados del sur de Líbano, sujetos a un intenso bombardeo... y unas horas después, el ejército israelí exigió el retiro de todos los civiles dentro de 36 kilómetros de la frontera israelí, acto que los libaneses consideran "limpieza étnica" pero que, por supuesto, Ehud Olmert no mencionó.
Luego se informó que los israelíes planeaban enviar una gran fuerza terrestre por el río Litani, en el sur de Líbano, ofensiva que de ser cierta les costaría fuertes bajas y de todos modos no evitaría que Hezbollah lanzara nuevos ataques de misiles de largo alcance hacia territorio israelí. Los generales del comando norte israelí eran capitanes y mayores durante la desastrosa invasión y ocupación de Líbano, en 1982, y saben la insensatez de tal idea.
Y luego John Bolton, embajador estadunidense ante la ONU, dijo otra mentira. Para evitar un cese del fuego y una votación en el Consejo de Seguridad, preguntó cómo un "Estado electo democráticamente" podía tener un cese del fuego con una "banda de terroristas". Era imposible, dijo, pese a que su postura causará sin remedio la matanza de más civiles.
La mayoría de los ministros del gabinete libanés -y por lo menos un reportero occidental que se me viene a la mente- creen que Bolton está un poco loco. O eso, o es totalmente ignorante de la historia de Medio Oriente.
En 1980, después que katyiushas palestinos fueron lanzadas al otro lado de la frontera, Israel -presumiblemente el "Estado democráticamente electo" de Bolton- entró en un cese del fuego con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat, a la cual Tel Aviv sin duda consideraba una "banda de terroristas".
La tregua fue negociada por el teniente general Bill Callaghan, comandante irlandés de la fuerza de la ONU en el sur de Líbano, y garantizada por la organización mundial. El cese del fuego fue roto dos años más tarde por Israel, cuando bombardeó la OLP alegando que Arafat había ordenado un ataque al embajador israelí en Londres, Shlomo Argot.
Los israelíes se equivocaban: fue Saddam Hussein, fiero crítico del líder palestino, quien dio la orden, con la esperanza de que Tel Aviv acusaría en falso a Arafat del crimen e invadiría Líbano. Los israelíes lo complacieron.
Sin embargo, las mentiras continuaron hoy. Los reporteros se afanaban en decir que Israel se disponía a levantar su "bloqueo naval" a Líbano para permitir el ingreso de suministros "humanitarios".
Tonterías. Los navíos que desalojan extranjeros de Líbano han pedido cobardemente permiso a Tel Aviv para hacerlo -nadie ha olvidado el ataque aéreo "accidental" de Israel al barco estadunidense Liberty, en 1967-, pero de hecho los israelíes retiraron todos sus buques de guerra de aguas libanesas después de que Hezbollah impactó una nave cañonera con un misil de fabricación iraní, hace una semana.
Si bien los israelíes no revelaron ese hecho -y los periodistas dejaron perder la nota-, ahora se ha sabido que esa nave casi se hundió en el Mediterráneo después de que el misil incendió el cuarto de máquinas y dio muerte a cuatro marinos israelíes. La conflagración ardió más de 15 horas mientras la tripulación trataba con desesperación de salvar el barco.
Otra mentira, esta vez pequeña, se ha infiltrado en los relatos sobre la forma en que empezó esta última guerra sucia en Líbano. El 12 de julio, miembros de Hezbollah cruzaron hacia Israel, mataron a tres soldados y capturaron a otros dos. Horas después, un tanque israelí cruzó la frontera hacia Líbano y una mina lo hizo volar en pedazos; murieron sus cuatro tripulantes.
Pero ahora los informes que salen de Tel Aviv, recogidos por gobiernos extranjeros, hablan rutinariamente de que Hezbollah "mató nueve soldados" en su ataque. Al fundir dos incidentes separados, el asalto original del movimiento de resistencia libanés -ya de por sí ilegal, despiadado y letal- se duplica en salvajismo.
Una vez más, Olmert nos dice que no habrá intercambio de prisioneros por los dos soldados israelíes capturados. Pero de ser cierto, ¿por qué los israelíes contactaron a los servicios de seguridad alemanes que han negociado todos los intercambios de prisioneros entre Hezbollah e Israel durante los 20 años pasados?
Fueron los alemanes, por ejemplo, los que negociaron el canje del resto de los 123 miembros de Hezbollah y 45 prisioneros de la tristemente célebre prisión de Khiam, en el sur de Líbano, a cambio de los cuerpos de dos soldados israelíes, Rachamim Alsheikh y Jossi Fink, en julio de 1996.
Es extraño que, si bien hoy se conocen los nombres de los dos israelíes cautivos en Líbano, nadie ha mostrado interés por los nombres de los tres principales prisioneros libaneses cuya libertad ha sido demandada por Sayed Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah. La mentira de Hezbollah es que son rehenes a quienes se mantiene en cautiverio sólo por simpatizar con la guerrilla.
Falso. El prisionero más importante -para Nasrallah, claro- es Samir Kantar, de la aldea de Abey, en el sur de Líbano. Los israelíes lo juzgaron por atacar la ciudad israelí de Nahariya, en 1979, y dar muerte a tres israelíes, y le impusieron una sumamente creativa condena a 542 años de prisión. Pero en 1979 Hezbollah no existía.
Yahyia Skaff fue capturado por los soldados israelíes en marzo de 1978, después de un ataque a la costa israelí por guerrilleros palestinos que costó 35 vidas israelíes y provocó la invasión de Tel Aviv de 1978 a Líbano, otro desastre militar que tenía el objetivo de "erradicar el terrorismo" en el país árabe.
Los informes dicen que Skaff murió en el incidente, pero prisioneros liberados de cárceles israelíes insisten en que lo encontraron en cautiverio. Una vez más, Hezbollah no existía en 1978.
Nasim Nisr, israelí nacido en Líbano, fue detenido por tener contacto con Hezbollah, si bien Nasrallah no ha divulgado el hecho de que demanda la libertad de un ciudadano israelí.
De la misma forma, Hezbollah ha estado inventando cifras de bajas israelíes: afirma que siete soldados perecieron en la frontera cuando el número real es cuatro, y que ha destruido cuatro tanques, cuando sólo ha sido uno.
La tasa de cambio de vidas libanesas por israelíes se encuentra ahora apenas arriba de 10 libaneses por cada israelí. Por lo menos 327 libaneses han perecido a manos de Israel, entre ellos un puñado de hombres de Hezbollah, dos este viernes. Hezbollah ha dado muerte a 34 israelíes, entre ellos 19 soldados y marinos.
Entonces, ¿qué probabilidad hay de un cese del fuego? En 1996, durante el bombardeo israelí a Líbano, un vocero de Tel Aviv se refirió a Hezbollah como "un cáncer que crece" en Líbano. Una semana después se inició un cese del fuego. El embajador de Israel ante Naciones Unidas, Dan Gillerman, calificó el jueves pasado al grupo de resistencia islámico como "un cáncer que crece" en Líbano. ¿Qué otra cosa ha cambiado?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya