Surgido en tiempos del desafuero, ahora reaparece con diversos atuendos
Mi Peje, muñeco que representa los intereses del pueblo: Jiménez
No es de perredistas; es símbolo de "resistencia civil", expresa la gestora cultural del grupo de creadores
Es una forma de expresarnos, señala Antonio Díaz, dedicado al diseño textil
Ampliar la imagen Algunas de las presentaciones del muñeco, realizado con la Cooperativa Mexicana de Confección 19 de Septiembre Foto: Roberto García Rivas
Hay un Peje que ya porta la banda presidencial. Es el muñeco que fue diseñado en tiempos del desafuero y que ahora reaparece en varias versiones: obrero, universitario, beisbolista, petrolero, campesino (versión del Bajío y norteña), politécnico, electricista y estudiante.
Durante el proceso del desafuero -cuando Andrés Manuel López Obrador contaba con tal respaldo popular que la campaña presidencial parecía sólo un trámite-, el equipo que trabajó con la Cooperativa Mexicana de la Confección 19 de Septiembre creó Mi Peje, muñeco de tela, de 24 centímetros de altura, que debajo de un atuendo de presidiario portaba un traje y la banda presidencial.
"De alguna manera teníamos que expresarnos. Somos diseñadores, así que de esa forma lo expresamos", dice Antonio Díaz Flores, arquitecto, con maestría en diseño industrial, y que durante los pasados 20 años se ha dedicado al diseño textil.
Ahora, a la primera versión de Mi Peje se suman los arriba mencionados. Y, debajo de cada uno de los atuendos, está el Peje presidencial.
Quienes hacen los muñecos no son perredistas. Es un "símbolo de lucha, de resistencia civil", explica la gestora cultural María Jiménez Mier y Terán, del equipo que creó los muñecos. "No es propaganda ni una alabanza a su figura."
El hecho de vestirlo con distintos atuendos, de diversos sectores de la sociedad, sigue, "representa los intereses del pueblo".
La idea es que sea testimonio del momento, como fueron las muñecas hechas por Cooperativa Mexicana de la Confección 19 de Septiembre.
Una forma de empezar a construir
En 1985 "había una necesidad muy grande de participar, de sacudirte el duelo y empezar a construir", rememora Jiménez, una de las impulsoras del proyecto.
Beatriz Ramírez Woolrich, socióloga, en 1985 realizaba una maestría en diseño industrial en la UNAM (teoría del diseño sobre muñecas en tela). Un día, en Radio Educación escuchó que las costureras estaban formando una cooperativa.
Jiménez y ella decidieron entrarle a trabajar con ellas.
Se toparon con que a pesar de llamarse costureras, en realidad las trabajadoras sabían hacer sólo una parte del proceso -el corte y la costura- y desconocían el proceso completo. "Estábamos acostumbrados a que el patrón nos dijera qué hacer. No sabíamos ni cómo escoger la tela", recuerda Diódoro Ortega Herrera, sastre poblano (comenzó en el área de mantenimiento) que trabajaba en la empresa Gentry, quien se quedó sin trabajo tras el terremoto. Era, pues, la total división del trabajo.
Y llegaron estas entusiastas mujeres a proponerles que hicieran, no camisetas ni cachuchas, sino muñecas.
En esa época, Ramírez había estado estudiando acerca de lo que comunican los objetos. "Había leído sobre las arpilleras chilenas, que manifiestan a través de las telas lo que no podrían con palabras", cuenta Ramírez, quien imparte clases en el Instituto Politécnico Nacional.
Hablar de la hacedora, el propósito
La idea era, a través del objeto, hablar de la hacedora. "Que las muñecas hablaran por sí solas. Que fueran un testimonio", agrega.
"Era -dice- una forma de imponer la vida sobre la muerte."
No todo fue miel sobre hojuelas. Tuvieron que convencer a las costureras, que al principio no le veían sentido a hacer muñecas. Después batallaron con el diseño (lanzaron un concurso de diseño), debido a la falta de maquinaria y de conocimientos de las costureras.
Nacieron, finalmente, la flaca Lucha y la gordita y sonriente Victoria, y el colectivo obtuvo el firme apoyo de numerosos artistas, entre ellos Vicente Rojo, Francisco Toledo, Helen Escobedo, Martha Chapa, los hermanos Castro Leñero, Antonio Díaz Flores, Rogelio Naranjo y Lourdes Almeida.
Tras Lucha y Victoria vinieron Lucha Nudos, Luchapitas, Sonrilucha, Lucha de Noche, Lucheira La Prima Brasileira, Victoria Cara de Lunita, Lucha Prehispánica, Luchita Costurerito, Cabeza de Manzana, entre muchas otras.
Las muñecas estuvieron en exposiciones colectivas en Barcelona, España; Texas, Estados Unidos; Francfort, Alemania; Estocolmo, Suecia, y La Habana, Cuba, entre otras.
A 20 años del terremoto, en 2005 y 2006, se presentó la exposición Muñecas de colores: no olvidamos la tragedia, no olvidamos la solidaridad, en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles. Convocaron a quienes tuvieran una muñeca a prestarla y a contar su historia. Juntaron 110.
El 17 de agosto se inaugurará esta exposición en Oaxaca, en el Museo de Arte Contemporáneo.
Largo proceso
Para llegar a ser, Mi Peje pasa por un largo proceso, en manos de la cooperativa Mujeres para Hoy. En total son como 40 pasos por cada muñeco, desde coserlo hasta embolsarlo con un tríptico. Y eso que, cuentan sus creadores, se buscó el diseño más simple posible.
Cada prototipo costó 2 mil pesos (con lo vendido, apenas han pagado los costos de producción).
Actualmente, la distribución de Mi Peje es por medio de amigos y por Internet (www.monitosalamedida.com.mx). También los venden en el taller Díaz de Cossío (Centenario 63. colonia del Carmen. 5554-6960).
Además de los Pejes, este equipo creó el muñeco Mi Tabaré, "en conmemoración de la visita del presidente de la República Oriental de Uruguay a México, en abril de este año".
También realizaron "corazones contra la violencia", hechos de yute, manta y hojas de maíz, que se abren como libro. Incluyen un pequeño texto: "¿Cómo solidarizarnos a través de un objeto? Un objeto que pueda ser puente de comunicación entre los que deseamos contribuir en la lucha contra la violencia y colaborar con sus víctimas". Los fondos recaudados serán para organizaciones que trabajan por el esclarecimiento y fin de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez.