Usted está aquí: miércoles 19 de julio de 2006 Opinión Forcejeo por los votos

Luis Linares Zapata

Forcejeo por los votos

El balance de las fuerzas políticas que pugnan por el finiquito legal de la contienda electoral ha ido cambiando de manera paulatina, pero constante. Por una parte del escenario aparece la coalición Por el Bien de Todos y solicita que la votación se transparente en sus verdaderas y legítimas dimensiones. La coalición formada para la continuidad, en cambio y por la otra, empuja hacia la declaratoria de su triunfo a la brevedad posible, sin pasar por el recuento de todos los votos.

En los días inmediatos al 2 de julio el trabuco oficialista mantenía la ventaja sobre la coalición Por el Bien de Todos. Los conteos, tanto del Programa de Resultados Prelimiares (PREP) como el jurídicamente válido que llevaron a cabo en los 300 distritos, pesaban en la conciencia colectiva como aspectos determinantes. A esta ecuación se agregarían, casi de manera simultánea, acciones sucesivas: el reconocimiento de actores externos (Bush y Zapatero) y la intensa andanada mediática para forzar el reconocimiento del supuesto derrotado.

El abanderado del PRD, aparente segundo lugar de la contienda, con urgencia que pareció precipitada citó a sus seguidores a una primera reunión informativa en el Zócalo de la capital. Tres días después, la concurrencia masiva: medio millón de seguidores, según cifras aceptadas, acudieron al llamado. A pesar de la importancia de la presencia entre festiva y corajuda de los manifestantes, la rápida sucesión de los días, y otros acontecimientos, comenzaría su paulatina cimentación del Hecho Consumado. El ganador parecía inalterable: Felipe Calderón.

Después se hizo intensa la discusión pública alrededor de la validez del recurso de impugnación, de la solidez de las pruebas que se lanzaban al aire, de las actas inconsistentes, base de los errores informativos del Instituto Federal Electoral (IFE). La congruencia o discordancia de las posturas previas con las posteriores del inconforme con los resultados conocidos, se erigió en punto nodal de la disputa. Se ve, y en efecto es, un asunto que afecta la credibilidad.

Poco a poco se fue abriendo camino el derecho a la impugnación como ruta legítima por sobre la alegada falta de respeto a las instituciones y el poco apego a la ley que se atribuyen, con insistente énfasis, a López Obrador. El concepto fraude apareció en el horizonte cotidiano, muy a pesar de la cerrada negativa a tal fenómeno por parte del oficialismo. Se apoya tal actitud en la ejemplar participación ciudadana que hizo factible la jornada electiva. Una campaña publicitaria del IFE incide en ese delicado tema sin que se reclame su impertinencia temporal.

Se sucedieron varias sesiones para mostrar, en la misma casa de campaña de la coalición obradorista, indicios, rastros de algo parecido a un desbarajuste, por decir lo menos, que campea entre las boletas y los votos efectivamente depositados en las urnas. El PAN declara su voluntaria salida del debate. Pero el círculo cercano a Calderón emite señales inequívocas para solidificar su triunfo con la mirada puesta en arcanos asequibles y prometedores. Para darse mayor formalidad de ganador, se anuncia un grupo para la transición y una encargada de las negociaciones con las vecinas fuerzas políticas en juego.

Pero llegó el domingo de la segunda cita informativa y las calles del centro de la ciudad resintieron los pasos de cientos de miles de seres humanos. La mayoría de ellos muestra irreprochable de los que han sido permanentes subordinados, los que han padecido abusos y exclusiones. Aquellos que giran alrededor de los concentrados núcleos de la abundancia extrema. Más de un millón de simpatizantes, de votantes efectivos, de carne y hueso, aparecieron sin tapujos, mostrando con orgullo y desparpajo sus ingeniosos mensajes. Se apretujaron por horas en las calles adyacentes a la Plaza de la Constitución para oír y aprobar las subsecuentes medidas: el inicio inmediato de la resistencia civil pacífica y una nueva cita, la que se pide más numerosa, para el domingo final de este mes. Dos escritores reconocidos por su creativa producción literaria, a cuatro manos y en sus años maduros, se unen y esbozan una visión crítica del adelantado en los conteos, capturan en su análisis la densidad del odio sembrado en la contienda y proyectan la malformación del futuro gobierno que, de prevalecer, formaría Calderón, un candidato sitiado, dicen, por el derroche de dinero.

Empiezan a circular rumores de un arreglo, a trasmano, con los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) desde las altas esferas decisorias. La componenda daría carpetazo al peliagudo asunto que se ha puesto a la atención de los jueces, ya fuera por la presión gubernamental o por la flagrante ruta del soborno palaciego. Los famosos, por pesados y ubicuos mercados -se especula con insistencia- dan ya por descontada la declaratoria de Felipe como presidente electo. El prematuro ganador hace esfuerzos difusivos para ser captado presidenciable, uno que se ocupa en la generosa tarea de tender puentes de concordia. Ofrece coaliciones por doquier, siempre y cuando le aporten votos legislativos para que su proyecto de continuidad tenga intacta concreción. Se publica una carta con la firma al calce de 15 de los 17 gobernadores priístas reconociendo, implícitamente, a Calderón, la historia harto conocida de acuerdos cupulares. Los senadores priístas eligen, por unanimidad, a su pastor, sujeto clave en las negociaciones por venir.

Y lo que parecía una lucha desbalanceada por el Poder Ejecutivo federal empieza a mostrar un rostro de crudos y hasta terribles rasgos que prefiguran, al menos por un tiempo prolongado de horas, un cerrado forcejeo que sólo el tribunal podrá saldar. La salud de la República pende de ese hilo; ojalá se dé con sabiduría y honestidad.

 
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