La apertura de paquetes, "imperativo de legalidad y justicia", sostuvo El Maquío
En 1988, Clouthier pidió a diputados anular la elección presidencial
Denunció irregularidades y manipulación de resultados en favor de Carlos Salinas
Ofreció como pruebas el contenido de los documentos bajo resguardo del Ejército
Ampliar la imagen Manuel J. Clouthier Foto: Luis Humberto González
En septiembre de 1988, cuando se debatía en la Cámara de Diputados la calificación de la elección presidencial de ese año, el entonces candidato panista, Manuel J. Clouthier del Rincón, El Maquío, llamó a los legisladores a anular las votaciones, no sólo por las irregularidades cometidas en la jornada comicial, sino también por la manipulación de los resultados en favor de Carlos Salinas de Gortari.
En ese momento, El Maquío reclamó: "La apertura de los paquetes electorales, exigencia reiterada del Partido Acción Nacional (PAN), resulta imperativo de legalidad y de justicia.
"La rotunda negativa del colegio (electoral) a la apertura de los paquetes demuestra dos grandes verdades: por una parte, la inutilidad de su guarda y custodia; y por otra, que el propio gobierno sabe bien que el contenido de las actas de escrutinio no coincide con el cómputo correcto de los votos reales que están dentro de los paquetes tan celosa como vanamente custodiados. ¿Valdrá la pena negarse a la revisión de los paquetes a costa de la legitimación y autoridad moral del próximo gobierno?"
Ante la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales, que debía presentar el dictamen acerca del resultado de la elección, Clouthier ofreció como pruebas de la impugnación general del proceso el propio contenido de los paquetes electorales, que estaban bajo resguardo del Ejército en la Cámara de Diputados.
Contra los argumentos de su propio candidato, las pruebas fueron quemadas después con la anuencia de la bancada panista, llevada de la mano de Diego Fernández de Cevallos.
Argumentos similares, 18 años después
Como ocurre ahora con el PAN, que se niega al recuento voto por voto, en aquella época el partido en el poder, el Revolucionario Institucional (PRI), utilizó el argumento de que el conteo de los votos estuvo a cargo de ciudadanos seleccionados al azar y que las actas de escrutinio fueron firmadas por los representantes de los partidos políticos, lo cual les daba validez.
Durante la sesión de la Comisión de Gobernación, el 8 de septiembre de 1988, a la que fue invitado, el candidato panista afirmó que el grupo en el poder difundía "dos grandes falacias para tratar de acreditar la legitimidad del proceso electoral, que en alguna medida han confundido a quienes no están cerca" de la tarea político electoral.
El Maquío, quien se convirtió en símbolo panista de la lucha por la democracia y se presentó en San Lázaro a defender no una posición personal, sino el voto ciudadano, dijo a los legisladores: "la primera (falacia) consiste en afirmar que la elección es inobjetable, habida cuenta de que en la mayoría de las casillas del país hubo representantes de todos los partidos; la segunda consiste en afirmar que esos representantes verificaron el cómputo".
Sin embargo, agregó, los voceros del gobierno se cuidaron de no precisar que, conforme a la ley electoral vigente, el único que tenía autoridad en cada casilla electoral era el presidente de la misma, y en ocultar que los representantes de los partidos sólo podrían presentar protestas por escrito ante las más graves y flagrantes violaciones a la ley.
Por tanto, expuso, no fue válido argumentar que su presencia avaló como verdaderos los datos que los funcionarios de casilla asentaron -en esa elección- en las actas de cómputo.
También reconoció ante los diputados la participación de los ciudadanos en las urnas, "el entusiasmo y valentía de muchos mexicanos en la defensa del voto", lo cual rompió los parámetros sobre los que fue planeado el fraude, "y la democracia se abrió paso en muchos distritos, a pesar de todo lo que se hizo para cerrarle la puerta. A ello obedece que a nivel distrital algunos resultados coincidieran con la voluntad popular".
En su exposición, El Maquío preguntó cómo podía conciliarse esa declaración suya con la exigencia de nulidad de la elección, y respondió con un amplio argumento sobre el origen de los votos computados en favor del PRI.
Estos, explicó, tuvieron tres fuentes: el voto real de sus simpatizantes, el falso recolectado a través del taqueo, brigadas de votantes, relleno de urnas y el voto corporativo, y los sufragios falsos provenientes del arreglo y el maquillaje por casillas, municipios y distritos completos.
La participación de Clouthier, que fue rescatada por el investigador Javier Alvarez Magaña, definió que el arreglo total de votos reales y falsos no reflejó por ningún concepto la verdadera voluntad popular, pero que cuando las cifras se desagregaban, la densidad del fraude se diluía, y al entrar en la compulsa con los sufragios de otros partidos se permitía "que en algunos el resultado se acerque al verdadero sentido del mandato ciudadano. Por eso la nulidad sólo afecta a la elección presidencial y a un número determinado de distritos, donde la vigilancia de la oposición fue imposible".