Usted está aquí: miércoles 12 de julio de 2006 Opinión El martirio de los hijos en la guerra de Irak

Robert Fisk

El martirio de los hijos en la guerra de Irak

Beirut. En las mezquitas de Sidón y Trípoli alardean de sus "mártires" en Irak: palestinos y libaneses que hicieron su último viaje, desde los barrios pobres y campos de refugiados de Líbano, a la muerte entre los desechos de la guerra iraquí. Uno de los más recientes combatientes palestinos, aunque al parecer los estadunidenses no tienen idea de cuál era su nombre, murió en el ataque aéreo de Estados Unidos contra el escondite de Abu Mussab Zarqawi, el presunto jefe de al Qaeda en Irak. La muerte de Saleh Qilawi, quien compartía aparentemente la casa de Zarqawi en Baquba junto con dos de las esposas del líder, un niño y otro hombre, ocurrió cuando los jets estadunidenses dispararon dos misiles contra el edificio. El hecho fue anunciado por los altavoces de una mezquita en el campo de refugiados de Ein el Helwe, en Sidón.

Carteles que tapizan los muros de Trípoli alaban a más de 50 "mártires", todos ellos sunitas musulmanes de la segunda ciudad más grande de Líbano, donde los sermones radicales islámicos se han vuelto cada vez más frecuentes a raíz de la invasión estadunidense de 2003 a Irak. Tanto en Trípoli como en Ein el Helwe, los carteles y banderas proclaman el apoyo del pueblo libanés a "los héroes de Fallujah", el centro de la insurgencia iraquí en la provincia de Anbar y que ha sido el campo de batalla de las tropas estadunidenses y sus opositores árabes durante más de tres años.

Qilawi dejó Sidón para ir a Irak hace un año, y regularmente llamaba por teléfono a sus padres. Cuando éstos "celebraban" su muerte, las familias de los libaneses y los palestinos que murieron combatiendo a las fuerzas armadas de Estados Unidos afirman que no tienen por qué hacer duelo: constantemente reciben felicitaciones de los miembros del movimiento de Isbar al Ansar que, según autoridades de Beirut, estuvieron detrás del levantamiento en las montañas del norte de Líbano hace seis años.

En el campamento de Sidón, Darwish Hitti también "celebra" la muerte de su hijo Mohamed, quien junto con su amigo Mohamed Yorshali falleció hace una semana. Nadie sabe cómo murieron, pero el reportero local Mohamed Zaatari afirmó que estos mujaidines dejaron notas en las que informaban que se unieron a la jihad y pedían a sus padres no llorarlos.

Está claro que tanto en Sidón como en Trípoli hay gente dedicada a reclutar a posibles combatientes que quieran ir a Irak. Un residente de Sidón dice que no sólo el movimiento Isbar al Ansar lo hace, sino también el religioso Tawheed (unidad), y que ambos están enviando a gente a Irak. Para pocos es un secreto que los futuros mártires, también involucrados en los atentados con bomba contra soldados estadunidenses, se trasladan a través del territorio de Siria.

Cuando el diario The Independent reveló por primera vez que decenas de atacantes suicidas se trasladaban de Líbano a Irak, una familia dejó claro en entrevista que había hombres en la comunidad que "estaban a la espera del mensaje que les informaría que era su turno de ir".

Para Líbano, estos son tiempos de tensión. El mayor grupo del país -el de los chiítas- siente tener mucho en común con los chiítas de Irak y sufre amargamente la destrucción de sus mezquitas y otros lugares sagrados, de la cual los estadunidenses culpan a los insurgentes sunitas.

Muchos prelados sunitas de alto nivel en Líbano tienen relaciones o parentescos con los chiítas iraquíes. Sin embargo, los sunitas conforman la segunda mayor comunidad musulmana en Líbano y con mayor frecuencia expresan su apoyo hacia sus correligionarios en Irak.

Los chiítas del sur y este de Líbano ahora ven a las ciudades mediterráneas de Trípoli y Sidón con una preocupación que raya en la desconfianza.

Debido a que la comunidad alawita, que domina el poder político en Siria, es chiíta, cuando la mayoría de los sirios son sunitas, no es difícil de entender las más oscuras pesadillas que padecen los pueblos de esta región. Si el conflicto civil en Irak se moviera hacia el oeste, podría abrir abismos a partir de las grietas religiosas que existen de Bagdad a Líbano. Se trata de una distancia de solamente 80 kilómetros, pero es un prospecto apabullante para todo el mundo árabe.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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