Usted está aquí: lunes 10 de julio de 2006 Deportes Vuelve a la México el hierro de San Diego de los Padres

Vuelve a la México el hierro de San Diego de los Padres

LUMBRERA CHICO

El domingo se abrirán de nuevo las puertas de la Plaza México y ocho cornúpetas de la legendaria ganadería de San Diego de los Padres se encuentran ya listos para ser estoqueados por los novilleros nacionales Juan Luis Silis y Manuel González Montoyita, así como por el colombiano Ricardo Rivera, que llega al embudo de mayores dimensiones del planeta envuelto en una serie de triunfos que, al decir de quienes lo han visto, dejaron honda huella.

Entre los aficionados más veteranos el solo nombre de San Diego de los Padres despierta inmensa nostalgia. Pero ésta va más allá de los recuerdos de la generación más antigua que aún vive para contarlos. El hierro fue fundado en Toluca, hoy estado de México, en el año de 1853, por don Rafael Barbabosa Arzate, que también era propietario de Santín, que estaba allí mismo en el potrero de junto.

La primera vez que sus toros fueron lidiados ocurrió en 1859, y desde ese momento empezó a abastecer las fiestas de todas las plazas de trancas de la región, mientras el país vivía convulsionado por los altibajos de aquella intensa fase histórica. A la ciudad de México no vinieron sus ejemplares sino hasta 1897, cuando su divisa se cubrió de gloria en la plaza del Paseo de Colón, en una corrida parchada en la que un toro de don Eduardo Ibarra obtuvo el indulto y fue adquirido e incorporado como semental por los herederos de Barbabosa Arzate.

Estos, justo en el año en que estalló la Revolución y se fue del país Porfirio Díaz, agregaron a la vacada tres sementales españoles del Marqués de Saltillo y seis hembras de vientre del mismo encaste, pero entre la polvareda que levantaban los tumultos de aquellos años ya no vieron el resultado de sus esfuerzos y terminaron vendiendo todo el hato al industrial Nicolás Gonzáez Jáuregui, que reinstaló el criadero en tierras del estado de Querétaro.

Después de largas décadas de triunfos imborrables, que ya no hay espacio para evocar aquí, José J. Marrón Cajiga compró el hierro en marzo del año 2000 y se lo llevó a San Miguel de Allende, Guanajuato, en donde con mucha paciencia y entusiasmo ha tratado de reorganizar las reatas, mejorar los encastes y preparar el retorno a los redondeles de México de un nombre ligado estrechamente a lo mejor de la tradición taurina de nuestro país.

Pero mientras llega la hora de la zarzamora y timbales y clarines suenan de nuevo en el coso de Mixcoac, en los mentideros taurinos ayer no se hablaba de otra cosa -porque tampoco, entre futbol y elecciones, hay mucho de hablar- sino del nuevo mano a mano que se dieron anteayer, en la placita de San Pedro Xalostoc, Eulalio López El Zotoluco y el tlaxcalteca Rafael Ortega, con astados de San Martín, donde el primero cortó cuatro orejas y el segundo indultó, no sin polémica, a su último enemigo.

Y por ahora sólo cabe esperar las noticias de la ciudad de Madrid, donde ayer debutó el niño prodigio mexicano Joselito Adame, de cuya actuación en la Plaza de Las Ventas daremos cuenta dentro de ocho días.

 
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