Usted está aquí: sábado 8 de julio de 2006 Cultura Melómanos y villamelones engalanaron una función de ópera con su chorcha

Erigidos en críticos de luneta, dieron rienda al entusiasmo en tiempo real por celular

Melómanos y villamelones engalanaron una función de ópera con su chorcha

La Boheme en Bellas Artes puso de nuevo gorgoritos sobre el escenario y poses en el butaquerío

La dirección escénica rompió la tradicional pomposidad de los cantantes

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen Durante la primera función de la ópera La Boheme, la noche del jueves, en el Palacio de Bellas Artes Foto: Francisco Olvera

Ampliar la imagen Durante la primera función de la ópera La Boheme, la noche del jueves, en el Palacio de Bellas Artes Foto: Francisco Olvera

Ya no se ven pipas ni guantes. A la gala operística se acude en garras, si se desea. Lo importante es mantener el tono de solemnidad, poner cara de experto, aplaudir a rabiar a mitad de cada acto (aunque se interrumpa a los intérpretes) y gritar ''¡bravo, bravísimo!", luego de las explosiones vocales.

No obstante, durante el estreno la noche del jueves de la breve temporada que tendrá, en el Palacio de Bellas Artes, la ópera La Boheme, del compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924), algunos espectadores, menos ortodoxos, de plano hablaban por celular a mitad de la función, bostezaban o criticaban el atuendo de los cantantes sin poner atención a los ''gorgoritos".

Las sopranos Olga Makarina y Eugenia Garza encantaron al público. Se llevaron la noche no sólo por la calidad de sus voces, sino por su actuación. Se les vio cómodas con su papel, la primera como la frágil Mimí, la segunda como la coqueta Musetta.

En contraste, la interpretación del tenor Fernando de la Mora, en su papel del poeta Rodolfo, no dejó satisfechas a varias personas que lo percibieron un tanto acartonado, inexpresivo, sin criticar, eso sí, los alcances de su voz, aunque en ocasiones lo opacaba la orquesta.

Fue en los duetos con Makarina donde la voz del tenor brilló, al ser arropada por los multicolores matices que brotaban, cual fresco oleaje, de la garganta de la cantante rusa.

La puesta en escena de César Piña rompió con la tradicional pomposidad de los cantantes de ópera.

En esta versión de la más popular de las 12 óperas compuestas por Puccini, los intérpretes debían subir, bajar, correr, brincar, de aquí para allá, casi como co-reografía de teatro musical, lo cual entusiasmó a la concurrencia.

''Está bastante movidita, sí vale la pena traer a los niños", señaló una señora a su grupo de amigas que comentaba lo guapa que se veía ''la Musetta" y lo mucho que les gustaba la ''enjundia" de la dirección de Enrique Patrón de Rueda al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, quien durante casi toda la función mantuvo la sonrisa.

También destacó en su papel del pintor Marcello, el barítono Luis Ledesma, quien creó todo un personaje bohemio, divertido, apasionado, pícaro, sin descuidar un ápice la calidad del canto.

Debate entre susurros

Entre el público se encontraban varios jóvenes. Para algunos quizá era su primera vez en una ópera, como lo señaló Lucía, quien se afanaba por leer en la minipantalla colocada en la parte superior del escenario la traducción al español de la ópera, sin descuidar la acción en escena.

Luego preguntaba a su amigo: ''¿por qué la cantan en italiano? ¿Acaso no se oiría bien en español?" Así empezó un debate entre susurros:

-Si no fuera en italiano no sería ópera -respondió el acompañante de la joven.

-La trama es como de telenovela, se enamoran en cinco minutos.

-Eso es lo de menos, lo importante es venir a escuchar las voces.

-¡Ah! -concluyó Lucía, quien al minuto siguiente ya dormitaba.

El segundo acto de La Boheme, que se desarrolla a las afueras de un café tradicional del barrio Latino parisiense, fue uno de los más aplaudidos: una fiesta con globos, listones, titiriteros, máscaras de carnaval, tambores y la participación de los niños de la Schola Cantorum de México (dirigidos por Alfredo Mendoza), espontáneos y dando muestra de sus incipientes, pero brillantes dotes vocales.

Sapientes del bel canto

El tercer acto, ubicado en una noche de invierno en las afueras de París, contó con la mejor escenografía (realizada por David Antón), de acuerdo con los ''críticos de luneta" (las personas que no dejaron de cuchichear durante toda la gala, engolando la voz y haciendo su mejor esfuerzo para que las personas a su alrededor notaran su sapiencia en aspectos del bel canto).

El momento cumbre, el clímax tanto para melómanos como para villamelones, sucede en el cuarto y último acto de La Boheme, durante la muerte de Mimí en brazos de Rodolfo, el dueto de amor por excelencia.

Ahí el tenor se lució un poco más de lo que pudo en los tres actos anteriores y cerró con decoro la noche, mientras Makarina emocionó a expertos y neófitos en puestas operísticas, al fin convertidos tan sólo en admiradores de su deliciosa voz.

La Boheme, ópera en cuatro actos de Giacomo Puccini, con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en Escenas de la vida bohemia, de Henri Murger, se presentará el domingo 9, el martes 11, el jueves 13 y el domingo 16 de julio en el Palacio de Bellas Artes (avenida Juárez, esquina Eje Central, Centro Histórico).

Participan la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes dirigidos, respectivamente, por Enrique Patrón de Rueda y Alfredo Domínguez.

 
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