Número 120 | Jueves 6 de julio de 2006
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Milicia, La masculinidad institucionalizadas
Córtale las piernas para que no corra
El soldado no debe mostrar compasión al momento de enfrentarse al enemigo: la valentía es reconocida
y correr riesgos es una obligación. La exaltación patriótica, la violencia y la destrucción del otro son parte de la doctrina militar, contra todo y pese a todo, la salud de los militares incluida.

Por Antonio Medina

Córtale los brazos para que no mate.
Córtale las piernas para que no corra.


Entre la tropa del Ejército mexicano es común que circulen textos como este, cánticos para los entrenamientos que al tiempo que hacen menos monótona la tarea, les inyecta “garra”, coraje y valor para soportar la vida militar. Las letras exaltan la valentía del soldado y los instan a luchar y vencer la debilidad, la mediocridad y la pereza. En los campos militares es usual escuchar el canto común del pelotón. Las frases se repiten con insistencia al ritmo del trote:

Sácale los ojos para que no vea.
Córtale la lengua para que no hable.
Que no quede huella de un miserable.

Valores peligrosos
Las letras de estos cánticos reivindican los valores propios de la milicia: la lealtad, el orden, la disciplina, el respeto a la bandera y el amor a la patria. Enaltecen la masculinidad como un valor supremo y, particularmente, incitan a odiar al “enemigo”, a exterminarlo:

En la isla del león dormido se escucha un lamento,
¿ de quién será?
Es un guerrillero ya moribundo que implora tener piedad
Pero a mi mente llegó un recuerdo de muchas vidas que hay que salvar


“Esas canciones nos sirven de energía para no ser débiles ante la vida”, comenta Israel, un joven militar de 23 años. Héctor, con apenas 19 años, explica: “No sabemos quienes las compusieron porque son anónimas. Lo que sí sabemos es que las han cantado otros militares que han dado su vida defendiendo al país contra la delincuencia, el narcotráfico o en desastres naturales, o simplemente son las que en algún momento pudieron haber inspirado en el pasado a grandes militares para seguir adelante”.

Al leer las letras de esas canciones, Juan Guillermo Figueroa, académico del Colegio de México, plantea que reflejan la verticalidad de la institución armada y la vida cotidiana de hombres que están sujetos a una pirámide de autoridad en donde cada escalón debe obediencia al superior. Por otro lado, hablan de un alto sentido de pertenencia, propiciado por el adoctrinamiento que moldea su comportamiento, personalidad y horizonte de vida, al tiempo que les hace fortalecer el ideal de lo masculino por encima de la voluntad, la salud o la vida.

Figueroa sostiene, en su investigación Identidad masculina, equidad de género y salud reproductiva en el contexto de las Fuerzas Armadas en América Latina, que la población masculina que se integra a la milicia presenta características que la hace más vulnerable a los riesgos que involucran su salud sexual. La razón es el desarraigo de los jóvenes militares, además de su bajo nivel de instrucción y alto grado de pobreza, características que los hace particularmente leales a los principios de obediencia y disciplina propios de las instituciones militares.

Estas condiciones de vida y la formación a la que son sometidos en la institución militar pueden generar actitudes violentas y autodestructivas que repercuten en su salud sexual, como el consumo excesivo de alcohol o droga y exponerse constantemente al peligro por lograr el reconocimiento. Al mismo tiempo, el aislamiento y la movilidad geográfica constante entre la tropa facilita que se busque con mayor frecuencia que la población civil masculina el sexo comercial o prácticas sexuales de riesgo con personas desconocidas, sean del sexo opuesto o de su mismo sexo.

Sexo y riesgos = valentía
“No soy un cobarde, por eso soy militar”, refrenda Israel en su plática con Letra S, quien en una misión sufrió un accidente en el que casi pierde la vida. Salir a salvo le trajo el reconocimiento de sus compañeros y superiores, quienes durante su convalecencia en la base de entrenamiento le prometieron que cuando estuviera “sanito” lo llevarían con unas viejas para saciar sus deseos sexuales.

“Una vez que me compuse me llevaron a una zona roja cerca de la base y me contrataron una chava. Esa fue mi primera relación sexual. Me sentí mal con mis compañeros porque realmente no pude hacerle nada. Me cohibí, pero ellos nunca se enteraron. Después yo solo comencé a visitar esos lugares para tener sexo, aunque he de reconocer que en varias ocasiones lo hice sin condón y otras muy borracho. Yo creo que cuando ya has tenido relaciones con mujeres comienzas a madurar y te ven con más respeto, pues antes, todos sabían que no había cogido y se burlaban de mí, me veían como un adolescente”.

Héctor, a su vez, buscó su primera relación sexual ya era soldado, pues antes, con su novia, no se había dado la oportunidad. El día franco que buscó una compañera sexual se topó con un travesti en un bar, aunque precisa: “En el sexo yo era el activo y él realmente era como una mujer”. Héctor no se considera gay, pero se dice liberal y sin limitaciones en el sexo. “Mis relaciones con Perla —nombre del chico travesti fueron también de amigos. Muchos aquí le atoran con los gays, sea por dinero o porque les gusta. La diferencia es que yo sí lo acepto sin problemas y otros tienen esas relaciones en secreto”.

Para Juan Guillermo Figueroa, los varones mexicanos comparten la misma cultura machista, pero los militares están sometidos a un esquema de ejercicio de la masculinidad que se caracteriza por tener una sexualidad competitiva, muchas veces violenta y vivida como una fuente de poder y sometimiento, homofóbica y habitualmente realizada como una obligación. Agrega en su texto citado: “Tienen una sexualidad mutilada por centrar todo en el placer genital y esperan ansiosamente el coito en detrimento de la prolongación o calidad del placer”, lo que los empuja a no protegerse y proteger a sus parejas sexuales de posibles infecciones de transmisión sexual.