Usted está aquí: jueves 6 de julio de 2006 Opinión No la esperanza, sí la corrupción

Dr. Sergio Fernández

No la esperanza, sí la corrupción

Mi fuerte no es la política, pero sí me asiste el deber de seguir paso a paso los acontecimientos de mi país, del que no es justo que por un puñado de camaradas del PAN me pueda sentir avergonzado.

Al ver ayer por televisión al señor Ugalde disfrazando su discurso de tal modo que pudiera uno juzgarlo como el de un senador romano que -impelido por fuerzas mayores- no pudiera decir sino la verdad, me quedé por instantes desconcertado porque aún por milésimas de punto Ugalde debió señalar esa cifra y no callarla para ganar tiempo y rasurar los votos, que en pequeñas medidas logran la farsa representada por el PAN (a quien él, Ugalde, pareciera pertenecer) tuviera el amplio terreno donde tal mentira -umbral de la mayor, o sea de que el señor Calderón Hinojosa ganó las elecciones presidenciales- tomara vuelo y, creída por los ciudadanos, caer en manos de la "derecha" más escandalosa y cínica que ha visto este país. Hincados frente a Calderón Hinojosa no tendríamos otro remedio que recibir la hostia consagrada de la Iglesia católica, volar a Roma a repetir tal acción con nuestro nuevo papado alemán y llevar la fiesta en paz, arrastrando entre todos el cadáver de Benito Juárez, como lo hizo Orozco con el de Maximiliano en uno de sus poderosos lienzos donde a las cosas las llama por su nombre.

Es inconcebible, no que estos hechos ocurran, sino quedarnos callados ante la farsa con la que el PAN piensa perpetuarse como por 70 años como lo hizo el PRI, aunque entre sus filas estuvieran representados asesinos abanderados nada menos que por un agazapado ex presidente, a quien, por haber prescrito su delito, si no ya en prisión, lo imaginamos subir y bajar por los pasillos de su casa rumiando el crimen cometido, al que no alcanzan a esconder ni las arrugas de la vejez. Luis Echeverría Alvarez es, de hecho, un personaje que no hubiera despreciado Shakespeare; Echeverría a la altura, por ejemplo, de un Ricardo III. Por eso nos preguntamos qué nuevo Echeverría trae ahora en sus amplias redes el PAN. No se necesitan nuevos halconazos, pues ya tenemos entre nosotros nada menos que la descalificación política de Andrés López Obrador a la silla presidencial.

¿Qué nos espera si no reaccionamos ante un hecho a todas luces tan excesivamente bochornoso que de sus raíces el PAN nos borra 134 años de historia a la muerte de Benito Juárez? Pues de ser el México laico que nos legó nos convertimos (el conejito blanco sale del sombrero de copa) en un país no ya católico, sino en uno que, cobijado por esa máscara, nos lleva hasta los cristeros en pleno siglo XXI. Y matar por Jesucristo con enmascarados cristianos de por medio (joyas valiosas, vestidos dernier crie y espectaculares viajes presidenciales al canto) ¿no es la mayor vileza hombro con hombro, con guadalupanos que intentan olvidar con sus rezos la miseria cotidiana?

No queremos católicos, protestantes o pandillas enteras de "cristianos", religiones que al parecer México actualmente procrea. No es tampoco tiempo de marginar a nadie porque sea religioso, sino porque intente imponer su sello al Estado. Es oprobioso lo que en silencio ha acuñado nuestro actual Presidente, cuyo último "pecado" es querer perpetuarse, pues a la mano está Calderón, en otro tiempo desplazado por su desobediencia al mandatario, aunque ahora a ambos les convenga estrechar fuerzas para vencer al enemigo, que es el pueblo entero de México representado por López Obrador. En uno de sus últimos discursos antes del 2 de julio Obrador abrió los brazos a todas las iglesias que el país pudiera albergar, pero otro es el sentido de sus palabras. En Calderón en cambio habrá un Estado-Iglesia que huele a algunos siglos, nada breves, de la Edad Media. Es moho del alma. La Colonia en este país sigue vigente.

Por correo electrónico se repartieron algunos sucesos impresionantes por "cotidianos". El primero de junio en La Jornada se publicó una nota que escribe el señor Práxedes Sánchez, mexicano que vive en Estados Unidos. El párrafo que nos espeluzna dice: "me consta que el IFE devuelve los votos que son para el PRD y acepta los que van a favor del PAN. En el Desfiladero esqueje de La Jornada se recogen estas elocuentes palabras. Los votos devueltos son los de mis hijos". ¡Hay razón más contundente que la de un hombre que, si vive en el extranjero, el hecho lo exonera de cualquier odio partidista? No es posible aceptar el dedazo panista como para nuestra desgracia (somos un pueblo sospechosamente encapuchado y tímido); como para nuestra desgracia, digo, aceptamos por más de 70 años a un PRI, fétido ahora. No a imposiciones; no a Felipe Calderón. Y a Ugalde le diremos, con todo respeto, que "a otro perro con ese hueso".

 
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