Kerry y el imperio de las minorías
Darán miles de argumentos, pero el escenario de "empate" que estamos viviendo en México ya es una calca, una copia, un esquema de las elecciones estadunidenses de 2004. Atraídos por una competencia "reñida" y, por tanto, de una "responsabilidad ciudadana", hemos sido arrastrados a las urnas para "decidir el futuro de México", que no ha sido más que legitimar la continuidad del mismo modelo económico expresado en las propuestas de todos los candidatos, sin excepción.
En 2004, el candidato demócrata John Kerry era el "menos peor" frente a la amenaza de la continuidad bushiana y los sectores progresistas y antibelicistas estadunidenses fueron llevados al proceso y terminaron legitimando la elección. La noticia, dada por los medios, no fue que había ganado George W. Bush, sino que había sido la elección con la "participación más alta en la historia de Estados Unidos". A la semana siguiente, las tropas de ese país, legitimadas por la copiosa votación, estaban bombardeando Mosul en Irak.
En México, luego del proceso de 2003, estaba claro que el principal enemigo del neoliberalismo era la abstención y, por tanto, la falta de legitimidad política, la transición política y económica. Para ello, se requería una amplia participación electoral, sin que pusiera en peligro los pilares del modelo y la integración económica, y para eso se necesitaba un Kerry. Para lograr una amplia participación, qué mejor que la venta del "todos pueden ganar", igual que se vende el sueño americano, llevando a todos los contendientes al terreno mediático del terror y el escándalo sin cuestionar el modelo. Bajo esta democracia se imponen las minorías y sólo se arma mayoría cuando lo requieren los intereses oligárquicos y trasnacionales.
Desde ayer, ya existe una pírrica ventaja para uno y el segundo se tirará (o lo tirarán) a la lona, como a Kerry, presionado aquí por la campaña televisiva, exigiendo respeto al resultado electoral, "aunque sea por un voto".
Mucho se habló de lo que sería el 3 de julio y se podía prever que esto sería el limbo ante un resultado cerrado y un escenario de empate técnico como anunció el Instituto Federal Electoral la noche del domingo. Congelado el entusiasmo, las siguientes horas crean el espacio para que las fuerzas maduren sus triunfos pírricos y otros sus derrotas, bajo el discurso de llamados a la "unidad nacional" y la "responsabilidad". En las próximas horas vendrá el desmantelamiento de la confrontación, mediante la declaración de que todo lo que se dijeron durante las campañas era de mentiritas, pues al final el rumbo de México es uno y aquí no se necesitan mayorías articuladas ni rupturistas, sino una administración del proyecto.
Si el PRD y el PAN tienen como tarea administrar el proyecto de integración, el PRI estará jugando a vender legitimidad al triunfador pírrico de la contienda y lo que en este espacio se anunció que se daría en el último debate, el PRI lo estará haciendo frente al resultado electoral.
Hoy el voto de las minorías-minorías por el partido Nueva Alianza, que las encuestadoras nunca lograron detectar, y que podríamos llamar "el músculo de Elba Esther", tiene más votos que la diferencia que habrá entre el primero y segundo lugares. ¿Cómo fue que más de 2.5 millones callaran su preferencia electoral y dieran esa sorpresa? ¿Cuánto valdrán los diputados de este partido para hacer mayorías en la Cámara de Diputados?
No obstante que lo mejor de la tarde fue la cara de Roberto Madrazo con su sonrisa congelada durante la intervención de Mariano Palacios Alcocer, lo cierto es que el domingo por la noche llovieron cenizas para todos, pese a que algunos gritaron, como Jorge de la Vega Domínguez en 1988: "¡triunfo claro, inobjetable y contundente!", que hoy, como ayer, nadie creyó y siguió por el camino de lo patético.
Lo evidente es que este sistema político, basado en minorías, ha llegado a su límite para los mexicanos, aunque es funcional para quienes ven en el país un patio trasero, su basurero y su gran maquiladora. El nuevo presidente no será un interlocutor frente a otros estados y otras economías, pues carece de poder propio y no tendrá posibilidades de establecer compromisos, ya que toda decisión deberá responder a los intereses de los dueños del país, que operan mejor con un gobierno paralizado y débil que frente a un gobierno fuerte.
Hacia septiembre, según los pronósticos de los resultados electorales para el Congreso, el neoliberalismo será la única fuerza que tenga mayoría, pues diputados y senadores de esta doctrina llegan hoy mayoritariamente, vía el PAN, el PRD (con todos los príistas y panistas lopezobradoristas), el PRI y Nueva Alianza.
El fantasma del nuevo Kerry empieza ya a recorrer la elección mexicana y a dejar en la conciencia de quienes han luchado por la transformación auténtica del país la necesidad de retomar el camino de los principios y una conducción consecuentemente democrática.