Usted está aquí: viernes 30 de junio de 2006 Opinión Presos, campañas y elecciones

Adolfo Gilly /II y última

Presos, campañas y elecciones

3. La Sexta Declaración y la otra campaña

La revista Contrahistorias, que hoy presentamos, publica los comentarios de quienes estamos en esta mesa sobre la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Se trata de un documento razonado, vívido, con sustento teórico y escrito en el sencillo lenguaje de la experiencia. Dice las palabras que los políticos y los partidos institucionales niegan o eluden: explotación, despojo, racismo, represión, las cuatro patas reales del régimen capitalista en México y en el mundo, aunque las encubran las ideologías y las televisoras.

Sobre ese texto fundador el EZLN lanzó la otra campaña. Recogió en su trayecto múltiples voces y organizaciones de los pueblos que dijeron del dolor, el sufrimiento, la opresión, la explotación, y también del respeto a sí mismo y a los demás, de las luchas y sus motivos, sus deseos y sus objetivos.

Creo que ese memorial de agravios, ese paciente escuchar que ninguna otra organización emprendió con tal intención y envergadura, fue una iniciativa necesaria y un acto de audacia intelectual, esencial entre todas las audacias.

Creo que es preciso terminar esa tarea. De ella -no de los acuerdos de cúpula para después negociar con quienes ocupen cargos electivos- tendrá que surgir un documento que alcance a expresar esa realidad y sus demandas, como los 11 puntos iniciales de la rebelión de 1994 expresaron las de las comunidades indígenas sublevadas. Tendría que ser la forma programática de todo lo vivido y escuchado y dicho, las palabras que expresaran a la vez las luchas, los objetivos y los deseos de vida y libertad, de trabajo y disfrute, de fraternidad y respeto.

No sé cómo se podrá llegar a hacer ese documento, pero se está volviendo tan indispensable como la organización autónoma frente a las instituciones y a sus partidos. En este punto siento que entre el discurso teórico y político de la Sexta Declaración y la actividad organizativa de la otra campaña está existiendo desde finales de abril una disparidad. No soy adherente de la otra campaña, pero creo que puedo transmitirles mi preocupación.

La otra campaña se declara ya una organización, y tal vez lo sea. Pero lo que uno alcanza a ver es una sumatoria o una agregación de diversas organizaciones, más grandes o más pequeñas, cada una con sus propios fines, programas, creencias y lealtades internas, que se han colocado bajo el paraguas de la otra campaña y de la persona y la conducción del delegado Zero, pero poco comunican entre sí, si es que lo hacen.

Si en verdad se trata de una organización, es una frágil ligazón la que los une. Pueden converger para una u otra actividad. Pero la lucha revolucionaria no está hecha de la sucesión de las campañas y de la suma de los grupos, sino de la creación en las luchas del tejido social de ideas, lealtades, experiencias y confianza mutua por medio de la prueba, en el tiempo y en el territorio, de victorias, derrotas, fidelidades, fraternidades y solidaridades.

De lo que se trata, pienso, es de crear espacios de encuentro, grandes o pequeños, para las diversas luchas y organizaciones sociales, políticas y culturales que la iniciativa zapatista ha convocado y las que corren por otros caminos. Esos espacios no pueden ser una organización centralizada, sino el lugar de encuentro y coordinación de realidades, experiencias y memorias muy diversos. La organización no puede preceder al programa. Se van formando juntos, los une la experiencia y la fraternidad, brotan de la vida real que trascurre en lo mínimo y en los detalles. Esto ya existe en cada metro cuadrado de tierra mexicana.

Quien se proponga organizar ese universo en movimiento necesita flexibilidad y, sobre todo, ideas trabajadas entre todos, no consignas recibidas por ninguno. Necesita, además, aquello más durable de las tradiciones de lucha que nuestros ancestros nos han trasmitido: una indestructible tolerancia entre compañeros, el que está a nuestro lado y piensa diferente, el que quiere estarlo y aún no se decide, el que se alejó y quiere regresar.

4. La UNAM

Hablé de tolerancia y de fraternidad. Daré un ejemplo práctico de qué entiendo por tales palabras, desde mi pequeño espacio en la comunidad de trabajo, conocimiento y estudio de la UNAM. Los compañeros de la ENAH aquí presentes podrán perfectamente comprenderlo.

Compañero delegado Zero: vengo a pedir aquí que el auditorio Che Guevara nos sea devuelto a la comunidad universitaria. Defiendo un espacio público que es de la comunidad, no de uno o varios grupos cualesquiera sean sus ideas, motivos o razones para ocuparlo desde hace años. Pido simplemente respeto a un principio mínimo de universalidad.

Nuestra comunidad ha sido despojada del usufructo colectivo de un espacio, un bien común que debe ser de todos. Siendo de todos, quien tiene derecho o no a utilizarlo no puede ser decidido por uno o varios grupos de ocupantes ni tampoco por la sola voluntad de las autoridades. En uno y otro caso, es autoritarismo y exclusión. No sé quiénes son las personas que mantienen ese espacio público en su poder ni qué ideales o intereses los guían. Me da lo mismo: el Che Guevara no es de ellos, es de todos.

Compañero delegado Zero: ustedes han utilizado ese espacio, objeto de un despojo, para reuniones de la otra campaña. Entiendo, pues, que tienen buena relación con esas personas. Vengo a pedir dos cosas, a los compañeros de la otra campaña y a ti personalmente:

a) Que ya no acepten reunirse en ese auditorio arrebatado a la comunidad universitaria y no legitimen de ese modo el despojo. Son los sectores más reaccionarios quienes están felices con que el Che Guevara haya dejado de ser lo que antes era. No moverán un dedo para cambiar la situación.

b) Que la otra campaña, y tú personalmente, pidan a las personas que ocupan el Che Guevara que lo devuelvan a nuestra comunidad. Sugiero que esa devolución sea a una comisión de estudiantes, profesores y trabajadores elegida democráticamente por la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras; que esta comisión se haga cargo del uso y la administración del auditorio abierto a todos; y que vuelva a ser uno de nuestros grandes espacios públicos de discusión, de organización, de luchas, de cultura, de arte, de encuentros de todo tipo abierto a todos los cientos de miles de universitarios de la UNAM. Por eso lo llamamos Che Guevara.

5. Las elecciones

El próximo domingo 2 de julio tendremos las elecciones presidenciales. Tengo entendido que la otra campaña piensa convocar a una manifestación para ese día, a las 10 de la mañana, desde el Angel de la Independencia hasta el Zócalo. Tengo entendido también que entre el viernes 30 de junio y el sábado primero de julio, la otra campaña realizará una reunión plenaria donde se tomarán acuerdos sobre esa actividad.

Pido aquí que en esa plenaria decidan remplazar esa manifestación por otro tipo de actividad colectiva en un recinto preciso, donde no interfiera con quienes quieren ir a votar o no pueda ser tomada como pretexto para una provocación de cualquier tipo. No les propongo un repliegue, sino un cambio espacial de juego. Diré mis razones.

Como lo he dicho públicamente hace ya tiempo, no votaré el 2 de julio por ninguno de los candidatos presidenciales ni los de sus partidos. No necesito repetir aquí lo ya escrito. Los cinco candidatos se limitan a proponer modos diversos de administrar el orden neoliberal, según lo exige el Acuerdo de Chapultepec. Veo proyectos y propuestas improvisados e irrealizables. Escucho consignas, insultos y palabras vacías. Entonces, no les puedo creer. Pienso que es preciso mantener la propia independencia y no alimentar ídolos ni ilusiones para poder organizarnos cuando se venga lo que sin falta se ha de venir.

Pero sucede que la elección es vista por muchos como una posibilidad de cambio o de defensa. No se trata sólo de la disputa por el mando entre diferentes gestores del neoliberalismo. Por otro lado, el acto electoral condensa la expectativa, el deseo, la ilusión, lo que ustedes quieran, de una buena parte de la población que cree poder utilizar su voto como instrumento de cambio o de protección contra la derecha social, institucional y confesional. Muchos de esos que quieren votar son de los nuestros. Son aquellos que defendieron la rebelión de enero de 1994, los acuerdos de San Andrés, la Marcha del Color de la Tierra, la educación pública, y defienden hoy a los presos de Atenco sobre los cuales todos los candidatos callan.

Una cosa es no alimentar ilusiones y mantener la propia independencia de pensamiento y de acción. Otra es imponer a los demás, que creen o quieren hacer su propia experiencia, la convicción de uno. Es preciso comprender ese deseo, esa ansiedad diría yo, convencida o escéptica, que llevará a votar a tantos con quienes infaltablemente nos encontraremos del mismo lado en las luchas futuras. Que escuchen las razones de la otra campaña es una cosa; que lleguen a verla como un obstáculo autoritario a su experiencia y a su afán de hacer algo en la elección, es otra.

Compañeros de la otra campaña, compañero delegado Zero: no propongo silenciar verdades ni compartir ilusiones o ansiedades; pero nada hay que hacer en lo inmediato que separe en los hechos a la otra campaña de quienes están de este lado y lo estarán mañana cuando haya que enfrentar al gobierno neoliberal del color que nos toque. Es preciso comprender a quienes en verdad son de los nuestros y respetar su deseo actual de acudir a votar, para preparar desde ahora el encuentro futuro y no muy lejano.

Para eso, dos cosas son necesarias: mantener, decir y explicar la propia posición; y no hacer nada que parezca oponerse en los hechos a que los demás expresen la propia y hagan su experiencia por sí mismos.

Recordarán después palabra y actitud, cuando llegue la hora del encuentro.

 
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