El PRD no ha sido capaz de romper el bipartidismo
En riesgo, la hegemonía de AN en Jalisco tras 12 años
Ampliar la imagen El candidato pri�sta a la gubernatura de Jalisco, Arturo Zamora Jim�nez, amenaz� con demandar a quienes lo acusan de aprovecharse de una fraude al IMSS; tambi�n interpondr� un amparo y presentar� una denuncia ante la Comisi�n Nacional de Derechos Humanos FOTO Arturo Campos Cedillo
Guadalajara, Jal., 27 de junio. En Jalisco el bipartidismo parece haber llegado para quedarse. Ni la previsible oleada de votos a favor de Andrés Manuel López Obrador el 2 de julio será suficiente para mermar las estructuras que el PRI y el PAN crearon para conservar y turnarse los 124 municipios, los escaños del Congreso y, posiblemente, la gubernatura del estado.
La historia del priísmo jalisciense, corporativista en todos los gremios y con cacicazgos marcados en las zonas urbanas y rurales, concluyó en 1994 con el triunfo del panista Alberto Cárdenas Jiménez. Fue una derrota dolorosa que le costó al PRI no sólo la gubernatura, sino también los municipios de la zona metropolitana de Guadalajara y la mayoría en el Congreso. Analistas y los nuevos usufructuarios del poder público vaticinaron la muerte del partido tricolor.
Personajes priístas de talla nacional como Enrique Alvarez del Castillo, José Guadalupe Zuno Arce, Marcelino García Barragán o José de Jesús González Gallo hicieron de Jalisco un feudo identificado con los colores de su partido. Florecieron poderosas centrales sindicales, se crearon cotos y cacicazgos al sur y al norte de la entidad, pero esa carrera, que parecía imparable a pesar de la identificación de los electores con el conservadurismo pregonado por el PAN, se topó con las explosiones del 22 de abril de 1992.
No fue la figura de Alberto Cárdenas Jiménez, conocido como Bebeto por sus novatadas al llegar a la gubernatura, la que desencadenó la debacle del PRI. Fue la tragedia en la que oficialmente murieron más de 200 habitantes del sector Reforma, en esta capital, debido a fugas de hidrocarburos en los colectores, lo que hizo que se perdiera lo que semejaba un búnker infranqueable. La sociedad no perdonó el terrible descuido y cobró la factura en las elecciones.
Llegaron entonces los panistas con el pastel casi completo, jubilosos porque en la tierra de uno de los fundadores del PAN, Efraín González Luna, por fin comenzaba a hacerse realidad un sueño largamente acariciado. Sin embargo, esto no llevó al poder a los grupos que por décadas estuvieron en primera fila en los combates por el poder público, sino a neopanistas de alto poder económico, quienes aprovecharon la coyuntura de las explosiones y el carisma de Bebeto para instaurar hace casi 12 años un nuevo régimen en la entidad.
Desde entonces el PAN ha mantenido el gobierno estatal y el ayuntamiento de Guadalajara, pero han surgido pleitos entre los grupos tradicionales que querían cobrar las facturas de sus años sin triunfos, los intereses de los neopanistas y las demandas de un padrón de militantes que crecía conforme se hacía evidente que la estancia panista en la administración pública iba para largo.
No obstante, la llegada del panismo y su larga permanencia en el gobierno no pudieron acabar con el PRI, que sobrevivió fuera del presupuesto y en 2000 estuvo a punto de recuperar el poder estatal, cuando su candidato Jorge Arana Arana perdió por menos de un punto porcentual ante Francisco Javier Ramírez Acuña. La recomposición del PRI comenzaba y tres años más tarde superó al PAN en la elección intermedia que renovó el Congreso.
En el ínterin, las fuerzas dominantes del PRI cambiaron y la restructuración llegó aparejada con nuevas figuras públicas. El propio Arana Arana encabezó esta oleada que parecía destinada a recuperar lo perdido, lo cual no ha logrado.
Debajo de este bipartidismo las aguas se han revuelto. El PRD, prácticamente inexistente, como demuestra su condición de cuarta fuerza electoral de acuerdo con los resultados de la elección de 2003, no ha podido sacudirse el padrinazgo que ejerce Raúl Padilla López, líder del llamado Grupo Universidad.
El ex rector de la Universidad de Guadalajara (UdeG), presidente de la Feria Internacional del Libro y del Festival Internacional de Cine, continúa como el fiel de la balanza y para nadie es un secreto que su influencia quita o pone candidatos en un partido que intenta aprovechar la imagen de Andrés Manuel López Obrador para repuntar.
Por eso la llegada de Enrique Ibarra Pedroza como candidato de unidad no extrañó. Priísta durante tres décadas, Ibarra Pedroza logró contender por la gubernatura apenas tres meses después de abandonar el PRI. Amigo de López Obrador y muy cercano de Padilla López, la suerte estaba echada a su favor.
Ibarra Pedroza es un abogado de 53 años que estudió en la Facultad de Derecho de la UdeG, adonde llegó desde su natal Tototlán. Fue diputado local del PRI en 1983. Como legislador federal, en 1998 participó en las negociaciones de la reforma política y fue el encargado de registrar a Francisco Labastida Ochoa como candidato a la Presidencia. El último de sus 35 años como priísta fue asesor en la precandidatura de Arturo Zamora Jiménez, de quien ahora es adversario político.
Zamora Jiménez es también abogado de la UdeG, con maestría en administración de justicia; nacido en Guadalajara en 1956, ha sido director general de averiguaciones previas y subprocurador de Justicia A, y director de Prevención y Readaptación Social. En 1994 obtuvo la patente de notario público en Zapopan y a la par fue ministro ejecutor de un juzgado penal hasta llegar a subsecretario de Seguridad Pública de Jalisco. De 2004 a 2005 fue alcalde de Zapopan, cargo del cual solicitó licencia a principios de este año.
El candidato panista, Emilio González Márquez, es contador público egresado de la UdeG; nació en 1960 en los Altos. A los 20 años ingresó al ya desaparecido Partido Demócrata Mexicano (PDM) y formó parte del gobierno municipal que ganó en 1980 esa asociación católica en Lagos de Moreno. En 1988 ingresó al PAN. Desde entonces ha sido sucesivamente diputado, regidor en Guadalajara, legislador federal y dirigente estatal del PAN. En 2004 llegó a la alcaldía de Guadalajara, de donde salió con licencia en diciembre pasado.