Ven, Beetho, ven
Pocos directores en la historia alcanzan la estatura de Wilhelm Furtwaengler. Pueden nombrarse: Arturo Toscanini, Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Carlos Kleiber (añada usted sus favoritos).
Del jefe Cheli (diminutivo de Celibidache), del gentil Lenny (Bernstein) y del inconmensurable Kleiber (Carlos, no su padre Erich) el público mexicano conoce sus prodigios porque ellos tres, junto a Eduardo Mata, han escrito algunas de las mejores páginas en la historia de la dirección orquestal en nuestro país.
Quienes presenciamos a Carlos Kleiber en Guanajuato, 1982, durante un festival Cervantino hacer temblar el mundo desde Cuévano con una Quinta Sinfonía de Beethoven, intensa hasta el orgasmo, les podemos asegurar a quienes escuchen la grabación de esta obra (además de la Sinfonía 7) con esta misma orquesta, bajo el sello Deutsche Gramophon, que repetirán tal epifanía.