Usted está aquí: sábado 24 de junio de 2006 Cultura Domme o el ensayo de la ocupación

Domme o el ensayo de la ocupación

La interpelación

François Augiéras

Ampliar la imagen Portada del libro de François Augiéras (1925-1971)

François Augiéras (Rochester, Nueva York, 1925) es una figura mítica de las letras francesas. Su primer libro, Le vieillard et l'enfant, publicado por cuenta del autor bajo el seudónimo de Abdallah Chaamba, llamó la atención de André Gide. Solitario y nómada, pasó su vida entre Périgord, Argelia y el monte Athos. Místico, provocador e insumiso, dejó una vasta obra literaria, así como magníficos cuadros y dibujos. Murió en un hospicio de Périgueux en 1971. Al publicarse Domme o el ensayo de la ocupación alcanzó la gloria póstuma que, de manera absurda, suponemos que es la recompensa reservada a los escritores poco conocidos, rechazados por su época. La editorial independiente mexicana Sexto Piso publicará en breve la versión en español de esta obra maestra, de la cual ofrecemos a los lectores de La Jornada el siguiente pasaje, a manera de adelanto

Uno se cree solo, completamente perdido, olvidado por los humanos: y por el contrario, acaba de ocurrir algo que me disgusta. Un gendarme me ha detenido cuando regresaba al hospicio, un poco antes de mediodía, por el sendero que sube de los acantilados. Soy un desconocido en Domme, y reconozco de buena gana que tengo aspecto de vagabundo. El hombre sólo cumplía con su deber; sin embargo, esta súbita intervención del representante de un orden que no es el mío me ha parecido un pésimo augurio, y prueba que, esta mañana mientras buscaba un refugio, estaba siendo vigilado. No llevo ningún papel conmigo; he dicho la verdad, y mentí sin embargo, como ocurre cada vez que uno se encuentra con un Hombre. O sea: le he dicho que era un enfermo del hospicio, que no era un vagabundo.

Como prueba, saqué de mi bolsillo el Bardo Thödol o Libro tibetano de los muertos, algo que los menesterosos no suelen llevar consigo. Estos elementos de información merecieron su atención durante un momento, pero no bastaron para que me dejara libre. De modo que me pidió muy cortesmente -pero la cortesía de los gendarmes no engaña ni a un tonto- que lo acompañara a la gendarmería. En respuesta a esta amable intimación, le hice ver que mi condición cardiaca no me permitía seguirlo más que muy lentamente. Dudó si dejarme al borde del acantilado, por miedo de verme desaparecer para siempre, y, por consiguiente, de ser culpado por sus superiores; por otra parte, el prospecto de tener que caminar a paso lento al lado de un enfermo, o un supuesto enfermo, y bajo un aguacero, le disgustaba visiblemente. Le repetí que no podía andar deprisa.

Concedido este punto, me ordenó que lo esperara ahí hasta que él obtuviera más información. En cuanto a eso, le di toda la seguridad posible. Y bajo la lluvia que seguía cayendo con fuerza, se alejó a paso de carga, más bien, medio corriendo, pesadamente, como correspondía a su corpulencia y al respeto que tenía a su arma. Regresó un buen cuarto de hora más tarde, para informarme que el hospicio confirmaba mi existencia, mi filiación, y que yo quedaba en libertad.

No me hago ilusiones: después de haberme detenido como ''vagabundo de conducta equívoca'' la gendarmería querrá verificar mis antecedentes penales y todo lo demás. Unos cuantos libros profundos, aunque escabrosos, obra de juventud, me han valido una reputación deplorable; me parece que ya han sido olvidados, pero nada es, sin embargo, menos seguro. A mis diecisiete años ya fui acusado de iniciado, de mago, en esta viejísima región donde todavía creen en los brujos. Es posible que existan archivos acerca de mi persona, con grandes lagunas de información aquí y allá, los periodos de mi vida durante los cuales he desaparecido completamente.

Insisto: he desaparecido completamente. Por ahora, eso me tiene sin cuidado. Creo que podré vivir de lo más tranquilo en mi cueva; pero esta interpelación me preocupa porque presiento que mi vida en Domme no será tan apacible. Estaré más o menos vigilado; en la comisaría tendrán una noción, aunque vaga, de quién soy, conocerán mi pasado, justamente lo que yo quería evitar.

Así pues, he vuelto por la tarde a mi cueva con una voluntad arisca de alejarme de los humanos.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.