Usted está aquí: sábado 24 de junio de 2006 Cultura Abrió sus puertas al público el Museo Quai Branly, en París

Se prevé que el nuevo recinto recibirá un millón de visitantes al año

Abrió sus puertas al público el Museo Quai Branly, en París

Largas filas de personas en el primer día, para acercarse a las civilizaciones de América, Asia, Africa y Oceanía

Una pieza de Chupícuaro, Guanajuato, es la figura emblemática de ese espacio

YURIRIA ITURRIAGA ESPECIAL LA JORNADA

Ampliar la imagen Masiva afluencia de visitantes al Museo de las Artes Primeras, que ayer se abrió al público en la ciudad luz Foto: Ap

París, 23 de junio. El Museo Quai Branly, con una colección permanente de 3 mil 500 piezas, abrió sus puertas al público este viernes en el edificio que se ubica a orillas del río Sena, diseñado por el arquitecto Jean Nouvel.

Se prevé que el Museo de las Artes Primeras, su nombre oficial, reciba un millón de visitantes al año.

Decenas de personas formaron largas filas para ser los primeros en ingresar a las salas donde se exhiben piezas de las civilizaciones de Africa, Asia, Oceanía y América, que en su primer fin de semana tendrá entrada gratuita, y este sábado permanecerá abierto hasta la medianoche.

El descubrimiento del ''otro", tan antiguo como la propia humanidad, fue y es todavía un encuentro entre ''iguales" cuando intervienen, por un lado, una relación equilibrada de fuerzas y, por otro, una percepción no jerárquica del universo.

Cuando navegantes portugueses y mediterráneos comenzaron, a partir de los siglos XIV y XV, a bordear las costas africanas hasta desembarcar en Madagascar o cortaron por el mar Rojo y rebasaron la India hasta alcanzar los territorios de Insulindia, los pueblos que ellos representaban y los que encontraron se miraron mutuamente con admiración e intercambiaron bienes.

Sin embargo, a partir de los siglos XV y XVI, los ibéricos que llegaron a América y los anglosajones que incursionaron en Australia y en Norteamérica, ya eran portadores de la hegemonía destructiva de un armamento y de un arraigado sentimiento de superioridad ''humana".

Supremacía de las metrópolis

En los siglos XVII y XVIII, los países europeos, que cambiaban sus productos industriales en Africa por esclavos, y luego éstos en América por cereales y otros alimentos que llevaban al viejo continente, contribuyeron a reafirmar el sentimiento de supremacía entre los habitantes de las metrópolis, al grado que en el siglo XIX las potencias reunidas en la Conferencia de Berlín, de 1885, declararon sin ambages ''tierra de nadie" al continente negro.

Desde la Controversia de Valladolid de 1550, donde los hispanos discutieron sobre si los indios americanos tenían alma o no, hasta una Feria Universal de finales del siglo XIX, donde se exhibió una pareja de pigmeos como el ''eslabón perdido" entre el animal y el hombre, los europeos mostraron cada vez más su convicción de ocupar la parte más alta de la escala de la ''obra de Dios".

Así, la colección de ''curiosidades" de los soberanos franceses, comenzada a reunir desde el siglo XVI, no tenía como denominador común lo extraño de las formas o representaciones, la calidad de materias raras o trabajadas con técnicas distintas, lo elaborado y complejo de un diseño ajeno, las combinaciones de colores chocantes al ojo europeo, sino sólo la procedencia de los objetos.

Lo ''raro" que los unía en el gabinete del rey no era pues la simbología o las materias de que estaban hechas ni su confección, sino su lugar de origen, es decir, de ser producto de seres que, considerados infrahumanos, eran capaces de fabricar tales cosas.

La producción de la época clásica grecorromana revela el ideal de ''lo humano", pero la historia del arte europeo, representada en el Museo del Louvre, contempla como parte de ''sus obras de arte" figuras míticas, donde lo humano se mezcla con lo animal, inclusive terroríficas, como Hydra.

Desde las representaciones sumerias o babilónicas, egipcias e insulares mediterráneas hasta el gusto medieval por lo monstruoso, la estética europea se reconoce a sí misma más por sus orígenes bíblicos que por su relación con la humanidad de lo representado.

Una prueba de ello es que los europeos no rechazaron el gusto oriental, con sus extrañas y coloridas divinidades semihumanas, semianimales, sino que éstas fueron reunidas bajo el concepto de ''otras civilizaciones" en museos como el Guimet (Lyon, 1879) y los utensilios cotidianos entraron con veneración en los usos y costumbres europeos.

En contraste, el arte plumario maya o azteca y los textiles incas, la escultura en madera, la cerámica y la joyería de muchos pueblos africanos, americanos e insulindios, el trabajo en oro de Colombia y Costa Rica o de los Ashanti de la costa oeste africana, para no mencionar sino algunas de las materias consideradas ''nobles" por la estética, no han podido hasta ahora ser contempladas dentro de la historia del arte de la humanidad escrita por pensadores ''occidentales"

El gabinete de curiosidades del rey se transformó, tras la Revolución Francesa, en gabinete de antigüedades, entre las cuales estaban las ''americanas", emplazadas en el recinto del Louvre entre 1850 y 1887, cuando las piezas fueron trasladadas al recién creado museo de Etnografía de Trocadero.

En 1937, éste tomó el nombre de Museo del Hombre, coherente con la nueva tendencia del pensamiento etnológico, según la cual los autores de las ''exóticas'' piezas eran sin duda cien por ciento hombres, aunque representaran estadios anteriores al desarrollo del hombre europeo.

Diseño de Jean Nouvel

Las riquezas sustraídas de Africa por exploradores, comerciantes, colonos, soldados y traficantes, fueron reunidas progresivamente en el Museo de las Colonias, luego Museo de Ultramar, para terminar en la Exposición Colonial del Museo de la Porte Dorée, construido en 1931 con una fachada labrada con motivos coloniales y, en el interior una planta dedicada al arte de Oceanía (donde Francisco Toledo pasó muchas horas en Francia), un piso dedicado a la colección de arte ''negro" y otro más consagrado a joyería, textiles y utensilios bereberes y árabes del Mahgreb.

En 1995, el presidente Jacques Chirac nombró al coleccionista Jacques Kerchache director de un grupo de reflexión para dar a las obras de las ''artes primeras" el lugar que merecen dentro de la museología francesa.

El antropólogo Maurice Godelier ingresó al grupo y salió de éste por diferencias en la interpretación de la obra humana.

Para diciembre de 1998, el Estado decretó la creación del Museo del Quai Branly (nombre de la calle donde quedaría situado), mientras las colecciones salieron de la tutela del Ministerio de Educación para quedar bajo el de la Cultura y la Investigación.

Jean Nouvel ganó el concurso para dirigir la obra, y las colecciones de los museos del Hombre y el de la Porte Dorée salieron varios años de la vista del público para ser catalogados y preparar la museografía de la nueva institución.

En abril de 2000, el Louvre abrió un espacio en el ex pabellón de Flora, donde se expuso una selección de 117 obras de ''artes primeras".

La colección, de la que se eligió como figura emblemática del futuro museo y de su concepción misma una pieza prehispánica (600 a 200 años aC) proveniente de Chupícuaro, Guanajuato, desató polémicas.

Algunos consideraron esa sala un ultraje a la vocación estética de museo, otros se sintieron ''honrados por entrar al Louvre", otros nos sentimos vejados por entrar como ''artes primeras".

En octubre de 2001 empezó la construcción del Quai Branly y este viernes abrió sus puertas a un público que al ir conociendo las culturas ''no occidentales" (pero tampoco ''orientales") se formará una nueva concepción del ser humano y sus obras, el sentido esteticista lo completa con un vasto sistema de información multimedia.

 
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