Análisis de Carla González con la colaboración de García Tsao y Nelson Carro
Rutas del cine mexicano, recorrido de 16 años por la industria nacional
"Filmar en el país es una prueba de resistencia con muchos obstáculos", comenta la autora
Hacer cine en México implica superar una prueba de resistencia en la que abundan los obstáculos. La meta inmediata es lograr que el trabajo sea distribuido. Son incontables las películas que, luego de sortear la etapa de producción, tardan meses o años en encontrar distribuidor y ser exhibidas. Otras se quedan enlatadas o logran salir con un número tan reducido de copias que pasan desapercibidas.
Esta es la apreciación de Carla González Vargas, autora del libro Rutas del cine mexicano 1990-2006 (Editorial Landucci), un análisis de las producciones más destacadas de ese periodo y de los cambios que transformaron la industria.
La obra -que cuenta con la colaboración de los críticos Leonardo García Tsao y Nelson Carro- tiene la finalidad de apoyar los logros cinematográficos recientes con un interesante atractivo gráfico y una investigación de calidad.
El nombre de rutas refiere a los caminos tangentes por los que avanza el cine nacional, aún cuando parezca no tener un rumbo definido hacia la prosperidad. "La trayectoria creativa la realizan los propios cineastas", comenta González Vargas.
Esos caminos, explica la egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y autora también del libro Woody Allen: su vida y sus películas, de Editorial Diana, son los que trazan "productores valientes y esfuerzos individuales. Eso es precisamente lo que quisimos capturar este libro.
"Para poder hablar de una industria cinematográfica como tal, debe haber una continuidad fluída y un mayor número de productores. Por eso, cuando hicimos una recopilación de todo lo producido en los últimos 16 años, nos encontramos con que pasaban varios años entre la fecha inicial de producción y la de estreno. Inclusive había producciones que nunca llegaron a ser accesibles para el público; es decir, que fueron producidas, pero no estrenadas."
Pocos proyectos de calidad
-¿Por son tan pocos los casos de proyectos de calidad artística y viabilidad comercial?
-Esa es una pregunta que yo misma me hago. Entiendo que el cineasta (ya sea guionista o director) tiene la necesidad de expresar su punto de vista, uno muy íntimo y personal, pero en el proceso también debe de llegarle a la gente que va a ver su obra. Por eso debe aprender a lograr las dos cosas: transmitir su mensaje, pero hacerlo de una manera que alcance al público. Tendemos a pensar que lo artístico está peleado con lo comercial y no necesariamente es así.
"Se pueden narrar historias que tengan muchos niveles de lectura, que entretengan al público que busca disfrutar una película de manera pasiva y al exigente, aquel que tiene el ojo más educado y exige más de una trama y de una realización.
-No suena lógico que en un país con dos escuelas importantes de cine (sin contar las de los estados) y una necesidad absoluta de miles de jóvenes de expresarse audiovisualmente se produzca tan poco cine.
-En efecto, las escuelas nacionales generan un buen número de estudiantes ansiosos por comenzar a realizar cine. Sin embargo, se enfrentan con una escasez de oportunidades significativa, por lo que algunos deben terminar haciendo comerciales, videoclips o trabajar para la televisión... si tienen suerte. La realidad es que la oferta de trabajo cinematográfico excede por mucho la demanda.
"Es por esta razón que tanto el CCC como el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) desarrollaron programas de operas primas, que financian los proyectos que hayan ganado su concurso anual con la condición de que al realizar la película se emplee exclusivamente a egresados de la institución. Sin duda, estos son buenos incentivos para ir solucionando el problema, aunque no son suficientes.
-Pero si no hay producción, ¿para qué otro libro de cine?
La también estudiante de cine de la Universidad de California, en Los Angeles, comenta: "Para darle la justa importancia al cine que se lo merece. En el caso de Rutas... la intención era crear un recuento de nuestros logros cinematográficos recientes, de manera que vistos en conjunto se hiciera más evidente nuestra aportación como país a este medio de expresión.
"Además, hay muy poca documentación sobre el cine contemporáneo, lo cual dificultó un poco la investigación, pero hizo más evidente la necesidad de publicaciones como ésta. Creo que el valor documental del libro era el objetivo principal, pero el más personal era hacer un recordatorio de la importancia que tiene el cine nacional."
Rojo amanecer
Rutas... hace mención a una cinta que se abrió camino en un ámbito de censura política y marcó el comienzo de una era en que la inicitiva privada se involucró con las producciones de calidad: Rojo amanecer.
"Es una película muy simbólica, por eso quisimos comenzar el recorrido del cine contemporáneo a partir de ella. En términos cronológicos, es una película que da inicio a la década de los noventa, pero su importancia radica en otros aspectos: romper con el tabú de un episodio histórico doloroso, el cual avergonzaba al PRI, que entonces seguía en el poder. Por otro lado, la relevancia que puede tener el cine nacional en temas históricos, políticos y sociales. Además, hay que destacar que se financió gracias a la iniciativa privada, lo cual revela que los empresarios podían apoyar el cine de calidad, que se alejara de las ficheras e historias de violencia fronteriza, que entonces eran populares."
Carla González, quien actualmente trabaja en un programa de cine para una televisora en Estados Unidos, habla sobre el tema de la inequitativa repartición de las ganancias en taquilla.
"Esa es la raíz de toda la problemática. Dado que la producción nacional está sujeta al libre mercado (a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio) debe someterse a un duopolio entre el exhibidor (las compañías de salas cinematográficas) y compañías distribuidoras. Son estas empresas las que se llevan aproximadamente 70 por ciento de los ingresos de taquilla; otro porcentaje va al fisco, y al productor, que es quien corrió el mayor riesgo al realizar la película le corresponde 13 por ciento de las ganancias.
"Con este porcentaje debe pagarse a actores, al director y cubrir otros costos, y después ver si quedan utilidades. Es un sistema injusto, puesto que el productor es quien provee la obra, de la cual se benefician otros, y es el que menos recibe. Por otro lado, el consumidor paga el mismo precio de boleto por ver una película nacional (cuya realización costó en promedio 3 millones de dólares) que por una película hollywoodense (de un costo promedio de 80 millones de dólares). Esto significa que la competencia es feroz e inequitativa."