Monsiváis y Gutiérrez Vega proponen formas distintas para aproximarse al poeta
Refutan etiquetas y falsedades en torno a la obra de Ramón López Velarde
Dedican a Elena Poniatowska sesión de lectura con poemas del autor de La suave patria
Ampliar la imagen Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, la noche del miércoles, al terminar la velada dedicada a la poesía de Ramón López Velarde, en el Palacio de Bellas Artes Foto: José Carlo González
El mejor homenaje que se puede hacer a un poeta es leerlo. El pertinente exhorto -que la repetición ha convertido en lugar común- fue puntualmente atendido por el escritor Carlos Monsiváis y por el poeta Hugo Gutiérrez Vega la tarde-noche del miércoles, cuando leyeron y comentaron poemas de Ramón López Velarde en una sesión emotiva y aleccionadora, llevada a cabo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Frecuentadores entusiastas y meticulosos del autor de La suave patria, ambos compartieron las razones de su admiración por el poeta zacatecano, refutaron etiquetas y falsedades en torno a su obra y propusieron formas distintas de aproximación e interpretación.
El acto se realizó con motivo de la reciente entrega, en Zacatecas, del Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde a Carlos Monsiváis. Entre el público que casi llenó la Sala Manuel M. Ponce estuvieron amigos del cronista, como Jesusa Rodríguez, Marta Lamas, José María Pérez Gay y Elena Poniatowska, a quien estuvo dedicada la lectura.
Al principio Monsiváis manifestó la alegría que le produjeron los tres premios recibidos: ''primero, el otorgado generosamente por el jurado; segundo, la posibilidad de releer de una manera arrebatada la poesía de López Velarde, y el tercero es que ninguno de mis amigos dijo: 'qué atroz injusticia'. Estos premios los atesoro".
Antes de dar paso a la lectura, Hugo Gutiérrez Vega destacó: ''A López Velarde se le ha convertido en una especie de poeta nacional, de cantor de la provincia. A estos lugares comunes se ha enfrentado Carlos Monsiváis mediante sus ensayos y nos ha demostrado que López Velarde es uno de nuestros poetas más universales, a fuer de ser fiel a su propia idiosincrasia, y que es un poeta erótico, y yo diría erótico, sexual, en todos los sentidos".
Gutiérrez Vega leyó El perro de San Roque, inspirado -acotó Monsiváis- como mucha de la poesía de López Velarde, ''en los clásicos cristianos, que eran fábulas, mitos, parábolas bíblicas. El perro de San Roque alimentaba a ese eremita y esa manutención canina fue una de las leyendas medievales más celebradas".
De ese poema -bromeó el ensayista- ''extraje a los 16, 17 años lo que considero el lema estricto de mi vida: Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo/ que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo."
Nada de provincianismo
Otros poemas leídos fueron Treinta y tres, Mi villa, Ser una casta pequeñez, Mi prima Agueda, Y pensar que pudimos y, por su puesto, La suave patria.
Cuando ''uno oye leer a Gutiérrez Vega con su habitual claridad -dijo Carlos Monsiváis-, uno entiende que todavía hay lectores y no simples destructores de frases, y entiende que una de las cosas más bienaventuradas que nos han sucedido es la extinción de los declamadores".
Hacia la década de los 20 -recordó el autor de Días de guardar- hubo ''una epidemia de declamadores" de los que la mejor versión fue Manuel Bernal, ''porque es simplemente pomposa y no amenaza con lanzar los versos al abismo". Sin embargo, Bernal ''no se atrevió con López Velarde".
Los primeros que ''le dieron ya el rango de lectura de poesía fueron necesariamente los poetas. Salvador Novo, desde luego. Eran lecturas muy límpidas donde el dramatismo se le concedía al verso y la voz acentuaba los aspectos, pero no se dramatizaba a sí misma, que es el problema de los declamadores''.
Carlos Pellicer y Juan José Arreola fueron otros ''espléndidos lectores de poesía".
Después, la sesión derivó hacia el tema inevitable del presunto provincianismo de la poesía de López Velarde: ''Cuando uno lo lee encuentra que hay una liberación de la provincia mediante su estatización, y en ese sentido vale mucho la pena releerlo sin toda esa casi obligación de sentirnos provincianos o de mantener una distancia cultural".
Si leemos los poemas del zacatecano ''con la lucidez posible, encontramos que no hay tal distancia, lo que sucede es que se trata de una poesía compleja y en su momento se le etiquetó de modo bastante impío. Adjudicarle lo provinciano a esta poesía es negarla".
Al respecto -remarcó Carlos Monsiváis-, La suave patria no tiene que ver con la identidad nacional ni con las interpretaciones que la quieren convertir en expresión de la represión conservadora: ''La suave patria es un canto a lo vivido, una transformación de la experiencia en conocimiento estético, es una idea de que la patria funciona si la poesía la expresa".
En resumen: ''La suave patria no es el poema nacional, es un poema prodigioso con un tema nacional".