Usted está aquí: viernes 16 de junio de 2006 Cultura Joyas grabadas en el alma de un pianista

Cyprien Katsaris interpretó el repertorio de la familia Mozart

Joyas grabadas en el alma de un pianista

MONICA MATEOS-VEGA

Durante el concierto que ofreció la noche del miércoles en la sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, el pianista francés de ascendencia griego-chipriota Cyprien Katsaris mostró la manera como los colibríes vuelan como si siguieran una partitura.

En esas mágicas y veloces avecillas se transformaron sus manos al interpretar verdaderas joyas (diamantes, diría el notable músico) del repertorio de la familia Mozart.

Para abrir boca, Katsaris comenzó con la Sonata en do mayor de Leopold Mozart, padre de Amadeus. Según los expertos, el nerviosismo hizo presa del intérprete y tuvo algunos ''resbalones" durante su desempeño. Pecata minuta para quienes desde los primeros acordes quedaron prendados de la manera como se entrega a la música.

El público se dejó seducir por el candor infantil de una pieza que durante mucho tiempo se creyó que era de Haydn, la Sinfonía de los juguetes, escrita por el patriarca de la familia Mozart, con un arreglo para piano de Matthew Cameron.

El piano adoptaba por momentos la voz de una flauta, y la sonrisa brotaba en el rostro de Katsaris, pues adivinaba la sorpresa en la mirada de los espectadores, llenos sus corazones del espíritu lúdico de Leopold, de quien Katsaris presentó por último Album para María Anna (Nannerl) Mozart.

Sin partituras

Luego vinieron los minuetos que develaron a Wolfgang como un niño prodigio, compuestos por él a la edad de cuatro años, así como una de las tres fantasías que escribió (en Do menor, K 396), la menos conocida, en opinión del intérprete francés Katsaris.

La Polonesa melancólica de Franz Xaver Mozart, hijo del genio de Salzburgo, mostró lo que el propio Katsaris señaló en entrevista el pasado martes (La Jornada, 13 de junio de 2006): a un compositor excepcional, precursor del género que cultivó Federico Chopin, con su propia personalidad.

Las Siete variaciones sobre el minueto de la ópera Don Giovanni, también de Franz Xaver, fueron las piedras preciosas que coronaron la primera parte del programa, siete estaciones del mismo paisaje, siete frases del mismo poema, hilvanadas con fuerza y pasión por un pianista que no necesitó guiarse con partituras. El lo ha dicho: cada nota está grabada dentro de su alma.

Irrupción del silencio

En cambio, llamó la atención que Katsaris, al interpretar una pieza de su autoría titulada In memoriam Mozart recurriera al texto en la parte final.

La obra tiene un aroma nostálgico y triste, similar a las melodías de Franz Xaver. Fue escrita hace 22 años en las montañas de Chipre y se trata, dice el compositor, ''de un ejercicio de estilo para comprender mejor" el espíritu mozartiano.

Después vinieron 30 minutos del Amadeus nítido, empezando con la obertura de El rapto en el serrallo, pieza interpretada por primera vez en América Latina, en una versión para piano hecha por el propio Mozart y olvidada durante 200 años, según ha explicado Katsaris.

El concierto concluiría con la interpretación de Aquí debería verte y la Sinfonía número 40 en Sol menor, pero el público, embelesado, no permitió que el concertista se despidiera.

Para agradecer las ovaciones, Cyprien Katsaris volvió en tres ocasiones al escenario para verter, como manantial, tres piezas más.

Las Variaciones (1841), del mexicano José Antonio Gómez, en un arreglo del propio pianista; la Tocata y fuga en re de Johann Sebastian Bach, y un preludio de Chopin en el cual, los colibríes, es decir, las manos del intérprete, aquietaron sus alas, esto es, sus dedos, para acariciar el piano, en el momento preciso para hacer estallar el silencio en el pecho de los presentes.

 
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