El enigmático futbol
Como cada cuatro años, con motivo del Campeonato Mundial de Futbol, el tiempo parece detenerse para millones de personas que permanecen absortas, durante un largo mes, hipnotizadas frente a los televisores o bien peregrinando miles de kilómetros para llegar al encuentro con ''la gloria suprema".
El futbol, catalogado como deporte con millones de adeptos, resulta ser algo más que una práctica deportiva. Parece ser más bien un fenómeno social altamente complejo que merece la atención de diversas disciplinas, pues en él se imbrican aspectos sociales, raciales, culturales, políticos, económicos y sicológicos.
Ante un intento de análisis de tan complejo fenómeno surgen más preguntas que respuestas y las teorías de fenómenos de masas, como las de Le Bon, quedan ya obsoletas. No alcanzan a explicar ni siquiera el fenómeno concreto del futbol, mucho menos las fantasías inconscientes, que además se entretejen con las circunstancias múltiples de un mundo globalizado, que oscila entre la riqueza y la pobreza extremas, entre el imperialismo avasallante y la exclusión de millones, que literalmente se mueren de hambre, y entre los escenarios paradisiacos exclusivos de una minoría privilegiada y los tugurios, chabolas y tierras arrasadas donde viven millones de seres sin esperanza y en condiciones infrahumanas.
Ni qué decir de los territorios en guerra, en los que la muerte y la violencia son la única certeza cotidiana.
Solían decir los líderes despóticos que al pueblo había que darle pan y circo, pero las cosas han cambiado para peor: cada vez hay menos pan y el circo ha tomado otros matices y otras dimensiones. Sin embargo, no deja de ser una cortina de humo que intenta tapar la involución de la sociedad.
Tras la supuesta pasión por el juego, se ocultan multiplicidad de fantasías, que, dado los tiempos que corren, no pueden ser interpretadas de una manera simple y reduccionista.
Ya se ha hablado con anterioridad de megalomanía, de fantasías basadas en el mito del héroe, de fantasías narcisistas, de negación, de brotes colectivos de manía para intentar enmascarar la depresión, de rencillas raciales ancestrales, de desplazamientos de conflictos internos con las figuras fundamentales de la infancia hacia sucedáneos externos, etcétera. Pero no basta. Las fantasías cambian y el orden (o mejor dicho desorden mundial) también cambia a una velocidad cibernética. Y lo que sí se ve con más claridad es que lo pulsional se manifiesta cada vez más a flor de piel. Pienso en la violencia extrema de los hooligans y en los ataques cada vez más frecuentes que se ven en las canchas. Da enorme tristeza ver que ahora la mayoría de los estadios están dotados de cercas o alambradas, medidas de seguridad que eran casi exclusivas de los zoológicos. Se han agregado nuevas manifestaciones y cambios que merecerían un análisis algo más profundo. Vemos ahora cómo el contingente de jugadores se ha incrementado a expensas de jugadores africanos que, fuera de sus selecciones, son deportistas que han tenido que occidentalizarse, debido a que fichan en equipos europeos.
Se ha dado en ellos un fenómeno de transculturación, pero cabría preguntarse qué acomodos internos se dan en ellos en torno a la identidad y a las posibilidades de asimilación a una nueva cultura, pensando que en la actualidad el fenómeno migratorio está siendo un grave y complejo problema a escala mundial.
No perdamos de vista que no son lo mismo los deportistas que están en una situación de privilegio, que los emigrantes africanos que se juegan la vida en las travesías en pateras para no morir de hambre en sus países de origen. No cabe duda que más allá de los goles y la algarabia, el enigmático fenómeno del futbol nos dará muchos tópicos interesantes, desde el punto de vista sociológico, para la reflexión en los complejos tiempos que vivimos.