Usted está aquí: jueves 15 de junio de 2006 Opinión JAZZ

JAZZ

Antonio Malacara

Branford Marsalis, ovacionado en el Lunario

Ampliar la imagen El músico, referente obligado del jazz actual Foto: Fernando Aceves

ERA DE ESPERARSE. El viernes 9, el cuarteto de Branford Marsalis tomó por asalto las instalaciones del Lunario y éste nomás no fue suficiente para dar cabida a toda la gente que quería entrar al concierto. Los afortunados que alcanzamos lugar nos apretujábamos cada vez que los meseros pasaban charola en mano. Una mujer con penacho se alzaba entre el escenario y mi escasa vista. Sillas extra por aquí y allá, y Pablo Gómez, líder perredista en la Cámara de Diputados, sorprendiéndonos con su presencia en primera fila.

PUNTUALMENTE, LAS LUCES se apagaron y el grupo fue recibido con la primera ovación de la noche. Con suavidad, la música empezó a hacer a un lado los velos de la noche; se escucharon los compases de Trieste, de Paul Motain (seguramente propuesta por Jeff Tain Watts, quien la incluye en el disco Citizen Tain). El sax soprano de Marsalis soltó las notas con sutileza, con gotero, y en esta misma dinámica efectista fue respaldado por el piano de Joey Calderazzo, el contrabajo de Eric Revis y la batería de Watts.

POCO A POCO la atmósfera fue cobrando espesura; el swing dio un brinco al escenario, Calderazzo empezó a trotar con los pies y sus impulsos saltaron con maestría hasta el teclado; Watts emprendió sus característicos y geniales aporreos en los tambores, mientras Revis hizo lo que pudo con su instrumento (de hecho, la velada transcurrió un tanto desangelada para el contrabajista). En plena tormenta hardbopera, el cuarteto hiló esta primera pieza con The ruby and the pearl (cencerro incluido), tema que el maestro Marsalis presenta en Eternal, un disco de 2004. Calderazzo vino inspirado, lució y dialogó a la perfección con el soprano del líder, y cuando éste (el líder) le dio pie para improvisar a solas, el pianista resultó tremendamente emotivo, a pesar de que el teclado sonó desafinado en la octava central.

BRANFORD MARSALIS, SIN vuelta de hoja, es referente obligado del jazz contemporáneo, y esa noche lo corroboró (como si hiciera falta) por enésima vez. Cuando cambió al sax tenor para interpretar Blakzilla, el bop se mostró iconoclasta y duro entre voces cruzadas y contrastantes; aunque minutos después, con una nueva balada compuesta por Calderazzo (Hope), Branford cambió nuevamente al soprano y su decir se volvió sobrio, soberbio, delicado, con trazos apenas insinuados... una rola de andar sinuoso con la belleza que te mira de frente y te estremece (ni modo).

CASI AL FINAL, CON un blues que transportó y nos sentó en las húmedas banquetas de Nueva Orleáns, Revis pareció reaccionar y se metió con buen pulso a las cuerdas, pero he aquí que la pieza se alargó más allá de lo conveniente y las atmósferas cayeron y se hicieron pedazos. El buen sabor de la tradición blusera fue exprimido en demasiados recovecos y la resolución no funcionó. No obstante, los músicos tuvieron al público en el bolsillo y éste los ovacionó sin condiciones. Los hizo regresar y los cuatro volvieron a salir, exhaustos, para agradecer con dulzura tanto aplauso, tanto clamor, tanta satisfacción mutua.

LA FIESTA DE NY@MX, empresa promotora del concierto, seguirá con artistas de lujo en lo que resta de este 2006.

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