¿LA FIESTA EN PAZ?
Raúl Muñoz, El Mexicano
LA SEMANA PASADA saludé en la avenida de los Insurgentes a los matadores Alfredo Gutiérrez, Enrique Espinoza El Cuate y Paco Muñoz. A éste último le pregunté por su padre, Raúl Muñoz, ampliamente conocido en el medio taurino como El Mexicano. Me dijo que estaba bien, en su casa de San Antonio, Texas, y le mandé como siempre un saludo afectuoso, pues su personalidad era de las que lo generaban naturalmente.
SIN EMBARGO, AL día siguiente de mi encuentro con su hijo, El Mexicano, mientras dormía, falleció a los 78 años de ejercerse como emperador de su rica existencia, luego de haber dado permanente testimonio de su invariable cariño por la fiesta de los toros.
PORQUE ESTE HOMBRE, más que un taurino, fue un enamorado ferviente del arte del toreo, que amó a la fiesta con sus defectos y virtudes, grandezas y desviaciones, acompañándola como novio deslumbrado y fundiéndose con ella en los más diversos oficios y actividades.
EN EL NORTE de la República supo ser empresario, a veces exitoso y otras no tanto, en plazas como las de Nuevo Laredo, Piedras Negras, Ciudad Acuña o San Buenaventura. Fue asimismo apoderado de matadores y novilleros, mozo de espadas, director de una escuela por correspondencia, guardaespaldas, publicista, distribuidor de publicaciones y, quizá la tarea que él consideraba más honrosa, haber sido el hombre de confianza del ídolo de los ruedos Luis Procuna.
HABIA QUE VER el trato deferente y el cariño sincero que tanto El Berrendito de San Juan como su familia tenían hacia El Mexicano. Y había que haber visto con qué eficiencia se empleaba y resolvía problemas Raúl Muñoz en la ajetreada y contrastante carrera de Procuna, al decir de quienes atestiguaron esa relación.
CONOCI HACE AÑOS al Mexicano en la ganadería de Las Luisas, en la apacible ribera del río Soto la Marina, en Tamaulipas, propiedad del gran aficionado Arturo Mateos y de ese caso atípico de taurinismo inquebrantable que es el ejecutivo-torero Curro de los Reyes. Fueron tres días de tienta y Raúl llevó a su entonces pequeño hijo, Paco, a que se probara con las becerras.
CUANDO NOS IBAN a presentar, el maestro fotógrafo El Saltillense sugirió a Curro hacerle una broma al Mexicano y me hice pasar por un empresario de Río de Janeiro interesado en montar 20 corridas de toros en Brasil, pero sin que se realizara la suerte suprema.
LA EXPRESION DE Raúl fue inolvidable: abrió tremendos ojos bajo sus gruesas gafas, sacó una libreta y de inmediato se puso a hacer números. Preguntó fechas, calculó tiempos, estimó costos, aventuró carteles, adelantó ganaderías e imaginó utilidades. La mirada que nos echó cuando supo que todo era una broma, nadie la pudo olvidar, como tampoco su calidez, conocimientos, sensibilidad y espíritu de lucha. Tuvo la gentileza de distribuir nuestro Anuario taurino de México por los estados del norte y de dejarme una frase: "El que no tenga paciencia, que se quite del toro". ¡Hasta pronto, querido Mexicano!