Editorial
No videos, no debate, no atentado, no ética
El incidente registrado ayer en el callejón de San Antonio, en el que resultó baleada la camioneta blindada de la esposa de Carlos Ahumada, arroja numerosas dudas e interrogantes básicos, tanto por las versiones contradictorias y poco verosímiles ofrecidas por las supuestas víctimas, Cecilia Gurza y su chofer, Víctor Jacinto Cortés, como por la sospechosa coincidencia en el tiempo entre la supuesta agresión y el encuentro de ayer de los cinco candidatos a la Presidencia de la República.
Gurza y Cortés dijeron en un inicio que los disparos habían sido realizados, "a una distancia considerable", desde un automóvil Sentra blanco o gris, aunque luego cambiaron su versión y hablaron de una camioneta. Vehículo compacto o camioneta, hay un problema central en estos relatos: difícilmente caben, en el callejón de los hechos, dos automóviles en paralelo, y en todo caso no había espacio (mucho menos una "distancia considerable") para las maniobras y la velocidad que habría requerido una agresión semejante. Por añadidura, las apreciaciones iniciales de los peritos indican que los balazos fueron efectuados a corta distancia y, según los estudios, el vehículo de Gurza se encontraba detenido al momento de recibir los impactos.
Por otra parte, no puede ignorarse el extrañísimo momento político en que tiene lugar el presunto atentado: justo el día en que se realizaría la presentación televisiva de los cinco candidatos presidenciales, poco antes de la hora que fijó Ahumada para dar a conocer sus muy publicitadas "revelaciones", que tenían como propósito obvio afectar la imagen del abanderado perredista, Andrés Manuel López Obrador, y después de una cobertura informativa del asunto tan sospechosa como los balazos que recibió la Suburban de Gurza.
De hecho, da la impresión de que el o los supuestos agresores calcularon muy bien los tiempos mediáticos de la acción, pues ésta se realizó con el margen de tiempo suficiente para ser retomada en los noticiarios televisivos y radiales matutinos, y hasta por el vocero presidencial, Rubén Aguilar Valenzuela, quien dedicó atención inusual, por decir lo menos, al incidente: en tiempos del descontrolado foxismo terminal, cuando los asesinatos, atentados frustrados, secuestros y demás hechos violentos se suceden a un ritmo de varios por día, es curioso que el portavoz de Los Pinos sólo tenga palabras para uno de estos sucesos.
Por lo demás, la supuesta agresión sirvió como pretexto a la sedicente afectada para no divulgar los videos "reveladores"; el extraño atentado convirtió la profusa y descarada cobertura de la víspera en ausencia de videos. Tal vez los investigadores concluyan que hubo también una ausencia de atentado.
Lo cierto es que tras el extraño manejo mediático de los balazos tuvo lugar algo que no fue, en rigor, debate entre los aspirantes presidenciales, sino declamaciones temáticas de propuestas y una que otra escaramuza verbal entre el candidato perredista y el panista. Lo que siguió al encuentro, especialmente en Televisa, dejó ver una tarea tan alejada de la cobertura periodística como próxima a la propaganda: prácticamente se borró a tres candidatos López Obrador, Roberto Madrazo y Roberto Campa y se centró en las figuras de Felipe Calderón y Patricia Mercado. Este tratamiento sesgado y faccioso hace pensar, una vez más, que la empresa televisiva paga puntualmente sus facturas por la aprobación de la injusta y oligárquica modificación legal operada por panistas y priístas para regalarle al duopolio televisivo una parte sustancial del espectro radioeléctrico propiedad de la nación y asegurarle una nula competencia por parte de entidades públicas y sociales.
En principio, pues, el anuncio de anteayer de las "revelaciones" videográficas por parte del empresario corruptor de origen argentino, el supuesto atentado contra su esposa y el impúdico manejo posdebate realizado por los medios, tendrían que ser cosas diferentes, pero todo apunta a que forman parte de lo mismo: una campaña orientada a sembrar desconfianza y miedo, y a crear una atmósfera de zozobra propicia para que Calderón Hinojosa pudiera aterrizar sus propuestas autoritarias y de "mano dura"; una maquinación in extremis para desprestigiar a López Obrador, en la que confluyen los círculos del poder y las corporaciones informativas y de entretenimiento, y, a fin de cuentas, el inmoral empecinamiento conocido desde hace mucho por la opinión pública de impedir a toda costa, así sea violentando la voluntad popular, que el perredista se convierta en el próximo presidente de la República.