Usted está aquí: martes 6 de junio de 2006 Opinión Debate inflexible

José Blanco

Debate inflexible

El pasado domingo se realizó una reunión a puerta cerrada de los cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), antes de su reunión anual, para tratar la crispación creciente entre Venezuela y Perú, a propósito de las posibilidades del regreso de Alan García a la presidencia de ese último país; a estas horas debe conocerse ya lo ocurrido.

La elección peruana parece clave en el futuro político inmediato de América del Sur. Una sería la historia con la victoria de Ollanta Humala, de la que derivaría un proceso de fortalecimiento del "populismo nacionalista" con el eje Fidel Castro-Hugo Chávez-Humala Ollanta-Evo Morales; otra sería la historia con un triunfo de Alan García, que tendería a fortalecer un proceso más moderado con el eje Lula-Michelle Bachelet-Néstor Kirchner-Alan García y el uruguayo Tabaré Vázquez, si estos dos últimos logran ponerse de acuerdo en el subdesarrollado conflicto, llamado en Argentina el "cuplé de la celulosa", que ironiza sobre el problema desatado hace poco más de un año entre Argentina y Uruguay debido a la instalación de las plantas de celulosa en Fray Bentos: un tango, che, en toda la línea. La elección de García, se cree, moderaría las posiciones de Evo Morales.

Con circunstancias y problemas estructurales análogos a los del sur, nuestro país no parece estar influenciado por los movimientos del calidoscopio sudamericano: la relación cada vez más intensamente estructural con el vecino del norte es una condición que hace una diferencia profunda, y la historia de una revolución que trajo consigo 70 años de continuidad priísta pragmáticamente discontinua y la forma que ello dio a las oposiciones, hacen otra diferencia notoria.

El PRI salió de Los Pinos, pero no hubo alternancia en los asuntos fundamentales de la nación. La alternancia sigue pendiente. La sociedad no ha experimentado aún una alternativa efectiva, respecto a los 18 años anteriores a la llegada en 2000 de uno de los peores presidentes que ha padecido el país.

La razón de ser de la política económica ha sido, desde 1980, la estabilidad macroeconómica, el empleo y el crecimiento económico como residuo de esa estabilidad, la no política industrial, una negligencia básica respecto del sector agropecuario, el suicidio nacional del abandono de la educación, y acaso el peor dato de todos: la entera indiferencia respecto a la más brutal desigualdad social.

Una clara línea de continuidad en los programas de atención a la pobreza con Solidaridad de Salinas, Progresa de Zedillo y Oportunidades de Fox nos muestran que cada uno de estos programas ha sido mejor que su antecesor, pero también que éstos son pobres migajas: la pobreza continúa siendo un océano de desastres que no inquieta a los ricos porque son insensibles a esta realidad, y que ahoga, sin embargo, al futuro de la nación y nos dejan, dentro del continente más desigual del mundo, en la peor zona de desigualdad, al lado de Bolivia, Brasil y Chile. Una vía más real de mitigación de la pobreza, que no para acabar con ella, son las remesas de los millones de emigrantes que desde el país vecino envían cada vez más cuantiosas remesas a sus familias rotas por la propia migración.

No es extraño, así, que vayamos a vivir una elección cuyo contexto es de polarización social extrema. Esto lo veremos reflejado en el debate de esta noche. Ojalá y los candidatos sean claros en el planteamiento de los problemas y en las vías de solución que proponen sobre: seguridad pública y combate a la corrupción, gobernabilidad, política exterior y migratoria, federalismo, fortalecimiento municipal y desarrollo regional, y reforma del Estado, temas cruciales.

Veremos si las propuestas de la candidata y los cuatro candidatos incluyen el crecimiento de la democracia participativa, posibilitan acabar con el actual divorcio entre la sociedad civil y la sociedad política, permiten ver si existen nociones de cómo los mexicanos pueden vivir dignamente en el país en el que nacieron, dejan ver si su futuro seguirá siendo el de proveedores de remesas; veremos si el tejido social puede empezar a reconstruirse disminuyendo el terror de la inseguridad cotidiana; nos enteraremos si sabremos qué hacer con nuestros congéneres del planeta, o si Washington continuará siendo el norte de nuestras decisiones; sabremos si hay futuro para la nación. Ojalá y la esgrima tenga que ver con argumentos y no con descalificaciones.

Ciertamente, después del debate probablemente tendremos una sociedad más dividida, más polarizada, menos dispuesta al entendimiento, y tocará a los partidos políticos y sus actitudes alimentar esos sentimientos o, por el contrario, reducirlos al mínimo. Hasta ahora los partidos con mayores posibilidades de alcanzar la máxima responsabilidad política de México han hecho una campaña según la cual el otro es el extremo de lo peor. Es decir, han trabajado a favor de la ingobernabilidad, como si no fuera uno de ellos el que ganará los comicios.

 
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