Ismael Rodríguez y Arturo Macías, nuevas promesas
Bajo una inconstante llovizna y entre rumores tan sombríos como el cielo del primer domingo de junio, pero con enorme satisfacción de aficionados, villamelones y miembros del personal artístico, la brevísima Feria Torista de la Monumental Plaza México se acabó ayer, tal como estaba previsto, después de cuatro corridas de toros-toros, pero dejó entre quienes la presenciaron el intenso deseo de que prosiga, de que haya más tardes como la de ayer y la de hace ocho y 15 y 21 días, de que, si estuviésemos sentados a la mesa con este gran apetito, después de la sopa vinieran de la cocina más platos, la ensalada, el arroz, la carne, los postres, el café, los coñaques.
Pero ayer, por desgracia, los amantes de la tauromaquia tuvieron que irse del banquete paladeando el sabor de lo que disfrutaron pero hambrientos, muy hambrientos y con ganas de mucho más. Ahora que el efímero aperitivo se ha ido por el tubo de los recuerdos, toca ensayar el mínimo balance de lo que sucedió y ponderar, en este sentido, la calidad y las expectativas a mediano plazo de las ganaderías que en total entregaron a la muerte por estoque 24 reses: ocho de Barralva, seis de La Cardenilla, seis de La Joya y cuatro de Santa María de Xalpa, todas ellas animadas por la sangre andaluza de Parladé.
De los cuatro hierros, sin duda, el que no convenció a nadie fue el que se apoderó de los corrales y los toriles en primer turno. Los aficionados no olvidarán que esos, de La Cardenilla, eran bichos de impresionante catadura, por qué dudarlo, pero escasos de fuerza y de reflejos, torpes a más no poder, semidormidos que parecían con los ojos entrecerrados, sometidos al efecto de una droga estupefaciente y lejos de presentar esa característica que es reflejo de salud y que los enterados describen como "ortopulcritud", por querer decir con tal neologismo que esos marrajos tenían el culo verde, batido en sus propios excrementos a consecuencia de una purga criminal.
Saltaron a continuación los de Barralva, que a juicio de este tecladista ofrecieron el mejor juego, salvo la opinión del ex matador Pepe Luis Vázquez, para quien aquellos de La Joya, que fueron corridos durante la tercera función, resultaron muy superiores. ¿Por qué salió parchado ayer, con otros dos de Barralva, el encierro de Santa María de Xalpa? No se sabe de cierto, pero la verdad es que tuvo dos ejemplares -el primero de Ignacio Garibay y el primero de Jorge López- que traían las orejas prendidas con alfileres y sólo la impericia de sus matadores impidió que fueran cuajados como debieron de serlo.
De la Feria Torista salieron, además, dos prospectos: Ismael Rodríguez y Arturo Macías, que se llevaron cada cual una oreja en la espuerta y la certidumbre de que si los empresarios del país les dieran 50 corridas al año, pronto estarían en condiciones de torear en España y de bañar a Enrique Ponce. Lo terrible es que, pese a éxito de la feria, ya se rumora que al término de las novilladas, que empezarán a mediados de julio, Rafael Herrerías retomará el control de la plazota. ¿Cabe imaginar peor catástrofe?