PRI: la debacle
¿ Priístas apoyando a Felipe Calderón? En Estados Unidos le llaman "cruzar las líneas del partido". Y nadie se inmuta, porque dicen que votar o apoyar al contrario es parte de la democracia, aunque frecuentemente sea resultado de componendas entre políticos: el quid por quo que mueve los hilos del poder. Así que dando un ejemplo de civilidad electoral aparecieron en televisión nacional priístas distinguidos como Luis Téllez y Genaro Borrego (este último ex presidente del PRI), acompañados de Andrés Rozental, conocido diplomático de carrera que hoy preside el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales. El propósito era decirnos que apoyan el programa de Felipe Calderón. Así, sin ambages, porque lo consideran un proyecto incluyente que permitiría continuar el desarrollo económico y la estabilidad financiera que hemos tenido los últimos 10 años. Dejaron claro que no buscan puestos en el gabinete calderonista, y que probablemente no cambiarán su afiliación política. No se trata de eso. No, se trata (así lo dijeron) de ayudar a la patria y de impedir que alguno de los otros candidatos (¿Campa? ¿Mercado? ¿Doctor Simi?) diera al traste con el modelo económico. Antes se había sumado Jesús Reyes Heroles (el Maestro debe estar revolcándose en la tumba), y el priísta más influyente del momento, Manuel Bartlett, había llamado a ejercer el voto útil a favor de Andrés Manuel López Obrador para evitar el triunfo de Calderón. Genaro Borrego se declaró "político profesional" simplemente preocupado por México, mientras Luis Téllez, más relajado, y con mejor sentido del humor, confesó que él "sí la baila con guarache" y aspira a que continuemos por el camino que ha detenido hasta hoy la debacle económica.
Esta actitud, que algunos consideraron encomiable, ha sido calificada de anatema en el interior del PRI, y su actual presidente amenaza con expulsar a quienes no apoyen a Madrazo. Es cierto que el país camina (lento, pero camina) hacia una democracia perfectible, pero también es cierto que los partidos de oposición perciben un enorme fraude electoral que se está gestando en las cúpulas empresariales, los medios, la mente de quienes tras bambalinas manipulan las campañas, y finalmente en la Presidencia de la República. ¡Quién lo hubiera creído!: el primer presidente panista, aconsejado por los emisarios del pasado que aparecen de noche en la residencia oficial, trabaja sin descanso para dejar el poder "en manos del hombre que mejor le cuide las espaldas": las suyas, las vulnerables (no venerables) de la señora Marta y las de los Bribiesca. Casi olvidaba las espaldas de Carlos Salinas, que cansado de llevar a cuestas el título de innombrable hoy se mueve por el escenario nacional a sus anchas. ¿Recuerda el Tucan (todos unidos contra Acción Nacional) y el Tucom (todos unidos contra Madrazo)? Pues bien, ahora vivimos el TUCAM: todos unidos contra Andrés Manuel. Ningún cómplice de la elección de Estado desea que gane: de ahí la campaña del miedo, el fantasma del populismo, la amistad con Hugo Chávez y quizá la reaparición del subcomandante. Y ahora la liga de priístas a favor de Calderón...
Si disfruta las adivinanzas ahí va una: ¿quién inventó las concertacesiones que permitieron el acceso de los primeros panistas a los gobiernos estatales para mostrar nuestra mejor cara en espera del TLC? ¿Quién pactó con el jefe Diego para legitimar una Presidencia nacida de un enorme fraude electoral? ¿Quién fue el gran ideólogo del PRIAN, una alianza inconfesable diseñada para facilitar la entrada de México al mundo de la globalización? Si al unísono con los demás gritó "¡Salinas"!, lo felicito, es la respuesta correcta.
Palacios Alcocer debería considerar la expulsión del hombre que pactó con el PAN, fundó el partido paralelo de Solidaridad, pretendió la relección y eventualmente destruyó el partido y el sistema: ¡el último PRIsidente del siglo! Pronto se enfrentarán en las urnas electores y manipuladores, y para ello AMLO debe cerrar la brecha de su retórica electoral. No es tarea fácil, porque su lugar en las encuestas se debe al discurso político, mientras que su elaborado programa económico diseñado por Rogelio Ramírez de la O a base de "soluciones micro" (microcrédito, competitividad, evasión, desregulación), y de rescatar oportunidades perdidas (precios del petróleo, intereses bajos, remesas y el crecimiento impresionante de la economía estadounidense) no trasciende más allá de círculos académicos o grupos de iniciados en los misterios de la economía.
Por otra parte, el discurso político le hace el juego a la "política del miedo" y sirve de base para las acusaciones de populismo, que chocan con un proyecto económico fundado en reducción del gasto corriente, aumento de inversión, infraestructura y mayor competencia. Nos dirigimos a una elección donde el tema central es derechas contra izquierdas: seguir como estamos o consolidar la transición; continuar con el modelo liberal o legislar para los pobres; seguir con la desigualdad o instaurar finalmente una democracia incluyente con oportunidades para todos.