Número
119 | Jueves 1 de junio de 2006 |
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Todos
y todos según la izquierda |
Pedro Zerolo El gobierno de España ha hecho lo que debe hacer todo gobierno desde la izquierda: buscar la felicidad del pueblo. Y dentro de ese pueblo existimos las lesbianas, los gays, las mujeres y los hombres transexuales, las y los bisexuales. El deber de todo gobierno es incluir esa realidad y reconocer la dignidad. Como diría el magnífico poeta Mario Benedetti: “debemos ser todos y todas pedacitos de un enorme plural”. Hay que recordar que en España, hasta 1978, se nos metía en las cárceles como delincuentes y se nos mandaba a los psiquiátricos como enfermos mentales. Los movimientos reivindicatorios de homosexuales hemos luchado por el reconocimiento de nuestra dignidad, que lleva aparejado tener los mismos derechos y los mismos deberes con los mismos nombres, porque si tienen diferentes nombres se trata de apartheid. Hemos luchado por el reconocimiento de nuestra dignidad, como lucharon y luchan el movimiento feminista y los movimientos de liberación racial, con un discurso que debe dar a conocer la sociedad que queremos: plural, diversa, participativa, paritaria, donde quepamos todas y todos desde las diferencias de cada cual. Contar con un discurso coherente, comprometido y valiente es lo que cambia a la gente; cuando tú dices las cosas desde el corazón, desde la razón y con valentía, la gente te entiende. Cuando uno lucha por la libertad y la igualdad y lo explica con sentido y con sensibilidad te entienden todos. Haber conseguido que dos de cada tres españoles apoyaran el matrimonio entre personas del mismo sexo y que todos los partidos, a excepción del Partido Popular (PP), lo aprobaran, creo que es un trabajo muy bien hecho. Creando debate, hablando con todas las organizaciones, con los sindicatos, con los partidos. Y tras ese trabajo, hemos llegado de la mejor manera que se puede llegar: convenciendo. El sector que se opuso a la igualdad entre homosexuales y heterosexuales salió a la calle en Madrid. Hubo una enorme manifestación que no sólo era para ir en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, sino contra la ley de divorcio, la ley de adopción, la ley de reproducción asistida, las campañas de prevención del VIH/sida, la ley de la interrupción voluntaria del embarazo, la investigación con células madre. De haber sido por ese sector, que es la derecha, aliada ahora con los sectores ultraconservadores de la sociedad española, España no sería lo que ahora es: lo que ha querido la inmensa mayoría de la ciudadanía española durante los últimos 26 años. Y de esa España, la mayoría de los españoles y las españolas nos sentimos muy orgullosos. Me han preguntado si no tememos que la ley del matrimonio sea reformada si la derecha vuelve al poder; si alguna vez vuelve a gobernar el PP en España, no derogará la ley de matrimonios homosexuales, porque muchos de ellos estarán casados. Ahí es donde está la hipocresía: la izquierda aprueba las leyes y la derecha las usa, bien que han usado el divorcio y bien que están empezando a usar la ley del matrimonio para las uniones entre personas del mismo sexo. Ahora más que nunca, y hay quienes lo han negado por años, se pone de manifiesto que hay dos modelos: el de la derecha, donde sólo caben ellos, y el de la izquierda, donde cabemos todos y todas desde las diferencias de cada quien. Ahora se pone de manifiesto que la mejor gestión económica es hacer política pública desde la izquierda. Es posible ocuparse de los que menos tienen, desde los más desfavorecidos, y que el país crezca. Cuando se apuesta por los valores, cuando se apuesta por la libertad, la igualdad, la diversidad y la pluralidad, cuando se apuesta por ampliar derechos, por incluir, por el reconocimiento de la dignidad de cuantos hombres y mujeres forman parte de un país y de un Estado, primero se crece: se crece en lo personal, en lo cultural, en lo social, pero también se prospera económicamente .
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