Usted está aquí: martes 30 de mayo de 2006 Cultura Territorios de diálogo

Teresa del Conde

Territorios de diálogo

La exposición en el Museo Nacionalde Arte (Munal) con este título concluirá el 4 de junio y están allí los Siqueiros facilitados en préstamo por el MoMA, de Nueva York, exhibidos por primera vez aquí, seguramente obtenidos gracias a Annie Aviran, restauradora e investigadora en ese recinto. Se trata de Eco del llanto (aquí denominado El eco de un grito, probablemente en razón de su título en inglés, Echo of a Scream, (1937) y de Suicidio colectivo, una pintura en dos planos realizada en esmalte sobre tabla. El tercero es Muralla, maravilloso cuadrito del Museo de Bellas Artes de La Habana.

Los diálogos en este caso se llevan a cabo entre tres países, México, Argentina y España, entre 1930 y 1945, aunque hay obras en la muestra que son de fechas bastante posteriores.

El eje es naturalmente el antifascismo como postura asumida entre los tres países y la idea es excelente, aunque a mí la lectura de la muestra me pareció dificultosa, bien sea porque la distribución de las obras quizá no es la adecuada, o bien porque las selecciones mismas contienen piezas que -o no encajan- o resultan grotescas, aun correspondiendo a firmas tan consagradas como la de esa artista extraordinaria que fue Raquel Forner, uno de cuyos cuadros, Victoria, se exhibe al lado de Eco del llanto sin que la vecindad favorezca a ninguno.

Hay obras que suponen hallazgos para el público de México y entre ellos están los óleos de Antonio Rodríguez Luna, anteriores en fecha a los que realizó aquí y lo mismo el de Enrique Climent, pintado el mismo año del bombardeo de Guernica, en 1937. Y si bien fuera ingenuo lamentar la ausencia del cuadro de Picasso (que es, bajo todos conceptos, inobtenible) hay que congratularse de que se exhiban los aguafuertes Sueño y mentira de Franco. Otro hallazgo (al menos para mí) está representado por el hermoso cuadro de un caballo, sin fecha, obra de Miguel Prieto, ese eximio maestro del diseño gráfico, exiliado republicano, que tuvo a Vicente Rojo como preclaro discípulo.

Hay cuadros que dialogan virtualmente con otros que no están presentes en la muestra, pero que se recuerdan con viveza. No lo están porque son cuadros predominantemente italianos que obedecen a la vena metafísica o bien al Novecento; entre éstos se encuentra el retrato de una joven que mira fijamente fuera del cuadro, obra de Antonio Berni, que se encuentra al inicio del recorrido, estupenda pintura. Berni también está representado por la muy pertinente Manifestación (1939), en la que una multitud de personajes en línea de fuga muestran sus atormentados rostros bajo la exigencia de ''Pan y trabajo". Otras obras suyas están ligadas a presupuestos metafísicos, sin que ello quiera decir que se parecen a De Chirico, Savinio Carrá, etcétera, pero se antoja que una investigación al respecto acarrearía frutos nada deleznables. Igual podría decirse de ciertas obras de Rufino Tamayo (gran ausente de la muestra) al menos en fechas anteriores a 1940-1942. Roxana Velásquez, directora del Munal, me explicó que desde luego Tamayo estaba considerado en las curadurías y muy en primer término, pero que por alguna razón (que no alcanzo muy bien a entender) no fue posible obtener las obras solicitadas. Bueno, y si no ésas, ¿por qué no otras?, me consta que la Fundación Tamayo hace milagros en ese sentido, lo mismo que el curador del museo, Juan Carlos Pereda.

La exposición fluctúa entre lo que consideramos ''realismos" y figuraciones fantásticas que más que surrealistas son surrealistoides, como el precioso gouache de Remedios Varo, que forma parte de los trabajos que realizó para Casa Bayer, el exhibido, de la colección JAPS, lo dedicó a su amigo Gunther Gerzso en 1943.

La exposición tiene un subtítulo propuesto por quien ideó el ambicioso proyecto: Diana B. Wechsler: ''Melancolía, presagio y perplejidad". Por eso algunas de las efigies que allí vemos apoyen una mano en la mejilla, como Durero lo propone en su grabado de 1514, Melencolia I : el ángel femenino con el compás en la mano, el cuadrado mágico y demás atributos simbólicos. Pero no basta apoyar la mano en la mejilla para significar ''melancolía". Pienso que no se aviene bien la palabra con el espíritu de la muestra, debido a que esta condición se concatena con una peculiar inercia síquica que contiene algo más que el duelo ''normal". Supone pérdida de objeto, mas quien la padece, no puede apresar en su conciencia lo que ha perdido. Es hermoso el término, pero la actitud antifascista y desesperanzadora que entregan varias obras, implica denuncia y energía. La selección gráfica y fotográfica da cuenta del fenómeno y allí pueden encontrarse obras maestras de estos medios. La oportunidad de adentrarse en esta importante exposición está por terminar, pues viajará a España y después a Argentina. No se la pierda.

 
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