¿LA FIESTA EN PAZ?
Contrataciones pendientes
DE UNAS SEMANAS para acá, la fiesta de toros en el Distrito Federal y la zona conurbada ha tomado nuevos aires en materia de profesionalismo y servicio, concretamente en lo que se refiere a la congruencia entre lo que se anuncia en los carteles -en este caso toros- y lo que sale por toriles.
POR CUARTO AÑO consecutivo la empresa Acha y Quintana, con el patrocinio de un prestigiado brandy, lleva a cabo su minitemporada de toros en la plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, esta vez con la participación de ocho matadores y cinco ganaderías, los sábados a las 12 horas.
Y COMO EN ediciones anteriores, de nueva cuenta aparecen varias constantes: toros ejemplarmente presentados, con la edad y trapío para que tenga importancia y emoción -no diversión- lo que los toreros sean capaces de hacer, evidencia de que en México hay suficientes reses bien criadas para hacer que el espectáculo repunte, y que otra cosa es que los diestros que figuran no quieran enfrentarlas.
ASIMISMO, TOREROS MODESTOS o en plenitud, pero inexcusablemente relegados por las empresas; una magnífica banda de música que honra la memoria de su fallecido director, y medias entradas, que si bien no corresponden a la importancia taurina de los carteles, confirman que, no obstante la reciente apuesta empresarial por el auténtico toro, el público tardará en volver a las plazas.
EN EL FESTEJO inaugural, ante una muy seria corrida del hierro de Santa Isabel, fue por demás interesante el desempeño del diestro peruano Juan Carlos Cubas, con apenas año y medio de alternativa, pero con intenso fogueo en cosos de ambos continentes, al grado de que hizo ver a sus toros mejor de lo que eran. Desafortunadamente Cubas no redondeó con la espada, y lo que bien pudieron ser dos orejas quedó en salida al tercio.
EN LA SEGUNDA corrida, donde se rindió merecido homenaje al maestro Mariano Ramos, quien en triunfal vuelta agradeció la prolongada ovación de un público con memoria y gusto taurinos, se lidiaron señores toros del hierro neoleonés de La Playa (1936), del ganadero Luis Fernando Quijano Domínguez, uno de esos criadores que "huelen a campo", como opinó un viejo aficionado luego de saludarlo.
MARCIAL HERCE, ENFUNDADO en un terno canario y pasamanería negra, con una afición que no le cabe y un sitio cada vez más sólido, enrachado, luego de llevarse la Oreja de Oro en la reciente Feria de Texcoco, realizó dos interesantes faenas. La primera, a un torazo con 625 kilos, al que recibió con bellas y templadas verónicas para, luego del puyazo, estructurar un dramático y elegante trasteo por ambos lados, ya que el burel, con claridad y fijeza, fue perdiendo fuerza. Volcándose sobre el morrillo dejó una estocada entera apenas desprendida. La oreja ganada valió por varios rabos. Y a su segundo, si no lo pincha, le corta otro apéndice, pues a base de colocación y valor logró someterlo a su cada vez más poderosa muleta. Herce fue sacado al tercio con fuerza.
EN EL TERCER cartel destacó el torerismo del morelense Atanasio Velázquez, quien enfrentó un encastado lote de la legendaria ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, con edad y sin exceso de kilos, pero sobrado de rasgos para examinar dos características esenciales en el torero: decisión y recursos técnicos. Ante reses que fueron poco propicias para el toreo convencional, Atanasio pasó la prueba, e inclusive a punto estuvo de sufrir una grave cornada al ser prendido por su segundo.
LA BRAVURA SECA de este piedrenegrino, Jumao de nombre, permitió, además, un memorable duelo de banderilleros entre el imparable Gerardo Angelino, hermano de José Luis, y Gustavo Campos, al grado de que el público, emocionado con tanto celo torero, hizo salir al tercio a ambos exponentes de la mejor tradición rehiletera mexicana.
LA PREGUNTA INICIAL deberán contestarla los empresarios del país. Después de que estos toreros, frente a toros con edad y trapío, han demostrado que quieren y pueden, ¿tendrán excusas para no contratarlos, o seguirán anteponiendo los antojos a las utilidades?