Una conciencia recuperada
La Guerra Civil española se produjo en los años 1936 a 1939. El levantamiento militar, encabezado originalmente por el general Miguel Cabanellas y, después, por Francisco Franco, ganó la guerra gracias al apoyo incondicional de Adolfo Hitler, proveedor de armas, sobre todo de aviación, los junkers que bombardearon Gernika y Barcelona, y un poco menos de Italia. En cambio, la República obtuvo un apoyo relativo de la Unión Soviética y muy emotivo de México, a pesar de la oposición de Francia y de Inglaterra.
El general Cárdenas hizo llegar a la España republicana material de guerra, aunque al entonces Presidente se le recuerda, sobre todo, por su absoluta generosidad, primero al recibir, en 1937, a los llamados Niños de Morelia y, sobre todo, al abrir las puertas al exilio español desde 1939. Cerca de 30 mil españoles rehicieron su vida en México gracias a Cárdenas.
No fue tampoco una mala inversión. En todos los órdenes el exilio supuso una inyección de energía y capacidad. Se organizaron empresas que generaron empleo; se crearon colegios cuyo prestigio se conserva, particularmente el Instituto Luis Vives y el Colegio Madrid. En el mundo académico la aportación española fue notable. Aún se nota en la obra de aquellos maestros e investigadores y en su ejemplo. La Universidad Nacional Autónoma de México, sobre todo, fue su casa y no deja de nombrar a aquellos maestros que tanto hicieron por los estudiantes mexicanos.
El exilio, sin embargo, fue sustancialmente ignorado en España. Hace años, cuando se iniciaban los pasos del rencuentro, ya en la democracia, se organizó en el Parque del Retiro, en Madrid, una exposición del exilio en la que también se podían ver obras de teatro. A mi esposa y a mí nos hizo mucha gracia la que Paco Ignacio Taibo I presentó con el nombre de Las maletas, esas exiliadas materiales, físicamente decadentes a lo largo de los años, que constituían el único patrimonio de los refugiados, muchas veces guardadas aún como reliquias. Pero los españoles de España veían aquello como si descubrieran un mundo nuevo. Recuerdo que al salir de la obra de Taibo, alguno me preguntó que qué era eso del exilio, ya que no tenía ni idea.
Debo decir, con enorme gusto, que precisamente para esa exposición, Televisión Española me hizo una entrevista en mi despacho. No recuerdo de qué hablamos, pero sí que alguno de los camarógrafos se dio cuenta de un maravilloso dibujo de Rafael Freyre que le compré cuando lo vi en Siempre!: el tema era el despido de la República reconocida por México, lo que facilitó la existencia del gobierno republicano en el exilio, en el que Freyre presenta a un muy selecto grupo de exiliados en formidables caricaturas, más bien retratos dibujados con mano maestra: José Giral, Indalecio Prieto, José Miaja, Alvaro de Albornoz, Julio Alvarez del Vayo, Demófilo de Buen, Luis Nicolau Dolwer, Luis Jiménez de Asúa y algún otro que ahora no recuerdo. En Madrid aparecieron en grandes reproducciones en aquella exposición. Lo que no apareció, por cierto, fue alguna referencia a la entrevista que me habían hecho. Me ganó Freyre.
Yo he sostenido que los exiliados perdimos la guerra tres veces. La primera, en 1939, con la derrota militar de la República y la emigración masiva de los españoles, sobre todo a Francia, muchos de los cuales pelearon después contra los nazis, formando el maquis en los Pirineos o con las fuerzas del general Leclerc, en Africa y en la conquista de París. La segunda vez cuando, alrededor de 1945, en los albores de la guerra fría, las Naciones Unidas reconocieron a Franco. La última, cuando el PSOE triunfó en España, en 1982, desplazando al que se había formado en el exilio. Muy pocos refugiados, con la notable excepción de Wenceslao Roces, que fue senador y, si no recuerdo mal su nombre, Rafael Fernández, que fue presidente de Asturias, se incorporaron a la vida española. Roces por muy breve plazo, porque en cuanto pudo renunció a la senaduría y volvió a su modesto cubículo del Fondo de Cultura Económica en nuestra capital.
El exilio se convirtió en ex exilio con la paulatina desaparición de las organizaciones políticas que se habían formado. El regreso a España, inclusive antes de la muerte de Franco, se constituyó en una actividad turística, pero se perdió aquél propósito de volver al poder.
Hoy, por la prensa española, por los comentarios de destacados intelectuales españoles que vemos en la televisión, por obras literarias espléndidas, el hecho es que la Guerra Civil es tema de moda. A mí me ocurre, sin embargo, lo mismo que con mi amplia biblioteca sobre el tema. Desde hace años decidí no volver a comprar un libro que tratase la guerra de España o releer los muchos que tengo, porque todos acaban mal.
Hoy España es una democracia. Alterna el poder por la simple decisión de su pueblo. Pero, además, se ha convertido en un país rico que atrae, a su vez, exilios sobre todo económicos. Su viejo papel de país que emigraba por razones económicas o políticas hoy, afortunadamente, no se da. Tal vez por eso los españoles de hoy se preguntan qué es lo que pasó con aquellos emigrantes de los que no tenían noticia.
De lo que estoy seguro es que España tiene que haber reconocido que en el exilio republicano (por denominarlo de manera general) se encuentra un legítimo motivo de orgullo. ¡Qué bueno que lo reconocen!