Desalojan de Perinorte a locatarios
Operativo policiaco da fin a la existencia del popular bazar mexiquense
Ampliar la imagen Mil 400 policías antimotines y cargadores del barrio de Tepito participaron ayer en el desalojo del tianguis mexiquense, que durante dos décadas fue uno de los bazares preferidos de la población capitalina Foto: Mario Antonio Núñez
Tlalnepantla, Méx., 26 de mayo. Perinorte es algo más que una referencia geográfica para la clase media capitalina. A finales de los años ochenta y principios de los noventa fue el bazar que ofrecía productos de última moda para todo aquel que pretendiera "apantallar" sin afectar demasiado su bolsillo. En los últimos tiempos todavía concentraba a unos 10 mil consumidores en días feriados, aunque gran parte emigró a los abundantes centros comerciales circundantes.
Hoy mil 400 policías antimotines de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE) desalojaron a los 700 locatarios, quienes inicialmente opusieron resistencia, pero ante el despliegue de fuerza optaron por abandonar de manera pacífica el predio, que ocupaban desde hace casi 20 años.
La acción fue colofón de un largo litigio judicial entre la empresa Inmobiliaria Valle de los Pinos, propietaria del terreno, y el grupo de locatarios. Hubo que traer a 500 cargadores contratados en el barrio de Tepito y camiones de mudanza -además de la policía- para ejecutar una orden de desalojo girada por el juzgado cuarto de Tlalnepantla desde 1994.
"¡Maldito gobierno!", "¡Queremos trabajar en México!" y "¡No nos vamos!", fueron algunas de las consignas de los vendedores, que durante media hora opusieron resistencia para dejar el predio de hectárea y media.
Fundado en 1985, el bazar Perinorte se convirtió en un referente para consumidores clasemedieros. Sus visitantes más recientes eran residentes de unidades habitacionales que fueron construidas en forma masiva en el poniente del estado de México y algunos vecinos del Distrito Federal.
Miguel Miramontes, asesor jurídico y dirigente de los comerciantes, informó que en días festivos y fines de semana a Perinorte llegaban hasta 10 mil consumidores. Familias enteras visitaban el lugar, que contaba con 400 cajones de estacionamiento, área de comidas y sanitarios.
Ubicado en el primer cuadro de Tlalnepantla, en la esquina de Periférico Norte y avenida Mario Colín, el bazar ofrecía productos de moda, muchos de ellos de fayuca o "muy buenas imitaciones", situación que llevó a que en más de tres ocasiones incursionaran policías federales y decomisaran toneladas de artículos piratas.
Zapatos y botas de cortes finos, ropa de piel, perfumes y discos compactos se podían comprar en el lugar. En fechas recientes hasta los darketos tenían un espacio para tatuajes y perforaciones. Había productos para todos los gustos y necesidades, incluidas las tallas extras.
Apenas daban las tres de la tarde cuando decenas de policías, armados con toletes y escudos, rodearon las rejas del bazar. Auxiliados por cargadores que traían alicatas, cortaron las gruesas cadenas que mantenían cerrados los dos accesos. En una primera incursión ingresaron al menos 300 granaderos. Fueron momentos de mucha tensión. Algunos vendedores lloraban y otros se atrincheraban.
Y entonces apareció el fantasma de San Salvador Atenco, y también el enojo de quienes por momentos argumentaban y a veces gritaban que 5 mil personas quedarían sin empleo con el cierre del bazar, y que en el lugar había mercancía que representaba una inversión de muchos millones de pesos.
En dos ocasiones anteriores los comerciantes habían resistido el desalojo. Una vez utilizaron palos y petardos, otra retuvieron a funcionarios para evitar el cumplimiento de la orden judicial. Este día fueron tomados por sorpresa. Decenas de consumidores habían quedado atrapados en los pasillos, entre la policía que entraba y quienes planteaban la resistencia. Algunos no pudieron vencer el pánico y optaron por brincar el alambrado ante la presencia policiaca.
"¡Se acabó!", gritó Adolfo Goicortúa Barragán, otro líder de los comerciantes, quien convenció a sus agremiados de que lo mejor era emprender la retirada. "¡No demos paso a otro Atenco!", decía.
Cuando abrió el bazar, en 1985, Rodolfo Robles Sánchez, en nombre de los locatarios, signó un convenio de arrendamiento con la inmobiliaria. Después tuvieron muchas desavenencias y se acusaron mutuamente de incumplimiento de contrato. Robles Sánchez fue a parar al penal de Barrientos acusado de "vender" los locales a terceros como si fueran suyos. Fue puesto en libertad por falta de pruebas. Desde 1994 Boris Herzog, dueño de la inmobiliaria, obtuvo del juzgado cuarto de lo civil, con sede en Tlalnepantla, una orden de desalojo. Pero debido a que los locatarios interpusieron distintas querellas, no se había cumplido el dictamen en 12 años.
El pasado 18 de mayo, la sentencia fue ratificada. Desde ese entonces se les dio un plazo de ocho días para que los 700 locatarios abandonaran el predio. Hoy, bajo vigilancia de la policía, empacaron sus mercancías y las llevaron a autos y camionetas. En el patrio principal del bazar ya estaban los trascabos que demolerán los locales a partir de hoy. El dueño del terreno quiere instalar otro bazar.