Editorial
Educación secundaria, el futuro comprometido
La educación secundaria en México se encuentra en camino de perder uno de sus principales objetivos: formar jóvenes con plena conciencia de su identidad nacional y cultural. El gobierno del presidente Vicente Fox publicó en el Diario Oficial de la Federación, sin ninguna publicidad, el acuerdo 384 de la Secretaría de Educación Pública sobre la Reforma a la Educación Secundaria (RES). Este proyecto, uno de los más preciados de la administración foxista, ha sido detenido en varias ocasiones desde 2003 debido a la oposición de especialistas, pedagogos, maestros e historiadores al recorte de horas de clase de la asignatura de historia, entre otras medidas controversiales.
La RES, de aplicación obligatoria en escuelas públicas y privadas en el próximo ciclo escolar 2006-2007, implica reducir de 11 a siete las materias en primero de secundaria; de 12 a ocho en segundo grado y de 11 a ocho en tercero. En concreto, las asignaturas de historia, ética y civismo se impartirán tan sólo durante dos años, se destina un solo curso para geografía de México y el mundo, y se compacta la enseñanza de física, química y biología en una materia única llamada ciencia. Asimismo, la educación ambiental, la formación de valores, la educación sexual y la equidad de género ya no serán materias unificadas, sino su enseñanza se repartirá en el contexto de otras asignaturas, y la educación tecnológica, artística y física desaparece del plan de estudios.
Es obvio que las reformas, en vez de mejorar el nivel educativo de los alumnos, podrían producir adolescentes con conocimientos mediocres y graves rezagos respecto de otros países. Por un lado, la reducción de las horas de clase de historia, ética, civismo y geografía redundará en una conciencia deficiente de la identidad nacional, sus valores y cultura, a pesar de que una de las metas de la RES es interpretar y explicar procesos sociales, además de conocer los derechos humanos y valores democráticos.
Para demostrar esta situación, baste un ejemplo: el estudio de las culturas prehispánicas que abarcan milenios se deberá agotar en 40 horas de enseñanza, y el periodo colonial que se extiende durante tres siglos y es vital para entender el surgimiento del México moderno, en unas 35. Queda claro que los jóvenes sometidos a un plan de estudios semejante tendrán una visión sesgada de más de 2 mil años de historia nacional y no contarán con elementos suficientes para tratar los periodos históricos posteriores con seriedad y profundidad.
Por otra parte, la integración de física, química y biología en una sola materia difícilmente promoverá el interés de los alumnos, de por sí escaso, en estas materias, y va en contra de los intereses del país, urgido de profesionales en estas disciplinas que produzcan investigaciones de punta, así como patentes tecnológicas y científicas que impulsen el desarrollo sustentable. Además, el menor énfasis en la educación ambiental, la formación de valores, la educación sexual y la equidad de género mermarán la penetración en la conciencia colectiva de los graves daños sociales que provocan la contaminación y la violencia intrafamiliar y contra las mujeres. Ello sin mencionar los perjuicios que acarreará la eliminación de la educación tecnológica, artística y física en un país con pocas propuestas culturales y graves problemas de alimentación infantil, como malnutrición y obesidad.
Sin embargo, estas deficiencias, señaladas con anterioridad por personajes como Enrique Florescano, Francisco Toledo y Elena Poniatowska, entre otros, no han calado en el ánimo del gobierno, que optó por decretar estas reformas con sigilo, ante la oleada de críticas que la RES ha suscitado en los pasados tres años. Al parecer, la intención de las autoridades es producir generaciones de jóvenes sin sentido crítico ni conciencia nacional, dóciles ante las necesidades del gran capital y las transnacionales, ávidas de mano de obra poco instruida, y por tanto, barata.