Usted está aquí: miércoles 24 de mayo de 2006 Opinión Genocidio científico y cultural en Irak

José Steinsleger

Genocidio científico y cultural en Irak

En la marejada de textos y documentos que circulan en el ciber-espacio llegó a mis playas un documento del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), que empieza así:

"El mossad (agencia de inteligencia israelí) con la participación de los ocupantes estadunidenses en Irak, ha logrado hasta el momento asesinar a 350 científicos nucleares iraquíes y más de 200 profesores universitarios de los diferentes campos científicos, según un informe del Departamento de Estado de EU."

La atroz densidad de la denuncia y la imposibilidad de cotejar la fuente me llevaron a guardar el documento, tomando con pinzas las afirmaciones de un grupo político con interés directo en los asuntos que comenta. Pero en febrero pasado, un informe similar, de fuente más creíble, asegura: "El Pentágono ha gastado 3 mil millones de dólares en crear los 'escuadrones de la muerte' que podrían estar detrás de los asesinatos de docentes..."

En nómina actualizada hasta el 14 de marzo pasado, el Comité de Solidaridad con Irak del Tribunal Bruselas precisa las circunstancias en las que fueron torturados y asesinados 141 profesores de varias instituciones y centros de enseñanza superior: universidad de Bagdad, al-Mustansiriya, Tecnológica y al Bahrein, todas de la capital iraquí: Hilla (Babilonia), Mosul (Nínive), Diwaniya (Quadisiya), Instituto Técnico, y de Basora (Basora), Saladino (Tikrit), Baquba (Diyala), Ramada (Al-Anbar), Kufa (Nayaf), Mosul (Mosul), entre otras instituciones académicas.

Acerca de la situación en que el intelectualmente fuera el país más avanzado del islam, el redactor del informe, Dick Adriansens, dice: "El personal universitario iraquí está desesperado". La lista incluye nombres, apellidos y direcciones de rectores, decanos, biólogos, sociólogos, médicos, historiadores, filólogos, físicos, ingenieros, pediatras, lingüistas, geógrafos, economistas, educadores y científicos nucleares que, lamentablemente, ya no podrán colaborar con el nuevo "gobierno democrático de Irak".

Por su lado, el Sindicato de Periodistas de Irak ofrece una relación actualizada al 4 de mayo pasado, de 109 afiliados asesinados en diversas situaciones. Ambos informes empatan con el presentado por el colombiano Fernando Báez, quien en mayo de 2003 visitó Irak con una comisión de la UNESCO.

Báez es biblioclastiólogo (de biblioclastia), nombre que los griegos daban a la destrucción de libros. Sólo la Biblioteca Nacional de Bagdad (tres pisos uniformes de 10 mil 240 metros cuadrados construidos en 1977) perdió con los bombardeos más de un millón de volúmenes, docenas de millones de documentos impresos, la casi totalidad de los archivos microfilmados y del Archivo Nacional de Irak.

El experto se pregunta: ¿por qué las tropas de ocupación hicieron la vista gorda con los saqueadores de de las grandes bibliotecas del país? ¿Quién organizó a los grupos de civiles con apoyo externo que en medio del caos, el humo y las llamas ingresaron a los recintos climatizados que guardaban los manuscritos más importantes, pergaminos, piezas y tablillas de arcilla 2 mil años más antiguas que el reino de David?

El anterior director de la Biblioteca de Bagdad se lamentó con nostalgia: "No recuerdo semejante barbaridad desde los tiempos de los mongoles" (1258, invasión de Bagdad, cuando las tropas de Hulagu, descendiente de Gengis Kan, destruyeron todos sus libros arrojándolos al río Tigres).

El líder chiíta Al Sajid Abdul-Muncim al-Mussawi ordenó a sus fieles rescatar de los bárbaros casi 300 mil libros que se transportaron en camiones hasta la mezquita de Haq, "... donde se amontonaron en hileras interminables que llegan en algunos casos al techo".

"Concluido el desastroso pillaje -añade Báez- no había literalmente nada que hacer. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, a modo de excusa ante estos hechos comentó: 'la gente libre es libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse'."

Entre quienes cometen libremente "fechorías" no sólo hay militares y saqueadores. Los criminales de guerra también cuentan con el apoyo implícito de intelectuales "libres" como Salman Rushdie, Oriana Fallacci, Martin Amis, Bernard-Henry Lévy, Michel Houellebecq, Giovanni Sartori y otros que, con el único fin de vender más libros, ignoran a conciencia que la primera destrucción de libros del siglo XXI ocurrió en la nación donde tuvo lugar la invención del libro en 3200 antes de Cristo.

 
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