Fox bajo asedio
Tarde, pero, finalmente, tanto el PRD como el PRI voltearon hacia el origen básico de la distorsión electoral: Vicente Fox y su masiva propaganda en medios. No se trata, en esencia, de definir dicho fenómeno con alguna variante de la sobada frase de golpe de Estado técnico, en este caso en referencia a una particular forma de elección.
Lo cierto es que hay urgencia de enfrentar, en la arena pública y en el terreno legal si se puede, la tentativa para inducir el voto de los mexicanos mediante el uso, desmedido e ilegal, de los recursos gubernamentales a favor del candidato del PAN. A menos de 15 días del segundo debate, Felipe Calderón tendrá que olvidarse del manto protector que venía sosteniéndolo en su camino, autoproclamado como ascendente. De aquí en adelante, al panista y los yunqueros que le respaldan desde las penumbras oficiales, les irá aumentando la tiricia que ataca a los que se encuentran expuestos a las inclemencias de la intemperie sin las gratuitas redes protectoras de que han gozado hasta hoy. Saben, sin duda, que las fuerzas de su propia organización de campaña apenas alcanzan para montar unos cuantos actos a la semana, muchos por demás desangelados.
En las oficinas más conspicuas de Los Pinos y desde los mismos albores de la contienda, la conclusión fue terminal: esta elección será dirimida en los medios de comunicación masiva, en especial televisión. Y fue precisamente ahí donde decidieron dar la pelea y situar, como adelantado virtual a Calderón. Lo demás sale sobrando, adujeron a falta de argumentos. Felipe no tendría, según tan soberbio parecer, la menor oportunidad de triunfo si se tratara de exponerlo al juicio ciudadano sin el apoyo de una masiva oferta espotera. El contacto con las masas no es lo suyo. Ni su persona es atractiva al pueblo ni el PAN tiene las correas de transmisión necesarias para concretar las innumerables citas que requieren las plazas públicas de México si se quieren llenas.
Pero los cientos de millones de pesos disponibles, según la ley, para apoyar el gasto de propaganda en tales instrumentos de seducción son, por completo, insuficientes -les aconsejaron los no tan ocultos asesores extranjeros que trajeron en sustitución del poco talento disponible en el PAN. Los gerentes encumbrados con Fox llegaron al acuerdo de que, el escollo monetario, no sería una traba que pudiera paralizar la intentona entrevista. Para eso están los recursos del gobierno, aunque sea uno mal administrado. Y, desde finales del año pasado, Fox desencadenó una ofensiva mediática que no reparó en pruritos democráticos o en mientes financieras sobre programas trampeados o, de plano, tan inexistentes como el seguro popular. Miles de millones de pesos del erario salieron con destino a las televisoras y las estaciones de radio del país. Cientos de miles de espots fueron aireados con el mensaje central de la continuidad, seguido de la vacua promesa de que, mañana, México será mejor que ayer. Y así, por ese mondo y lirondo camino continuaron hasta que levantaron ámpula grotesca. La tranquilidad de la sociedad comenzó a tambalearse y las campañas de los demás contendientes sufrieron las injustas consecuencias de la ilegal intervención del Ejecutivo federal.
Se empezaron a oír, por varios lados, sinrazones que postulaban los gajes del oficio político como la realidad imperante y justificatoria de la inequitativa actuación de Fox. El Presidente es, sostienen con vehemencia de corridos analistas, el núcleo de las ambiciones de su partido. Tiene todo el derecho a expresarse. Puede, y hasta debe, defender los intereses del grupo que lo llevó al poder. Otros, más audaces que teóricos de la política, aducen que no hay las condiciones, los definitorios hechos para una elección de Estado. Las fronteras y los contenidos de una clasificación semejante han sido desterradas de la actualidad mexicana por obra y gracia del régimen imperante, afirman con el desparpajo que muestran los titulares de los micrófonos públicos. Y, después de tan brillantes alegatos se sentaron en las mesas de discusión, a las que son tan afectos, en espera de cualquier movimiento opositor. Puede que volteen de reojo hacia la encabritada disidencia, para verlos no sin el desprecio conceptual de la derecha entronizada en olimpo del poder.
Sin embargo, lo que apareció en el horizonte nacional resintió sonoro quejido. La misma elección comenzó a ponerse en duda. El PRI y su aporreado candidato endurecieron la voz y apuntaron, como debía ser, hacia el conductor de la orquesta. Los perredistas iniciaron la ruta de los tribunales con detalladas denuncias y delitos varios que señalan similar objetivo. El ambiente se cargó de pronto con acusaciones individuales, sonaron por doquier amenazas de desconocimiento, tanto del proceso como del favorecido candidato panista. Ante la avalancha de reclamos y denuestos, Fox sonó la trompeta de retiro táctico, justo cuando la contienda entra, por mandato, en cuarentena difusiva. Cedió, con donaire tramposo, los tiempos de aire a que tiene derecho el gobierno (que no el Ejecutivo) y, de esta infantil manera, pensó esquivar el golpe preparado por sus adversarios. No será tan fácil, Fox continuará brindando el apoyo que Calderón solicite para mantenerse en la pelea, de ahí que inaugure, con amplio despliegue televisivo, la enorme presa de El Cajón, meses antes de su finiquito. Pero todavía acaricia la organización panista la emergencia de utilizar los contactos, los recursos financieros y los agentes promotores de los programas sociales (Sedeso) como su aparato electoral para manipular el voto de los ciudadanos. Sin tales mecanismos y a pesar de la enjundia mercadológica de Fox, el PAN no tiene posibilidad alguna de triunfo. Pero al menos podrá luchar por un tercer lugar en la competencia si los priístas atan buenos cabos y afinan su estrategia.