Usted está aquí: martes 23 de mayo de 2006 Economía Relaciones que encadenan

Relaciones que encadenan

¿Presenta la región un nuevo síndrome de dependencia con China?

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen Hua Si Su, que se afincó en la ciudad de México proveniente de la ciudad china de Kaiping hace poco más de un año, muestra sombrillas de papel a clientes de su negocio en el Barrio Chino del Distrito Federal Foto: Ap

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En gran parte, el sólido comportamiento de la economía latinoamericana en los años recientes se debe a China. La incipiente demanda de exportaciones y la inversión del gigante asiático en la infraestructura de la región han fomentado las corrientes de inversión extranjera. Las declaraciones vertidas en las sucesivas visitas oficiales en ambas direcciones durante los dos años pasados prometen más por venir. Desde un punto de vista económico, el entusiasmo refleja el alto grado de compatibilidad entre las necesidades chinas de recursos naturales y el caudal de recursos de Latinoamérica. En un tiempo de creciente sentimiento nacionalista en la región, el interés de China es visto también como un contrapeso a la influencia de EU. Las ganancias probables son muchas, pero varios factores señalan una producción menor de la que espera China o desea América Latina.

Mercados distorsionados

Las florecientes ligas con China amenazan con devolver a Latinoamérica a una relación económica con el mundo exterior que se consideró muy dañina en los años sesenta y setenta. El intercambio de materias primas por mercancías acabadas y semiacabadas de importación fue visto como una enfermiza dependencia hacia las naciones desarrolladas.

Las políticas que se adoptaron para superar esta visión distorsionada, como la sustitución de importaciones industrializadas (SII), tienden a introducir otras distorsiones. De manera más reciente, la austeridad y la desregulación propugnadas por el llamado Consenso de Washington se aplicaron para corregir las deformaciones y permitir que las fuerzas del mercado ajustaran los precios relativos. Aunque denigradas en el pasado, esas políticas han dejado mejor colocadas a muchas economías de la región para resistir los agudos cambios en las condiciones externas y con mejores cimientos para un crecimiento equilibrado y sostenible. Depender de China como un mercado para materias primas, junto con la competencia creciente de las exportaciones de ese país en los mercados globales, amenaza con ser una nueva ronda de distorsión.

Las economías de América Latina esperan obtener beneficios de una ola de inversión directa china que impulse sus cuentas de capital y permita un crecimiento sostenido de la economía y un mejoramiento gradual de la infraestructura industrial y del transporte. No han prometido menos las autoridades chinas. Durante una visita a la región en 2004, el presidente de China, Hu Jintao, habló de 100 mil mdd de inversión durante la próxima década. Sin embargo, los flujos reales han sido muy modestos, y se han visto empequeñecidos por las corrientes de fuentes más tradicionales y por la inversión exterior china en la región asiática

Beneficios chinos

Las inversiones que han llegado a la región tienen como objetivo maximizar los beneficios para China, más que el desarrollo latinoamericano. Su estrategia radica en facilitar la producción y exportación de las mercancías que le exige el hambre de recursos derivada de su auge económico. En consecuencia, su inversión en infraestructura de transportes se ha concentrado en conectar las reservas minerales y agrícolas con la costa y mejorar las instalaciones requeridas para su exportación. La inversión industrial se ha concentrado, de manera primordial, en las operaciones extractivas y en las instalaciones necesarias para maximizar su producción. Aunque esta estrategia coincide con los intereses de América Latina, el acoplamiento está lejos de ser perfecto. Por ejemplo, una producción mayor de minerales incrementa los ingresos de divisas extranjeras, pero es posible que un cambio en el énfasis de la manufactura de mano de obra intensiva a la minería de capital intensivo provoque pérdida de empleos.

Los beneficios de la inversión y de la demanda chinas están siendo distribuidos de manera inequitativa entre los países y dentro de ellos. Los países ricos en los recursos naturales que China necesita se han beneficiado de un incremento sustancial en la demanda y de los mejores precios que el creciente apetito chino ha contribuido a generar. En cambio, las naciones con mayor componente de mano de obra local han sido afectadas por la intensa competencia de los exportadores chinos, tanto en los mercados domésticos como en terceros países donde las mercancías chinas están desplazando a las suyas. Y aunque los países se ajusten a ambas categorías, el impacto neto de la relación con China puede ser perjudicial. Los intereses industriales en riesgo ante la competencia china involucran más mano de obra intensiva y provocan mayor valor agregado que lo que ganan los sectores de recursos naturales por la demanda e inversión de China.

Preferencias ideológicas

Desde una perspectiva política e ideológica a largo plazo, China puede ser una decepción. Existe una reacción incuestionable ante los decepcionantes resultados del liberalismo económico en términos de creación de empleos y distribución de la riqueza, evidente en el cambio hacia posturas más nacionalistas y, en particular, en una mayor hostilidad ante el aparente predominio de EU. Esto ha conducido a una percepción entre algunos políticos latinoamericanos de que China puede servir de contrapeso ideológico a la influencia estadunidense. Pekín ha alentado esta percepción, pero la realidad es menos tangible que la imagen que con frecuencia se presenta en América Latina.

Los políticos chinos no prescindirán de obtener los mejores convenios comerciales apelando a la afinidad ideológica, y China no se sentirá estimulada a invertir donde las trasnacionales occidentales no han sido bien recibidas por los nacionalistas de izquierda. La amenaza que la inestabilidad política, las crisis económicas y el nacionalismo radical representan para el suministro, no sólo en América Latina sino en todo el mundo, han convencido a las autoridades de Pekín de intensificar esfuerzos por desarrollar fuentes domésticas de materias primas y solucionar el desperdicio generalizado y la ineficiencia en el aprovechamiento de recursos en la industria local. En la medida en la que esta estrategia tenga éxito, los socios comerciales del país verán una disminución en la demanda de sus mercancías.

¿Aterrizaje difícil?

El factor final que eclipsa las perspectivas es el propio panorama chino. Existe preocupación de que el alto ritmo actual del crecimiento económico conduzca a un sobrecalentamiento. Hace un año, el debate sobre si el ajuste posterior podría traducirse en un aterrizaje duro o suave fue intenso, pero amainó cuando la aplicación de medidas administrativas para enfriar los sectores en los que había sobreinversión hizo pensar que las autoridades tenían control del asunto. Sin embargo, esos controles son un instrumento inútil en China, en especial por la dificultad de garantizar que los administradores regionales obedezcan las directivas centrales. Un fuerte ajuste en el crecimiento chino se reflejaría en una caída de la exportación de materias primas latinoamericanas, y su impacto se agravaría por el descenso de los precios de las mercancías en el mercado mundial.

Un aterrizaje duro de la economía china podría tener consecuencias de más largo plazo para la economía del país que un ajuste similar en cualquier otra parte. El surgimiento de China depende de una compleja interacción de factores económicos, políticos y sociales. En general, la legitimidad del Partido Comunista Chino depende de proporcionar mejores estándares de vida y esto debe obtenerse en combinación con un cambio del modelo industrial estatal de mano de obra abundante, pero ineficiente, a un modelo más moderno y de capital intensivo.

El desarrollo económico ha estado acompañado, también, en una escala probablemente sin precedente en la historia mundial, por una migración de las provincias agrícolas a los centros urbanos, lo que presiona al sistema político hasta sus límites. Un grave descenso de los índices de crecimiento en un periodo largo podría alimentarse a sí mismo, en la medida en la que las destructivas fuerzas políticas y sociales se desaten. En tales circunstancias, la dependencia de América Latina respecto de la demanda e inversión chinas podría llegar a ser una carga, más que un beneficio.

FUENTE: EIU/INFO-E

 
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