Se estima que los proyectos de la ESA y la NASA darán resultados en al menos una década
Enviarán escuadrilla de satélites para buscar vida en otros planetas
Lograr el vuelo conjunto es indispensable para detectar rastros de agua, gas carbónico y oxígeno en cuerpos celestes ubicados a cientos de millones de años luz de la Tierra
La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) y su homóloga estadunidense, la NASA, se han lanzado a un ambicioso proyecto para hacer volar, de forma conjunta, escuadrillas de satélites que orbitarán cerca de la Tierra para determinar si hay vida en otros planetas.
Los proyectos de la ESA y la NASA, Darwin y Terrestrial Planet Finder (TPF), respectivamente, se basan en el uso simultáneo de satélites, que trabajarán al unísono con una precisión superior a la de un relojero suizo, es decir, de milésima de milímetro.
La materialización de ambos planes no se espera al menos en una década.
Hasta ahora, los científicos han utilizado constelaciones de satélites para los sistemas de localización GPS o de observación de la Tierra, pero, en esos casos, cada uno de los aparatos funciona de forma autónoma, según Dominique Séguéla, especialista del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia.
Dificultades de la misión
Sin embargo, lograr el vuelo conjunto de varios satélites resulta indispensable para detectar, en planetas situados a centenares de millones luz de la Tierra, eventuales rastros de agua, gas carbónico u oxígeno, que podrían indicar la presencia de alguna forma de vida.
Para estas misiones serán necesarios telescopios con espejos de varias decenas de metros de diámetro. Actualmente, los mayores observatorios terrestres no superan los 10 metros, puesto que ninguna plataforma es capaz de poner en órbita aparatos de grandes dimensiones.
De allí que la solución pase inexorablemente por distribuir los espejos entre varios satélites conectados entre ellos y funcionando como un sólo instrumento: el interferómetro, cuya potencia queda proporcionalmente repartida entre sus piezas integrantes.
Otra dificultad añadida a los proyectos Darwin y TPF es que sólo hay un lugar donde los satélites pueden evolucionar con la estabilidad necesaria: a un millón y medio de kilómetros de la Tierra, en el segundo punto de Lagrange, donde quedan anuladas las atracciones de la Tierra y el Sol.
Como punto de partida, los europeos pondrán a prueba sus técnicas de "encuentros" espaciales. Así, a finales de 2008, un instrumento derivado del GPS, completado por un emisor, volará sobre dos pequeños satélites suecos Prisma.
Proyecciones para 2012
De superar este primer paso, el mismo dispositivo servirá en 2012 para el Simbol-X, un proyecto franco-italiano, compuesto por un satélite espejo y un satélite detector, que se colocará sobre una órbita elíptica alrededor de la Tierra.
Ambos satélites podrán aproximarse de 30 kilómetros a 30 metros, con una precisión final del orden de un centímetro.
Esta fase "no es muy complicada. En cambio, el movimiento lateral no puede superar el 0.1 milímetro, y aún no hemos alcanzado ese nivel de precisión". afirma Séguéla.
Los científicos esperan lograr tal exactitud con sensores que detectarán los diodos fijados en los laterales del satélite "esclavo".
La siguiente prueba de la ESA será Pegaso, con tres satélites, a la espera de lanzar Darwin, que podría contener hasta una decena.
"Con dos satélites, ya es difícil. Pero, como con los niños, los verdaderos problemas empiezan con el tercero", subraya la experta.
En particular, los científicos deberán poner en marcha sistemas de telemetría láser para mantener la posición relativa de los satélites y desarrollar los motores destinados a realizar los ajustes necesarios.
"Simbol-X es de un nivel de complejidad alcanzable. Pegaso, ya está muy por encima, por lo que preferimos ir por etapas. Sobre Darwin, estamos todavía en (la fase de) los balbuceos", añade Séguéla.