Según manuales de Sedena, se indujo la rebelión del pueblo
El rescate de Atenco, planeado por PFP y aprobado por Fox
Locutores de radio y tv, parte consciente o no de la guerra sicológica para justificar la acción paramilitar del 4 de mayo
Ampliar la imagen Protesta de ayer frente a la Bolsa Mexicana de Valores para exigir la liberación de los presos de San Salvador Atenco Foto: José Antonio López
El 4 de mayo, el gobierno federal ordenó que se llevara a cabo un operativo de guerra sicológica en el poblado de San Salvador Atenco. La llamada Operación Rescate fue diseñada y planificada con antelación por mandos expertos en lucha antisubversiva pertenecientes a la Policía Federal Preventiva (PFP), con apoyo de elementos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y de la Agencia de Seguridad del Estado de México (ASE). Dada la envergadura del operativo y la coyuntura política del país -la fase final de una disputa electoral teñida por "campañas de odio" y una guerra sucia mediática-, la acción paramilitar bajo cobertura policial tuvo que ser consultada con el gabinete de Seguridad Nacional del presidente Vicente Fox, y aprobada por éste.
Se trató en rigor de un operativo militar quirúrgico, precedido por una breve pero eficaz campaña de saturación propagandística, cuyos objetivos principales fueron recuperar el "control" de un poblado en manos de un grupo de disidentes políticos y sociales, y descabezar al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), cuyos integrantes fueron señalados por los mandos de la acción militar como "delincuentes" y "subversivos", y asimilados al "crimen organizado".
La incursión en Atenco, el día 4, mediante una acción envolvente ejecutada de manera breve y con violencia desproporcionada por fuerzas especiales de la PFP, que fueron respaldadas por elementos de la policía estatal, se inscribe en lo que en la jerga castrense se conoce como "control de población". Ese tipo de operativo, que se basa en la "doctrina Lacheroy" -denominada así por el nombre del coronel Charles Lacheroy, quien la aplicó en la batalla de Argel tras la derrota francesa en Dien Bien Phu-, forma parte de la guerra sicológica antisubversiva, una forma de guerra irregular (no convencional), que combina labores de inteligencia, acción cívica, propaganda y control de masas sobre un territorio específico.
Los hechos del 4 de mayo fueron precedidos por la cruenta refriega del día 3 entre campesinos amotinados y elementos de las fuerzas de seguridad. En apariencia, el enfrentamiento violento derivó de un incidente "menor": el desalojo de ocho floristas en un recinto municipal de Texcoco. Pero una recapitulación sobre el desarrollo de los acontecimientos en la "batalla de Atenco" permite conjeturar que el motín de los atenquenses pudo haber sido "inducido", según recomiendan los manuales sobre "operaciones especiales" (o "sicológicas") de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Uno de los componentes básicos de la "guerra sicológica" es la propaganda, cuyo objetivo es "ganar la mente y los corazones" de la población. La propaganda busca explotar las "vulnerabilidades" del ser humano (temor, inseguridad, ira, nostalgia, ansiedad) e "influir en las opiniones, emociones, actitudes y comportamientos de grupos amigos, enemigos y neutrales, con el fin de alcanzar las miras u objetivos nacionales".
Fijados los "objetivos" o "blancos" de la guerra sicológica, que consisten básicamente en reforzar el apoyo de los grupos sociales "amigos"; desprestigiar y debilitar a los "enemigos", y conseguir la simpatía de los "neutrales", la propaganda se canaliza a través de los medios masivos de comunicación, en particular la radio y la televisión. En esa fase, mediante la denominada sicología de la motivación, la propaganda busca hacer reaccionar al individuo de tres formas diferentes: mediante la agresión, la conformidad o la resignación y la apatía.
Si se analizan paso a paso los acontecimientos del día 3, vemos que un suceso "menor", en un mercado de Texcoco, que debía arreglarse por la vía del diálogo y la negociación, fue seguido de un desmesurado desplazamiento de la fuerza pública de los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) a San Salvador Atenco, para "reabrir"el tránsito en una carretera bloqueada.
La acción policial desató la furia de los atenquenses, que repelieron a los uniformados con palos, piedras, bombas molotov y machetes. El "escenario" estaba ya cubierto por los enviados de las principales cadenas de radio y televisión, que transmitieron los hechos en "vivo" y "en directo". Junto con la retirada desordenada de federales preventivos y policías estatales, las imágenes y los comentarios de los locutores de radio y televisión se centraron en la brutal golpiza a que fue sometido un policía inerme, tirado en el piso, por un pequeño grupo de ejidatarios.
Con el transcurso de las horas, inclusive en el contexto de la brutal represalia paramilitar de las fuerzas del orden (el día 4), la imagen del "policía tirado, semimuerto (que recibe) la criminal patada en los güevos" -según historió el periodista Ciro Gómez Leyva, en lo que también puso énfasis la colega Carmen Aristegui, quien prefirió utilizar la palabra testículos- fue un elemento clave para "fijar" en la opinión pública la idea de que los atenquenses son "un pequeño grupo violento", "subversivo", integrado por seres "irracionales" y "bárbaros" sobre los que debía recaer "todo el peso de la ley".
Como señalan los manuales de guerra contrainsurgente (similares a los de la publicidad comercial), "para lograr persuadir, toda acción sicológica deberá apoyarse en el poder acumulativo logrado por la repetición". Así, la repetición hasta la náusea de la imagen del policía "semimuerto" (como la de los aviones estrellándose en las torrres gemelas de Nueva York el 11/09/01), persuadió y provocó la sugestión y/o la excitación compulsiva de los locutores y editorialistas "amigos", que, de manera consciente o inconsciente, se sumaron a la campaña de propaganda contrainsurgente y lanzaron llamados "espontáneos" a la aplicación de la "mano dura" contra los "enemigos" del régimen.
"La radio -dice el manual- tiene toda la fuerza emotiva de la palabra hablada. Un experto propagandista de radio -se alude también a 'voces de personalidades que implícitamente llevan un rasgo de veracidad en sus palabras', pensemos, por ejemplo, en el "reportero" radial Joaquín López Dóriga- puede ejercer una influencia tremenda en las emociones de los oyentes simplemente por el tono, la resonancia, la inflexión o la articulación de su voz". (Lo mismo vale, obvio, para los locutores que editorializan en los noticiarios de televisión).
Otro elemento que gravitó durante los acontecimientos -y ayudó a aceitar la visión "confabulatoria" de la realidad- fue el uso del rumor, elemento propio de la "propaganda negra", tan afín a las operaciones encubiertas. Según reza un manual de la Sedena, "rumor (es un) informe cuya autenticidad es dudosa y cuyo origen no se puede verificar". Y agrega: "Los rumores causan generalmente un histerismo y un pánico desmoralizante". Así, el rumor sobre "uno" o "dos" policías muertos en Atenco, repetido como "noticia" (sin verificar) a través de los medios masivos de comunicación (el día 3), ayudó a generar un clima de histeria y pánico en la audiencia, y por la vía de la manipulación de las emociones (es decir, de la explotación del odio y del miedo), preparó a la opinión pública para la represión brutal del día siguiente.
Según confirmó uno de los mandos operativos de la acción contrainsurgente, vicealmirante Wilfrido Robledo, jefe de la ASE, uno de los objetivos clave fue "recuperar el control del pueblo", que estaba en manos, dijo, de un grupo de "secuestradores" y "homicidas", a los que vinculó con la "delincuencia organizada". La hipótesis de la "subversión", amplificada hasta la saciedad durante varios días por los medios masivos, tuvo como objetivo encuadrar a las víctimas de la represión en los lineamientos de la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, que a la letra, dice: "Se considera que se cometió el delito de delincuencia organizada, cuando tres o más personas acuerden organizarse o se organicen para realizar en forma permanente o reiterada delitos como terrorismo, falsificación o alteración de moneda, acopio y tráfico de armas, tráfico de indocumentados, tráfico de órganos, asalto, secuestro, tráfico de menores y robo de vehículos".
Pero más allá del uso faccioso y maniqueo de esa ley, como nuevo instrumento represivo del Estado mexicano para resolver los conflictos sociales por la vía de criminalizarlos, el operativo Atenco fue, además, una acción de escarmiento dirigida a generar terror y miedo paralizante en la población "blanco" de la acción represiva gubernamental. Por esa vía, se pretende inhibir o disuadir la lucha de los integrantes del FPDT y de grupos similares en el resto del país. De allí que se haya reprimido con saña a víctimas inermes y que se echara mano de la tortura y la agresión física y sexual de mujeres y hombres ya reducidos y hechos prisioneros.
Con otros elementos complementarios, como el uso de la capucha durante los interrogatorios, las torturas y vejámenes a los detenidos y detenidas; la participación de espías, agentes provocadores y delatores; los cateos violentos por uniformados armados; la destrucción de viviendas y el saqueo de enseres como botín de guerra. A lo que se sumó, como se señaló arriba, la utilización de los medios en las tareas de propaganda, mediante la homosintonización del mensaje (gleichschaltung), la técnica empleada por Joseph Goebbels en la Alemania nazi para obtener de manera compulsiva una alineación estandarizada de la población. Es decir, se conjugaron diversos componentes propios de la escuela francesa, experimentados por el coronel Massuh y sus paracaidistas en la Casbah (el barrio árabe) durante la batalla de Argel, que se irradiaran luego por América Latina durante la guerra sucia de los 70, los años del terrorismo de Estado y la Operación Cóndor, como se conoció a la acción genocida aplicada por la alianza represiva de las dictaduras del Cono Sur.