Usted está aquí: martes 16 de mayo de 2006 Cultura En dos meses quedará terminado el reacondicionamiento de El Eco

El despacho Laboratorio de la Ciudad de México ganó el concurso de la UNAM

En dos meses quedará terminado el reacondicionamiento de El Eco

El arquitecto Fernando Romero diseñó el anexo de servicios de ese recinto experimental

Mediante la proyección sobre un muro, Mathias Goeritz mirará hacia el espacio museístico

MERRY MACMASTERS

Ampliar la imagen Tres perspectivas del proyecto del anexo de servicios del Museo El Eco, que incluye oficinas y sala de usos múltiples, cuyo diseño estuvo a cargo del despacho LCM/ Fernando Romero Foto: Cortesía Fernando Romero

El anexo de servicios para el Museo Experimental El Eco será construido por el despacho LCM/ Fernando Romero con Juan Pablo Maza, ganador del concurso por invitación con ese propósito, convocado el pasado febrero por la división de proyectos especiales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El jurado estuvo integrado por Gerardo Estrada, Jorge Gamboa, Felipe Leal y Bernardo Gómez Pimienta.

Con presupuesto asignado de 3 millones y medio de pesos, se les ha pedido desarrollar el proyecto constructivo en los próximos dos meses ante una posible inauguración en septiembre u octubre.

Cabe recordar que el Museo Experimental El Eco, ubicado en Sullivan 43, colonia San Rafael, tras décadas de abandono fue adquirido por la UNAM, restaurado y reinaugurado el 7 de septiembre de 2005, ya que en esa fecha, pero en 1953, fue abierto este singular sitio concebido por el arquitecto y artista alemán Mathias Goeritz (1915-1990).

Desde entonces ya se hablaba de la necesidad de un anexo para albergar las oficinas y áreas de servicios.

Rescate con todo y entorno

Junto a El Eco había un terreno baldío, donde se planeaba hacer un edificio de departamentos de diez niveles que hubiera afectado el contexto del museo. Sin embargo, ''la gente de la UNAM se enteró de pura casualidad" y compró el terreno, expresa Fernando Romero (1971).

De esa manera pudo evitarse una situación semejante que ya se vivió en la Casa Luis Barragán, por lo que el rescate va más allá de El Eco, para incluir el entorno.

En el concurso participaron 12 despachos de arquitectos ''menores de 40 años", edad de Goeritz cuando diseñó el conjunto.

La condición principal fue respetar el edificio de El Eco en su situación original, es decir, quedó prohibido hacer cualquier tipo de perforación, ni en el patio de servicios ni en el techo. Esto eliminó el planteamiento inicial de LCM -Laboratorio de la Ciudad de México-, que consistía en hacer un túnel debajo del patio para unir las dos estructuras y así no tener que conectarlos por la banqueta.

Inclusive, en un principio se había pensado en un proyecto más amplio con cafetería, así como un espacio para residencias artísticas. Luego ''hubo una solicitud del jurado de que fuéramos más rigurosos; entonces la UNAM nos pidió un edificio más pequeño, que ya tenía un presupuesto asignado, muy reducido, de 3 millones y medio de pesos", explica Fernando Romero.

''Tenía que ser una obra racional, concreta, prudente, que tuviera muy poco espacio para caprichos, intenciones personales y gestos innecesarios." Manifiesta que ''casi todas las ampliaciones de edificios relevantes, como el Museo Guggenheim de Nueva York, han tenido que ser más discretas".

También ha habido ampliaciones polémicas, como la que hizo el holandés Rem Koolhaas para el Museo Whitney de Nueva York.

El joven arquitecto trabajó con Koolhaas de 1997 a 2000, con el que diseñó la propuesta ganadora para la recién inaugurada sala de conciertos Casa de Música en Oporto, Portugal.

Geometrías no paralelas

En opinión de Romero, en El Eco Goeritz analiza geometrías no paralelas. Es decir, en lugar de tener dos muros de 90 grados iguales, siempre evade el paralelismo y con esto hace atractivos juegos de perspectiva. Al respecto, los muros interiores del primer pasillo recrean una ilusión de la fuga y de la verdadera dimensión del espacio al especular con muros que no van juntos.

Y si considera que su propuesta ''dignifica" a El Eco es porque, en vez de hacer un edificio pegado al original, se concibió uno que le otorga por vez primera ''una posición de esquina" al librar uno de sus muros, y al mismo tiempo hacer con esto un patio de multiusos que puede servir para descargar obra.

Al mismo tiempo, prosigue, ''la geometría de nuestro volumen se volvió un poco 'el eco' no octagonal de este patio. Hicimos una fachada no octagonal que de alguna manera tiene el mismo ángulo que tiene esta inclinación en planta. Entonces, es un edificio que se integra muy bien, por un lado, por la continuidad de ese muro bajo convertido después en una reja, que reinterpreta la del Pedregal de San Angel.

''Luego hacemos un eco volumétricamente de lo que Goeritz buscaba en planta, de tal manera que la geometría del edificio vuelve muy integrada al contexto."

Curiosamente, un par de casas y un edificio contiguos a El Eco, en los números 57, 59 y 61 de Sullivan, respectivamente, son de la autoría de Barragán, con quien Goeritz sostuvo una relación creativa.

El anexo de servicios consiste en la planta de acceso de una sala de usos múltiples, una bodega de tránsito, un área de registro-control, un taller y una bodega de museografía. En la planta alta están las oficinas del director y para dos curadores, un área para secretarias, una cocineta y baños de servicios.

Los planos de Romero también comprenden la proyección de una imagen de Goeritz, sobre la fachada exterior del anexo, donde el genial artista mira hacia El Eco.

Para Romero el proyecto del anexo es uno de los más importantes del despacho a nivel simbólico.

 
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