Usted está aquí: domingo 14 de mayo de 2006 Política "Viví el infierno”", relata la alemana Samantha Dietmar

"Un agente gritó: 'no es de aquí'; entonces comenzó el infierno", narra alemana

"Viví el infierno”", relata la alemana Samantha Dietmar

Analiza demandar al gobierno foxista

JESUS RAMIREZ CUEVAS

La alemana Samantha Dietmar, de 27 años, fue una de los cinco extranjeros expulsados de México tras ser detenidos durante la represión policiaca perpetrada en San Salvador Atenco el 4 de mayo.

Entrevistada por La Jornada, la estudiante de fotografía y diseño gráfico relata "el infierno" que le tocó vivir mientras estuvo en manos de la policía.

Estaba en México desde enero pasado, realizando un reportaje gráfico sobre México y su gente, como parte de sus estudios universitarios en Alemania.

Tras enterarse del enfrentamiento en Atenco del 3 de mayo, con un grupo de periodistas independientes llegó a la Universidad Chapingo. Estaba convocada al día siguiente una marcha pacífica de protesta. "Mi intención era hacer fotografías en el pueblo", aclara.

Por la noche llegaron al municipio. "En las calles -narra Samantha- se podía ver los restos de la batalla que habían sostenido los pobladores contra la policía: casquillos, cristales rotos, restos de bombas, autos quemados. Tomé algunas fotografías. En la plaza, la gente mostraba a los periodistas los proyectiles de las armas que los policías dispararon esa tarde, hablaban de la muerte de un niño..."

Con algunos periodistas, Samantha Dietmar decidió hospedarse en un hotelito a las afueras del pueblo.

"Como a las 6 de la mañana me despertaron las campanas de la iglesia y el estruendo de las bombas de gas lacrimógeno. El aire de la habitación se hizo irrespirable. Desesperada, me coloqué una toalla mojada en la cara y esperé en el baño unas dos horas. Bajé al lobby, donde había una televisión, en la cual vimos que la policía había entrado al pueblo con mucha violencia. Pensé en regresar a la ciudad de México tan pronto como fuera posible.

"El dueño del hotel pidió que nos retiráramos, pues no quería problemas. Cuando salimos a la calle no había policías; de pronto, entre una nube de gas, apareció un grupo de agentes que nos detuvo violentamente a los cuatro que íbamos caminando. Me empujaron contra la pared, me pidieron mi identificación. Les mostré mi carnet alemán de prensa internacional.

"Me preguntaron qué estaba haciendo allí. '¡No es de aquí!', gritó uno de ellos. Allí empezó el infierno. Me arrastraron del cabello hasta una camioneta donde ya había más personas apiladas. Todos estaban ensangrentados y se quejaban. Nos tiraron arriba de los demás. Los policías nos insultaban y escupían. Cuando la camioneta arrancó, pasaron por arriba de todos, insultándonos y pegándonos con las macanas en espaldas, cabezas y pies.

"Como estaba arriba de todos, los policías me empezaron a manosear, a pellizcar, me tocaron las nalgas y empezaron a subirme la blusa. Como traté de bajármela, me pegaron en la cara y empecé a sangrar por la nariz. Ya no pude pensar en nada. Soporté todo sin moverme.

"La camioneta se detuvo y a golpes y jalándonos de los cabellos nos obligaron a subir a un autobús. Allí había como 15 personas tiradas en el suelo, bañadas en sangre. Nos echaron encima de los otros. Siguieron los golpes, los pisotones y los insultos. Nos obligaban a mantener las cabezas en el suelo. La policía comenzó a pedir los nombres. Me arrebataron mi bolsa con mi pasaporte, dinero y la cámara. Me preguntaron mi nombre jalándome el cabello. Grité que era de Alemania. Me cubrieron la cabeza y me obligaron a sentarme en una banca. Me preguntaron qué hacía ahí, mientras seguían golpeando a los demás con toletes y armas. Escuchaba los quejidos. Era horrible. Me dio un miedo terrible.

"De pronto fui la atracción. Llegaban policías preguntando por la muchacha alemana. Hurgaban mi cara, me tocaban los senos, me manoseaban. Yo no los podía ver. Llegaron otros detenidos y los amontonaron en el suelo. El miedo paralizó a todos, nadie se movía para evitar los golpes. Muchos estaban seriamente heridos.

"Me sentaron en una banca junto a los policías, que se dedicaron a querer ser buenos conmigo, pero seguían insultando y golpeando a los demás. Me descubrieron la cabeza, me ofrecieron agua. 'Si cooperas, no te va a pasar nada', me dijeron. Agarraban mechones de mi pelo, ya que me lo habían arrancado, y jugaban con ellos.

"En las dos horas y media que duró el trayecto a Toluca me tomaron fotos con sus celulares y se pasaban uno que tenía imágenes pornográficas. Me preguntaron qué pensaba de Marcos, del EZLN, de la ETA y de Hitler; a qué me dedicaba. Yo decía que no entendía nada, que no hablaba español.

"Uno me dijo '¿Quieres ser mi novia? Tienes ojos bonitos'. Repentinamente, golpeó a uno de los detenidos. Me puse a llorar. Los policías trataron de calmarme.

"Cuando llegamos al penal de Santiaguito, me cubrieron la cabeza. A todos los bajaban con golpes y patadas. En la fila de registro la policía siguió golpeándolos. Los heridos fueron llevados a la enfermería del penal y nos dieron agua y algo de comer.

"Me enviaron al doctor y después me juntaron con otros cuatro no mexicanos (Cristina, Valeria, Mario y María), que también habían sido maltratados. No dejaron que habláramos con un abogado o a nuestras embajadas.

"Tomaron nuestra declaración y después apareció alguien de derechos humanos y nos preguntó qué había ocurrido. Estábamos exhaustos, hacía mucho frío y nos quedamos dormidos en las bancas. Luego nos entregaron a Migración. En la madrugada nos trasladaron a la ciudad de México.

"En la tarde me llevaron escoltada por policías a la embajada, porque no tenía pasaporte. Me trasladaron al aeropuerto, donde ya estaban los otros cuatro esperando ser deportados ilegalmente, pues había un amparo judicial contra la expulsión.

"Nos separaron en distintos vuelos, acompañados por dos policías. En el aeropuerto de Frankfurt me entregaron a la policía alemana, que se sorprendió porque no les fue entregada ninguna documentación que justificara mi deportación."

Dietmar planea demandar al gobierno foxista por las arbitrariedades en su contra.

 
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