Usted está aquí: martes 9 de mayo de 2006 Cultura La literatura debe poner rostro a lo que no deseamos ver como sociedad o individuos

Habla Santiago Roncagliolo, Premio Alfaguara 2006 por su novela Abril rojo

La literatura debe poner rostro a lo que no deseamos ver como sociedad o individuos

ANGEL VARGAS

La literatura debe rasgar silencios, hablar de lo que la mayoría no habla y poner rostro a lo que no queremos ver de nosotros mismos, como sociedad o individuos.

A partir de esa premisa, el escritor peruano Santiago Rocangliolo confeccionó su novela Abril rojo, thriller sobre la guerra que se dio en Perú durante la época de Sendero Luminoso, ''la cual cobró más vidas que todas las dictaduras" en el cono sur durante el siglo pasado.

Hechos reales, dramáticos y descarnados conviven con ciudades y seres fantasmas, cobijados en un magistral manejo del humor negro y un lenguaje directo, elementos que le valieron el Premio Alfaguara 2006 y lo convirtieron en el ganador más joven del mismo a sus 30 años.

De visita en México, para promocionar esa obra, Rocangliolo asume el oficio de escritor como una suerte de exorcismo de la realidad, mas no como un vehículo de denuncia, aclara en entrevista con La Jornada, previa a la presentación del volumen, este jueves, a las 19:30 horas en el Restaurante Gabanna 945 (Insurgentes sur 945, colonia Nápoles).

''Mis libros se publican en Turquía, Polonia, Holanda ..., donde los problemas políticos de Perú importan un rábano; entonces necesitaba hacer una novela que hablara de lo humano: de la muerte, la crueldad, la guerra, en abstracto, y que pudiera sentirse propia sin importar cuál es el conflicto político que se tiene cerca."

El interés del escritor por tal temática estriba en que ésa fue ''una guerra que se mantuvo silenciada durante mucho tiempo en Perú. Hubo 70 mil muertos, más que en Chile, Argentina y Uruguay durante sus dictaduras.

''Pero nadie lo sabe, porque los muertos en esos países eran intelectuales, políticos, periodistas, gente de la ciudad; mientras los nuestros eran campesinos inexistentes para el Estado, sin nombre ni documentos; ya estaban civilmente muertos antes de recibir una bala en la cabeza."

Reflexión impostergable

Para Roncagliolo resulta imperativo no postergar más la reflexión en torno de esos hechos: ''Ver hacia atrás y analizar qué pasó, porque nuestros personajes malos tampoco están tan claros, como en Chile, Argentina o Uruguay. Allí eran militares siniestros que subieron al poder por golpes de Estado, que montaron una compleja y cruel ingeniería de la muerte.

''Pero en Perú la guerra se desarrolló durante gobiernos democráticos. La guerra contra el Estado que emprendió Sendero y la guerra desde el Estado con la que respondió, fue montada durante gobiernos democráticos, de izquierda y de derecha. No hay por dónde escaparse de la responsabilidad de que todos elegimos a nuestro asesino y luego, el colmo, elegimos a nuestro dictador para que nos la resolviera. Eso nos hizo a todos responsables."

La hechura de Abril rojo, dice, derivó de una necesidad terapéutica que rebasa actualmente las fronteras geográficas y representa un fenómeno a escala mundial.

La violencia y la crueldad ''son propias de Colombia, Israel y Palestina, por mencionar algunos ejemplos. Los conflictos morales que se plantean en el libro son parte ya de una realidad global: ¿cuánta gente tiene que ser muerta para que no mueran más?, ¿cuántas libertades hay que cercenar para vivir en un mundo más libre?, ¿cuántos países deben ser invadidos para que el mundo sea un lugar más seguro? Son preguntas que en este momentos nos hacemos todos".

Santiago Roncagliolo, nacido en Lima en 1975, se asume dentro de la primera generación que creció sin el fantasma del boom latinoamericano.

''Pertenezco a una generación muy escéptica, en la que ya no creemos ni en el periódico; no vamos a creerle a alguien porque sea buen escritor. Mi generación vio caer en los años 90 las ideologías de izquierda, y en los primeros años de este siglo lo vemos con las de derecha", remata.

''Ya no vivimos en un mundo bipolar y estamos en uno en el que la realidad es negociable. Eso nos pone en una actitud más pragmática respecto de la literatura. Es decir, hemos bajado del pedestal del sabio a sentarnos en el banquillo de los testigos. Narramos lo que vemos, lo que conocemos. Misión más humilde que la de la generación del boom y el realismo mágico."

 
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