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Barum, Balam, el jaguar
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Juan José Morales
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Raúl Kuanenemy
La liberación del jaguar de luz
Fernando Guadarrama Olivera
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Barum, Balam, el jaguar
Alvar González Christen,
Investigador de la Universidad Veracruzana
Correo electrónico: agoní[email protected]
Fotos: Isaac Michán
Los cazadores tenían en cuenta que no debían de lanzar al tigre más de cuatro saetas (flechas); ésta es su costumbre o devoción y como no le mataren con las cuatro saetas, luego el cazador se daba por vencido, y el tigre luego comienza a esperezarse y sacudirse y relamerse; hecho esto recógese, da un salto, como volando y arrójase sobre el cazador que está lejos 10 o 15 brazas, no da más de un salto; va todo erizado como gato contra perro; luego mata al cazador y se lo come
Fray Bernardino de Sahagún
El jaguar es el animal más representativo entre los pueblos de Mesoámerica. Por su importancia y amplia distribución continental, en diversos lugares recibe nombres coloquiales como barum, bicho, bolom, chalua, chivi-guazú, gato pintado, kiyok, nahuel, onsa pintada, pantera, overo, sacha tigre, tigre, tigre real, tiog, uturunco, vutahuenchunu, yaguar, yaguareté, yiqué y muchos más. Orden: Carnívora; familia: Felidae; género: Pantera; especie: panthera onca (Linnaeus, 1758). En muchos sitios, el jaguar es confundido con el ocelote (océlotl, es el nombre náhuatl) y también con los leopardos.
Son los felinos silvestres más grandes de América: alcanzan los dos metros de longitud y una altura a la cruz de hasta 60 centímetros. De cuerpo muy musculoso, pesan en promedio 55 kilogramos pero pueden alcanzar hasta 150 kilogramos; la cabeza y los ojos son grandes, el hocico está provisto de colmillos fuertes, triangulares y curvados hacia atrás; la cola es larga, el pelo del cuerpo es denso, amarillento con manchas negras con forma de rosetas con una mancha negra central; el vientre es blanquecino con manchas negras. También hay jaguares totalmente negros (panteras); las patas son relativamente grandes y están provistas con fuertes garras retráctiles.
Viven en ambientes cálido húmedos, gustan de los lugares arbolados, con agua en abundancia donde se protegen del calor, de los mosquitos y otras alimañas. Su hábitat incluye desde la selva alta y los humedales hasta zonas áridas, y desde el nivel del mar hasta el bosque mesófilo a los mil 600 metros sobre el nivel del mar. Su distribución geográfica va desde el sur de los Estados Unidos hasta Argentina y el sur de Brasil.
En la región de Los Tuxtlas, aún quedan algunos jaguares. En 1995 constatamos su existencia en un "echadero", donde observamos las huellas de las poderosas patas y vestigios de pelos. Su presencia fue confirmada por Ursino, nuestro guía popoluca. El "echadero" estaba en la base de un gran árbol, al lado de la confluencia de dos pequeños ríos, donde el juego de luces permitía el fácil camuflaje del jaguar.
Se reproducen en cualquier época del año; las camada son generalmente de dos crías pero pueden tener hasta cuatro; la gestación dura de 90 a 100 días; las crías alcanzan su madurez sexual a los dos años. El territorio de los machos (200 km2) abarca el de varias hembras; el macho lo recorre cotidianamente marcándolo con excretas, orines y marcas en árboles.
Las hembras llegan a tener territorios de más de 65 km2; el tamaño depende de la calidad del área (superficie arbolada, número y tamaño de presas). Las andanzas cubren distancias de 20 kilómetros o más en una noche y dependen de la edad y del sexo de los animales.
La supervivencia de los jaguares enfrenta serias amenazas por la cacería, la destrucción de su hábitat y la disminución de sus presas. En 30 mil kilómetros cuadrados de áreas protegidas en Belice, Guatemala y México quedan menos de 2 mil jaguares.
¿Por qué conservarlo?, preguntan Miller y Rabinowitz y responden: "Además de las claras razones éticas e históricas para proteger al jaguar, estos animales también son componentes cruciales para contribuir al mantenimiento de las condiciones ecológicas
". Es el principal depredador de las selvas americanas y su dieta está constituida por mamíferos de talla mediana como coautuzas, jabalíes, venados y tapires, pero también comen peces, anfibios, reptiles y aves.
El consumo de las presas refleja la edad y la experiencia del jaguar. Los jóvenes consumen presas menores y los machos adultos cazan presas de mayor tamaño que las consumidas por las hembras. Pueden convertirse en amenaza pues llegan a consumir animales domésticos e incluso a atacar al hombre. En estos casos son animales viejos o hembras con cría en áreas en las que se ha reducido la vegetación natural.
El jaguar ha desaparecido de la mayor parte de su área de distribución original a causa de las creencias tradicionales (religiosas o de temor), a la cacería deportiva, a la venta de pieles y dientes e, incluso, a su venta como mascota o para exhibirlos en zoológicos. El comercio de pieles ha sobreexplotado especies y las ha puesto al borde de la extinción, mientras que otras han desaparecido.
La cacería del jaguar para la venta de la piel se pierde en la historia de América; en el siglo XIX se popularizó su consumo hasta los años setenta del pasado siglo (la era dorada del comercio de pieles). Así, por ejemplo, se exportaron 5 mil 345 pieles de jaguar del Perú entre 1962 y 1967 y, desde Nicaragua se exportaron mil 751 pieles entre 1966 y 1971.
La cacería de jaguares como recurso alimenticio es muy rara pues en general se considera que su carne tiene mal sabor. En México su captura está prohibida pero aún existe una abundante matanza. La cacería furtiva es una de las principales amenazas a las que se enfrentan numerosas especies, en particular aquéllas de gran demanda. Por ejemplo, una piel de jaguar en el mercado negro tiene un elevado valor en dólares.
El jaguar era un poderoso símbolo de fuerzas sobrenaturales, no un simple animal sino un dios y un antecesor relacionado con los dioses del cielo y con los del inframundo. Cazar, comer su carne y traer como adornos sus dientes, garras y piel era y es una característica distintiva de algunos grupos indígenas quienes mantienen la práctica por la creencia de que permite obtener su fuerza, osadía, valentía y respeto.
Al pensar en el jaguar, rememoramos antiguos tiempos de narraciones, mitos y leyendas y espacios de paisajes llenos de exuberantes selvas, cuando el hombre era parte de la naturaleza; tiempos de sentimientos encontrados, de temor y admiración y de un profundo respeto que hemos olvidado.
Así como el tigre en la India o el oso panda en China son símbolos de lucha por la conservación de la naturaleza, el jaguar es un símbolo de la naturaleza americana que debemos preservar.
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