Luego de dos horas de concierto, Gahan y compañía dejaron al público exultante
Depeche Mode confirmó ayer, en el Foro Sol, su aura de banda revolucionaria
Con un espectáculo vanguardista: pantallas gigantes, luces innovadoras y una acústica formidable, la agrupación ofreció el primero de dos conciertos en México
Ampliar la imagen La noche del jueves fue memorable para los miles de seguidores que asistieron al espectáculo de la banda inglesa Depeche Mode, quienes cantaron temas clásicos y de su nueva producción
La agrupación Depeche Mode (moda rápida, traducido del francés) quizá nunca imaginó, al nombrarse de esa forma, que luego de 25 años seguiría haciendo música propositiva-provocativa, que transgrediría ya dos o tres generaciones de gustosos de ritmos sintetizados y duros (ya no llamarlo tecno, sino un eclécltico híbrido) como los escuchados, la noche del jueves en el Foro Sol, por 50 mil seguidores.
Depeche Mode ha sorteado verdaderas modas pasajeras de la música: lograron evolucionar en cada disco (desde Speak and spell, A broken frame o Construction time again, hasta Exciter o Ultra, se denota una búsqueda interminable); aguantaron la salida de Alan Wilder, quien -aunque era como un cero a la izquierda- bien pudo haber causado conflicto entre los demás miembros, y momentos escabrosos por el uso de drogas, como los protagonizados por el vocalista David Gahan, cuando se hizo consumidor asiduo a la heroína, derivado de intimar con el grandilocuente Perry Farell, de Jane's adiction.
Ahora, como hace más de 10 años, cuando se presentaron por primera vez en México en el Palacio de los Deportes, Gahan, Martin L. Gore (sustento y creativo del grupo) y Andrew Fletcher regalaron un espectáculo sonoro y visual de primer mundo.
Desde el comienzo lucieron entregados ante la gran muchedumbre que coreó la mayoría de sus piezas, arregladas todas con el toque roquero que la banda les dio desde sus tres producciones recientes.
Revival juvenil
Depeche Mode combinó rolas del reciente álbum Playing the angel con temas clásicos de su discografía, himnos de una generación, los cuales tenían que tocar para dejar conformes a los jóvenes ochenteros (algunos con hijos de la mano), quienes al mínimo susurro cavernoso de la voz de Gahan, desprendían un unísono alarido de placer.
La gente no aclamó a sus dioses del Olimpo, como luego se quiere ver a los ídolos musicales, simplemente a unas efigies generacionales con las cuales pudieron, aunque fuera por dos horas, regresar al tiempo de cuando los desvelos no golpeaban tanto como hoy día.
Los ingleses presentaron un espectáculo de avanzada en cuanto a producción: pantallas gigantes en las que se proyectaron imágenes hechas por un artista visual que utilizó un lenguaje cinematográfico vanguardista y juegos de luces innovadores, poco vistos en los conciertos de rock, además de una acústica formidable con la que se podía apreciar, tanto la voz intensa y grave de Gahan, como la dulce y aguda de Gore.
Se escucharon piezas como A pain that I'm used to, A question of time, Precious, John, the revelator, Walking in my shoes, Home y Stripped; pero sobresalieron Behind the wheel (que hicieron recordar los álbumes Music for the masses y 101), I feel you (en un tono roquero hiper sexy, con un Gahan sin camisa haciendo movimiento cachondos), y las del encore, como Shake the disease, Never let my down again.
Sin duda quedaron a deber varias, no obstante, la mayoría salió feliz de haber apreciado un espectáculo vanguardista de los creadores de un sonido tecnológico para las masas, que fueron un parteaguas en la música actual.