Sus descubrimientos revolucionaron el conocimiento de la naturaleza humana
Sigmund Freud, explorador del alma, cumpliría hoy 150 años
Sólo existe un instituto dedicado al sicoanálisis clínico en Alemania, fundado en 1956
Ampliar la imagen Busto de Freud, en lo que fue su departamento durante su estancia en Viena, ahora, convertido en museo Foto: Ap
El 6 de mayo de 2006, el creador del sicoanálisis, Sigmund Freud, hubiera cumplido 150 años. El mundo entero lo celebra de múltiples maneras. Con exposiciones y ciclos de cine, con la revisión y redición de su vasta obra, con discusiones sobre sus teorías en universidades y medios de comunicación. Freud es aclamado como un plural histórico, cuya estatura es equiparable a la de Darwin, Marx y Einstein.
El explorador de las profundidades del alma fue una de las figuras más influyentes del siglo XX, cuyo poderoso e inagotable legado sigue provocando controversia hoy día. Fue fundador del sicoanálisis y de una terapia para curar la sique humana. Sus teorías sobre el Ello, el Yo y el Super yo, sobre la sexualidad, el complejo de Edipo, la interpetación de los sueños, la represión y la agresión, revolucionaron la noción de la cultura y la sociedad. El médico, analista, investigador, filósofo, escritor y apasionado arqueólogo fue seguido por escuelas y ramas de la ciencia, aunque en vida nunca tuvo un reconocimiento unánime.
"Sus descubrimientos están tan fuertemente arraigados en la conciencia colectiva que cualquiera habla del inconsciente, del acto fallido o del significado de los sueños", dice en entrevista exclusiva para La Jornada, la directora del Instituto Sigmund Freud de Franfurt, Marianne Leuzinger Bohleber. "Creo que su descubrimiento más grande fue el del inconsciente dinámico, el cual puede detonar enfermedades. Su método de la asociación libre puede aplicarse sin tener que entender el inconsciente para encontrar, junto con el paciente, eso que se encuentra reprimido y que le puede ayudar a superar los síntomas que padece", afirma.
Infancia, desarrollo y exilio
Sigmund Schlomo Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, hoy República Checa, entonces parte del imperio austrohúngaro. Su padre, Jakob Freud, era comerciante de lana, quien a la edad de 40 años y teniendo ya hijos y nietos, se casó por tercera vez con Amalie Nathanson. Sigi fue el primero de ocho hijos de Amalie, y el predilecto.
Freud tenía tres años cuando su familia se estableció en Viena. En la capital austriaca vivió, practicó, enseñó e investigó durante décadas, hasta que en 1938, un año antes de su muerte, fue obligado a huir a Londres. Los nazis, que habían prohibido el sicoanálisis y quemado sus libros en Alemania, se anexaron Austria ese año. Freud emigró a Inglaterra con su hija Anna, quien se convirtió en una reconocida sicóloga infantil. Freud murió de cáncer de mandíbula.
Su niñez estuvo marcada por una sociedad católica y antisemita. Desde su juventud se decidió por el camino humanista. Leyó a Sófocles y a Goethe, se interesó por la historia bíblica, admiraba al antimonarquista Oliver Cromwell y a Aníbal, general cartaginés que luchó contra los romanos. Sus estudios de medicina en Viena tomaron más de lo habitual. Estaba enfrascado en la investigación del sistema nervioso bajo la dirección del famoso fisiólogo alemán Ernst Brücke, quien lo disuadió de buscar su camino fuera de la academia. Había pocas plazas, y como judío, Freud tendría pocas posibilidades de acceder a una.
Continuó su formación con el neurólogo francés Jean Marie Charcot, entonces director del manicomio de Salpêtrière, en París. Ahí, Freud se enfrentó con la brutalidad de una vasta gama de enfermedades mentales. Sobre todo la histeria, un mal que entonces se creía exclusivo de mujeres, y que Charcot trataba por medio de la hipnosis.
De regreso a Viena, Freud abrió su consultorio y desarrolló su propia técnica terapéutica mediante la asociación libre de palabras. La llamada "cura del habla" fue un método revolucionario para evocar recuerdos traumáticos reprimidos en el inconsciente, causantes de trastornos síquicos como la histeria y la neurosis. El sicoanálisis se convirtió en el andamiaje teórico para descubrir el funcionamiento del inconsciente y el desarrollo de sus teorías sobre la interpretación de los sueños y la sexualidad.
Los histéricos que Freud trataba en su famoso diván sufrían de parálisis, distorsiones del habla y alucinaciones. El neurólogo intuía que la clave de esos síntomas tenían un origen sexual. Experiencias traumáticas y vergonzosas que se remontaban a la niñez y estaban reprimidas en el inconsciente.
Mediante la asociación libre, intentaba que sus pacientes evocaran esos recuerdos para romper el poder que ejercían sobre ellos. Freud se consideraba médico de la sociedad y recomendó a los jóvenes tener sexo libre. El puritanismo de la sociedad vienesa de principios de siglo era considerado por él enfermizo, sobre todo en las mujeres, ya que las aislaba del mundo exterior.
Freud investigó esa zona tabú con el afán de un detective. Creía que el comportamiento y la personalidad de cada ser humano tenía que ver con su desarrollo sicosexual desde la infancia. Mientras el "ego" esconde la ilusión de estar en control sobre sí mismo, el infantil "ello" dicta desde las profundidades del alma sus deseos.
Objetivos del instituto
El Instituto Sigmund Freud de Frankfurt, fundado en 1956, año del centenario de Freud, por Alexander Mitscherlich, es la única institución alemana financiada por el Estado que se dedica a investigar el inconsciente y su vínculo con la sicología social. "La investigación dedica especial atención al sicoanálisis clínico, pero siempre con un ojo crítico a la sociedad", dice Marianne Leuzinger. El instituto cuenta con un laboratorio de análisis de los sueños, donde se constata la teoría freudiana de que trabajamos de noche lo que vivimos de día. El análisis de los sueños se convierte en el "camino real" hacia el inconsciente.
"Estos experimentos los hemos vinculado con un diálogo interdisciplinario. Trabajamos intensamente con pacientes individuales y tenemos un conocimiento especializado sobre las teorías de la memoria, los recuerdos, los sueños y el origen de los disturbios sicopatológicos", dice Leuzinger Bohleber.
Con ayuda de la tomografía de resonancia magnética, equipos interdisciplinarios revisan las teorías de Freud. Desde el punto de vista neurobiológico no hay duda de que la sexualidad juega un papel determinante en nuestras relaciones con otras personas, e inclusive con objetos, en "que el ser humano, sea hombre o mujer, controle poco su comportamiento, que las fantasías inconscientes sean las que influyan en nuestras decisiones sin que nos percatemos y que puedan enfermarnos, que el sufrimiento síquico sea capaz de provocar síntomas corporales".
Desde las investigaciones de Freud a la fecha, los científicos han recorrido un largo trayecto. Ahora, ramas de la ciencia antes enfrentadas, como el sicoanálisis y la neurología, cooperan para resolver nuevos desafíos. Lo que la histeria era para los tiempos de Freud lo es ahora la depresión. Según estimaciones de la Organización Mundial de Salud, en 2020 la depresión será la segunda enfermedad más común de los países occidentales, después de las enfermedades cardiacas y del sistema circulatorio. El instituto realiza un estudio sobre este tema con casos de depresiones crónicas. "El objetivo es observar al paciente con la premisa de que no todas las depresiones crónicas los son en realidad. Cada persona es diferente. Detrás de síntomas similares hay biografías distintas", concluye Leuzinger Bohleber.
Freud se consideraba a sí mismo un optimista. Nadie como él ha estado tan cerca de descifrar el insondable misterio del comportamiento humano; aun así, se mostraba sencillo. Nunca obtuvo el Nobel, pero siendo ya famoso, al cumplir 70 años, le preguntaron si no aspiraba a la inmortalidad. "Sinceramente no", respondió. "Cuando uno percibe el egoísmo que subyace a toda conducta humana no siente el menor deseo de renacer. La vida, aun moviéndose en círculo seguiría siendo la misma".